sábado, 18 de agosto de 2012

Mamerto y el caballito de mar


Mamerto y su familia fueron a una playa de un lugar turístico. Enfrente de una pequeña tienda, había un acuario que albergaba algunas criaturas interesantes. Mamerto se acercó y vio un caballito de mar que nadaba despacio.
“¡Qué pequeño eres!”, dijo Mamaerto. “Creía que los caballitos de mar eran más grandes.”
“Sí”, respondió el caballito. “Los que nos ven en los libros o en la televisión creen que somos mucho más grandes de lo que en verdad somos. En realidad, medimos de 4 a 30 cm.”
Mamerto se fijó en él con más detenimiento: “Tus ojos se mueven en todas direcciones, ¿verdad? Así puedes saber lo que pasa a tu alrededor.”
“Estás en lo cierto”, asintió el caballito de mar. “Nuestras cabezas están formando un ángulo recto con nuestros cuerpos. Ninguna otra criatura marina cuenta con esta peculiaridad. Por este motivo, nadamos en posición vertical y sólo podemos mover la cabeza arriba y abajo. En realidad, si existiesen otras criaturas con dicha peculiaridad, tendrían problemas para mover sus cabezas a derecha e izquierda y no se podrían proteger de los peligros que les acechan. Sin embargo, gracias al especial diseño de nuestros cuerpos, nosotros no tenemos problemas.
La naturaleza ha hecho que nuestros ojos sean independientes uno del otro y que se puedan mover libremente en cualquier dirección, así que podemos ver con facilidad a nuestro alrededor. Por tanto, aunque no podamos mover la cabeza a los lados, somos capaces de verlo todo. Con la enorme variedad de diseños y sorprendentes cualidades que nos ha creado la naturaleza a todos los seres vivos,
Mamerto pensó en otra pregunta que le gustaría hacer: “Siento curiosidad por una cosa: no tenéis ni aletas ni cola, entonces ¿cómo os movéis arriba y abajo en el agua?”
El caballito de mar respondió: “Contamos con un sistema especial para poder nadar. Tenemos unas vejigas natatorias que dentro llevan una especie de gas. Haciendo los ajustes necesarios en la cantidad de gas, podemos desplazarnos arriba y abajo en el agua. Aunque, si se nos estropeasen, nos hundiríamos hasta el fondo del mar. Dicho de otro modo, si se produjera algún cambio en la cantidad de gas existente en nuestras vejigas, moriríamos.
“¡Qué diseño tan maravilloso!”, exclamó Mamerto.
“Como puedes comprobar, amiguito”, continuó el caballito de mar, “Estamos dotado de características perfectas. Los caballitos de mar somos sólo una de las muchas clases de criaturas que existen bajo el mar, y nuestro diseño es un ejemplo de la naturaleza
Cuando terminó de hablar con el caballito de mar, Mamerto regresó con su madre. El maravilloso diseño de esta minúscula criatura le había hecho asombrarse de lo maravillos que es el reino animal.

No hay comentarios: