lunes, 20 de agosto de 2012

El caballito enano

    El caballito enano
    Texto: Cuento de Dora Alonso. Versión: María Luisa Gacía
    Ilustración: Maikel García

    El caballito enano
    Hace mucho tiempo, en un rincón de la finca Arboleda, y a la sombra de las cañabravas, nació un caballito, negro como el azabache y tan pequeño que parecía de juguete. Todos vinieron a contemplarlo de cerca y admirar su belleza.
    La infancia de Pirulí fue muy feliz. Pero un día, al oír a dos hombres decir que no servía para nada, se percató de que todos los demás potrillos habían crecido y eran caballos grandes y útiles; pero él no. Entonces se echó a llorar.
    Su mamá, compadecida al ver la pena de su querido hijito, le dijo dulcemente:
    —Si eres distinto a los demás caballos, eso no significa que valgas menos. Además, cargar serones no es lo único que puede hacerse en la vida… –Y lo animó a buscar su lugar en el mundo.
    Pirulí se fue muy lejos y durante mucho tiempo no se supo de él. Casi nadie lo recordaba. Solo su mamá no lo olvidaba...
    En Arboleda llegó la primavera. Luego el verano. Y le siguió el otoño, con su mal tiempo… Y al entrar el invierno… llegó… ¡el circo!
    —Vengan, vengan, damas y caballeros, niñas y niños, viejitos y viejitas! ¡Aquí está el circo con el gran Piccolino! ¡No hay otro como Piccolino!
    ¡Qué embullo, qué alboroto! En Arboleda no quedó ni un alma. En la gran carpa no cabía una sola persona más. Y, de pronto, ¡allí estaba Piccolino! Negro como el azabache, de rizadas crines y unos ojos grandes y brillantes. Llevaba bridas de tisú de oro, penacho de plumas sobre la frente, y un sillín bordado en hilos de plata. Y era chiquitico, ¡pero tan chiquitico…! Marchaba muy bien, y sabía saludar inclinándose y bailar en dos patas…¡Piccolino era el caballito enano!
    ¡El mundo es ancho para los valientes! ¡Que nadie llore por ser chiquito o grande, flaco o gordo, o feo: por parecer distinto a otros! ¡Cada quien tiene sitio en el mundo, como el caballito enano!

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