viernes, 31 de agosto de 2012

Esto es un cuento marinero.

Erase que se era una vez tres marineros a bordo de un barco que navegaba por los mares del oeste transportando información de un lado a otro, sin un objetivo claro, pero con mucha ilusión y convicción de lo que hacían.
Estuvieron tres semanas por esos mares. Mas de una vez se perdieron, incluso teniendo una brújula que se habían comprado en tierra (por si acaso). Mas de una vez encontraron una isla del tesoro, donde entonces decidían pasar un día o dos, o tres, investigando lo que aquello escondía. Y encontraron muchas cosas. Algunas inútiles, aunque divertidas, y otras útiles, y quizás más serias, o sofisticadas.
Fue una navegación tranquila, en general. Hubo algún huracán (típico de la zona), y algunas sirenas intentaron tentarlos hacia una suerte un poco dudosa (como el gasto compulsivo del tesoro encontrado). Pero eran marineros expertos, y sabían qué peligros podrían encontrarse en las aguas por donde navegaban.
Los tres marineros (Pinkpirata, Mnemo y Aimarinero) hicieron buenas migas y encontraron sus momentos de intimidad así como también sus momentos de juerga (especialmente en las noches que pasaban en tierra, donde descubrieron las tentaciones más curiosas, y decidieron dejarse llevar por la corriente).
Poco a poco, al pasar los días, empezaron a darse cuenta y a entender qué era exactamente lo que transportaban en su barco. Y cuál era su misión en esos mares tan lejanos a sus tierras natales. Empezaron a entender el porqué de tantas islas en su rumbo de navegación y empezaron a jugar.
Su misión por esos mares era practicar diferentes métodos de transportación, y investigar cuáles eran los métodos tradicionales de la zona. Empezaron la práctica. Al principio eran pequeños trucos, pequeñas ideas, hasta que se rallaron en algo. Ahí se quedaron un rato. Habían encontrado la Isla de la Ralladura. Las cosas se repetían, sin sentido, sin contexto, sin pretensión, sin objetivo de producción. Al cabo de unos días decidieron seguir su navegación hacia otras islas.
Después de unos días sin rumbo, sin poderse situar en la carta náutica, perdidos, vieron de lejos una cosa muy grande. Se aproximaron. Era una isla. Bien! Pero era una isla muy grande, lo que daría muchas posibilidades (pensaron). Tenía unas palmeras (o eso parecía por su longitud) muy altas, parecía que le hacían cosquillas al cielo. Llegaron a puerto y empezaron a andar por esa jungla. Sorprendidos de inmediato por el uso de aparato, parecía una fruta exótica, que se colgaban de la oreja. Siguieron sus investigaciones y afirmaron que se trataba de una fruta que ayudaba a transportar información. Bingo! (pensaron).
Se fueron de vuelta al barco y sentados a cubierta empezaron a elucubrar el como copiar el método. Hacía frío, se fueron al camarote de babor, tomaron un té caliente y una fruta típica de la zona, negra y dulce, llamada muffin (muy buena, por cierto!). Uno tuvo una idea, acordándose de cuando era pequeño y jugaba con su hermano por la casa, se trataba de algo parecido a aquella fruta exótica que todos tenían (que aparentemente recibía a veces el nombre de aifon - algo típico, será). A lo que iba, el marinero se acordó de un sistema muy rudimentario, pero eficaz, y económico, que funcionaba con dos vasos y un hilo. El hilo al estar tenso permitía el transporte de palabras. Hacía visible la comunicación, y la hacía personal y concreta.
Los tres marineros estaban contentos con el nuevo método. Pero siguieron navegando en busca de otras islas, otros métodos. Sacaron la carta náutica y enseguida saltó a la vista una isla, que por su forma les era familiar, y pensaron que habrían pasado por su lado algunas veces. Recibía, en la zona, el nombre de Isla Broncano, o popularmente conocida como Isla del Testimonio. Llegaron a puerto, y no entendían nada. La gente parecía confusa. Se decían frases que, des de fuera, parecían incoherentes, aunque referenciales. Se llamaban entre ellos por letras: A – B – C, etc. De repente todos tenían una tarea a hacer y la hacían. Una vez terminada el caos volvía a operar, y los que eran A ya no lo eran más y volvían las frases incoherentes, aunque referenciales, hasta que el que antes era A, pasaba a ser B, o C, y entonces se hacía el silencio y cada cual hacía su tarea. Pero había una lógica entre las tareas que desarrollaban, la ejecución de A era esencial para la de B, y la de B para la de C. Qué curioso! (pensaron). Volvieron al barco, esta vez a la cantina, que había hambre, y mientras comían unas tortas típicas de la zona que se cortan en forma de triangulos, hablaron del método de esa isla. Decidieron intentar recrear el método entre ellos. Negociar quién sería A, quién B y quién C. Después A tendría que decirle (o hacerle) algo a B (C no podría ver ni escuchar, para hacerlo más emocionante). B, en su turno, tendría que decirle (en palabras) a C el algo de A. C tendría su momento para recrear el algo de A en base a lo que B le habría dicho. Se hicieron un poco de lío al realizar la partitura de acciones para el transporte de información, pero lo consiguieron. Lo probaron. Era interesante, pero no podían presentar esto como resultado de su investigación por esos mares. Le dieron más vueltas, y dieron más vueltas por la isla, hasta que dieron con el método. Y así lo hicieron.
Exhaustos, los marineros necesitaban dormir, descansar, antes de pensar como presentarían todas sus investigaciones ante los interesados, cosa que tenían que hacer, sí o sí, en los próximos días.
Llegó el día, llegaba gente, y más gente, y los marineros estaban nerviosos y sorprendidos del interés que había causado su investigación por los mares del oeste, llenos de islas por descubrir.
Dieron la bienvenida a bordo de la nave, los marineros estaban impecables, guapisimos, elegantes, y los invitados también. Pero hacía frío, y el marinero que esperaba a cubierta lo pasó un poco mal (aunque exageraba). Empezó, e introdujeron el artefacto de los vasos con el hilo, haciendo un paralelismo a las frutas exóticas que transportaban información en la isla de las palmeras que hacían cosquillas al cielo. Siguieron mostrando un ejemplo de las danzas tradicionales de la isla de Ralladura (los tres marineros tenían formación folklórica). Siguieron mostrando el método que habían desarrollado a partir de sus investigaciones en la isla de Broncano o del Testimonio (ahí se perdieron un poco, pero salieron con dignidad) y lo terminaron todo con un gran caos de información, donde se repartieron miles de vasos azules conectados con hilos a otros vasos y los invitados a bordo empezaron a conocer otros invitados, de islas bien diferentes. Se reían, no entendían, hablaban diferentes idiomas, cambiaban vasos…. había un lío increíble de hilos, palabras, información…
Los marineros, contentos, aunque confusos por esa noche, empezaron su navegación hacia sus nuevas islas. Pronto, esperemos, se juntarán de nuevo, y a bordo de la nave, con aifons (esperemos!), decidirán su nuevo rumbo, en busca de nuevas islas.
-*- FIN -*-

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