La lombriz de buen corazón 
y la semilla tozuda

Érase una vez 
una lombriz que en sus rutas subterráneas siempre se cruzaba con una semilla. La 
lombriz se extrañaba ya que no comprendía cómo tardaba tanto en desarrollarse, 
pues cada vez que pasaba por ahí, allí estaba ella, inmóvil y sin ningún signo 
de crecimiento externo. Pero un día, le picó tanto la curiosidad que no dudó en 
preguntarle:
-Semillita, 
¿por qué nunca creces y te transformas en planta?
-Tengo miedo de 
cambiar –le respondió ella-. No sé lo que habrá en el exterior. ¿Y si alguien me 
pisa?, ¿y si no llueve lo suficiente?, ¿y si algún animal herbívoro me devora?. 
Aquí dentro estoy calentita y a salvo. Me siento muy a gusto en mi refugio. 
Estoy viviendo un sueño... dormidita y tranquilita.
-No es un sueño 
lo que estás viviendo –le respondió la lombriz-. Es como si hubieras elegido 
inconscientemente vivir muerta en vida. Los sueños verdaderos están llenos de 
vida, de entusiasmo y de experiencias y, en ellas, siempre hay un componente de 
lucha, de motivación y de enriquecimiento personal, cuando hemos aprendido de 
los errores y seguimos adelante hacia la opción que consideramos correcta. ¿Qué 
crees que te aportará vivir de espaldas al mundo?. Por el hecho de sentirte 
protegida a toda costa, te pierdes lo mejor: las vivencias y la sabiduría que 
adquirirías, si escogieras ser dueña de tus actos, tomar tus decisiones y 
dejarte llevar por ellas con responsabilidad y con todas las consecuencias.¡No 
te escondas más! ¡Sal y disfruta del sol, de las estrellas, de la brisa y de la 
lluvia!.¡Equivócate!, si es eso lo que temes. Aprende a enfrentarte a tus miedos 
y comprobarás que no es tan duro como crees.          
-¡Qúe rollo 
filosófico!- exclamó la semillita- Me estás invitando a crecer interiormente y 
exteriormente.
-Por supuesto- 
le dijo la lombriz.
-No sé, vivir 
escondida del mundo tiene sus ventajas. Por ejemplo, desconozco problemas.
-¡No seas así! 
–protestó la lombriz-. Los problemas son obstáculos que, una vez superados, nos 
permiten madurar y nos hacen más fuertes. Dejarnos invadir por las dudas es 
otorgarle poder al miedo que nos domina. 
-Pero aquí 
debajo estoy segura y sé que nunca me sucederá nada malo.
-Ni bueno... –le 
dijo la lombriz-. Esa es la emoción de la vida. ¡Ábrete a ella!.¿A qué estás 
esperando?. No desperdicies ni un segundo más y sal al exterior. ¡Explota tus 
posibilidades!. 
-¡Márchate y no 
me compliques la existencia! –le increpó la semilla-. Mi vida es fácil y 
agradable.
-Agradable 
hasta que te pudras... –le dijo la lombriz-¿Crees que siempre podrás controlar 
que todo siga igual en tu mundo?.
-¡Púdrete tú, 
lombriz loca y márchate de aquí!
-Tú lo has 
querido, abandonaré tu santuario, si éste es tu deseo, y seguiré mi camino.
Y la lombriz se 
marchó. Cuando llegó al final del túnel que había excavado, vio la luz del sol. 
Le molestó, pero a pesar de ello, ella sabía que el sol era necesario para el 
planeta y agradeció ese momento cegador. Sin embargo, el peligro acechaba. Un 
pajarillo invadió su terreno y pretendía comérsela. La lombriz luchó 
valientemente por su vida y, cuando el pájaro iba a darle un picotazo, le rogó:

-Por favor, no 
me devores aún, todavía me queda algo importante que hacer. Concédeme una última 
gracia, si lo haces, después podrás comerme.
-¡No estoy para 
tonterías! –amenazó el pájaro-. Tengo mucha hambre. Llevo tres días sin comer.
-Te prometo que 
cumpliré mi palabra –le dijo la lombriz.
-No sé si 
fiarme pero está bien. ¿Qué es lo que debes hacer?
-Convencer a 
una semilla tozuda que se ha empeñado en no crecer. Te juro que cuando lo haya 
hecho, regresaré aquí.
-Has tenido 
suerte, al menos a mí me has convencido ya –le dijo el ave-. Te aguardaré aquí.
-Trato hecho –le 
dijo nuestra amiga lombriz.
Así que el 
valiente insecto se introdujo de nuevo en su medio natural: el subsuelo para ir 
en busca de nuestra semilla obstinada.
-Hola. Aquí 
estoy de nuevo –le dijo la lombriz a la semilla.
-¡Qué pesadita 
eres! –le respondió insolentemente-, aunque, en el fondo, te echaba de menos. 
Eres el único animal que se ha parado a hablar conmigo dos veces para prestarme 
toda su atención.
-La verdad es 
que procuro estar atenta y concentrarme plenamente en mis objetivos –manifestó 
la lombriz-. He venido a convencerte de que salgas afuera y te rindas al cambio.  
   
-¿De verdad has 
vuelto para convencerme? –preguntó ilusionada la semillita.
-Sí, aun a 
costa de mi propia vida. En el exterior me está esperando un pájaro para comerme, 
cuando te haya convencido.
-¿Y serás tan 
tonta de volver a salir?
-Le he dado mi 
palabra. En esta vida, hay que comprometerse con uno mismo y con los demás y ser 
sincero- le respondió la sabia lombriz. 
-Por tanto, 
cuando me hayas convencido, morirás.
-Seguramente sí 
–afirmó la lombriz.  
-Tienes un gran 
coraje.
-Gracias –le 
dijo la lombriz-. Yo no tengo miedo, sólo vivo el presente y en este preciso 
momento mi misión es animarte a que sigas tu proceso evolutivo y decidas crecer 
para experimentarlo.
-Tu valentía 
provoca que haya desaparecido el miedo que me carcomía porque te has convertido 
en un claro ejemplo para mí –le dijo la semilla.
-Eso me 
satisface –le dijo la lombriz-. Así pues, supongo que éstas son mis últimas 
palabras.

-¿Tan 
convencida estás de que hay que disfrutar de cada segundo que, aun sabiendo que 
ahí fuera van a comerte, sigues adelante con tu proceso de cambio en lugar de 
huir y esconderte aquí dentro? –le preguntó la semilla, que ya había empezado a 
echar raíces.
-¿Y convertirme 
en una cobarde?.¿ Y negar mis ideales de valor y compromiso?. ¡Hasta siempre!.¡He 
cumplido mi sueño de verte empezar a crecer!.   
Y partió hacia 
el exterior, donde la esperaba el pajarillo.
-No has tardado 
tanto como me imaginaba –le dijo el pájaro.
-Aquí me tienes, 
tal y como quedamos –le respondió la lombriz.
-Has tenido 
suerte- le dijo el ave.
-¿De qué?, ¿de 
esperar a que me mates? –preguntó el insecto.
-No, mientras 
estabas fuera me he comido dos moscas. Así que ya no tengo hambre y puedes 
seguir viviendo...
-Eso demuestra 
que nunca se sabe... –pensó la lombriz y se marchó más feliz que nunca con su 
nueva amiga a brindarle esta valiosa lección.
 
 
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