lunes, 10 de febrero de 2014

LEYENDA DEL SALTO DEL ENAMORADO Y UNA HISTORIA DE FAMILIA

LEYENDA DEL SALTO DEL ENAMORADO Y UNA HISTORIA DE FAMILIA

EUGENIO EGEA MOLINA
En la zona denominada La Galga, actual municipio de Puntallana (La Palma), donde destacan sus imponentes riscos, vivió en otros tiempos un valiente y osado pastor. Este, quedó prendado de una hermosa joven que ignoraba todas sus pretensiones hacía ella. No obstante, el mancebo no cejaba en su empeño de cortejarla; y la bella dama mantenía una total indiferencia.
Escultura al salto del Enamorado. Puntallana (La Palma)
La hermosa joven agobiada por la constancia del pastor en conseguir su corazón, quiso probar su amor pidiéndole un imposible y así liberarse, de una vez por todas, de sus cortejos.
Para ello, le pidió que antes de ser su esposa, debía acercarse al precipicio y, apoyando sus manos en su lanza (vara con la que los pastores canarios esquivan las dificultades orográficas), sorteara los abismos tres veces con su cuerpo sin caer.
El valor y la destreza del amante quedaron patentes en los dos primeros saltos; pero, en el tercero, cuando se encomendó a su dama, falto ya de fuerzas, no se apoyó en tierra firme, despeñándose en las profundidades del barranco.
El amor le cegó y murió por conseguirlo; su cuerpo nunca se encontró. Ella perdió la cordura y lloró todos los días que le restaron de vida.

Desde entonces, la gente del lugar para recordarlo, llaman al risco El Salto del Enamorado.

ACERINA Y TANAUSU

ACERINA Y TANAUSU

Se escuchó su voz,
dicen algunos.
-¡Vacaguaré!-, grito el mencey,
prefiriendo morir a ser cautivo.
Y se negó a comer
para llegar más pronto
a su destino.

Sería el último rey
de aquella isla, de Aceró,
en La Palma canaria sacudida
por la fuerza imperial
de aquellas huestes
de la Castilla dominante
y expansiva.

Y la mujer cuyo amor
le había ganado
a un pedazo de cielo, Mayantigo,
con el mismo grito,
desafiando suerte,
eligió también la muerte
por camino.

Y echose a la tumba
estando viva,
arropada con pieles, Acerina,
la de los ojos negros,
la de palmera sangre,
que encuevada hacia la muerte
honró la vida.

Y murió Tanausú,
murió Acerina
feneció la libertad en esos días
pero aquel “vacaguaré”
-¡quiero morir!- , la muerte digna,
impregnó el alma toda
de la isla…

Él murió de honor,
maldiciendo a la traición
por su ignominia.
Ella ofrendó al amor
el tributo pleno de la vida;
y trocaron en leyenda del dolor,
la virtud y la injusticia.