MAMÁ, ¡MAÑANA HAGO YO LA CAMA!
Para Nuria en un día cualquiera.
-¡Nereaaa! ¡Son las ocho! ¡Levántate, que llegarás tarde al colegio! - "como siempre", pensó. Era la voz de Gloria, su madre, que gritaba desde el dormitorio, después de haber dado un manotazo al despertador analógico que estaba en la mesilla de noche -. ¿Quieres levantarte de una vez? - encendió la luz y esperó escuchar los ruidos habituales de puertas, lavabo, pero nada perturbaba su despertar.
Se iba a levantar, cuando Nerea, “sorpresivamente”, se asomó a su dormitorio preparada para salir
-No
hace falta que grites tanto, mamá, que no estoy sorda. Me he levantado a
las siete y media, he desayunado y he preparado la mochila y ya estoy
lista – se acercó a la cama, le susurró un inesperado “buenos días
dormilona” y, después de un beso de despedida, añadió- ¿Necesitas algo
antes de que me vaya?
Gloria
se quedó atónita, muda, descolocada, incluso asustada y preocupada. Era
inaudito lo que acababa de escuchar de los labios de su hija. La
reacción no se hizo esperar.
-¿Estás
enferma? ¿Tienes fiebre? ¿Te has dado algún golpe? ¡Es muy temprano
para tomarme el pelo! ¿eh? Sabes que a mí las emociones me afectan
sobremanera – casi lloraba.
Se
había incorporado y sentado en el borde de la cama. Quería continuar
pero su hija abandonaba la habitación y, al momento, sintió cómo se
abría la puerta de acceso a la calle y cómo se cerraba después. Sólo
quedó el silencio y la sorpresa con cientos de preguntas por hacer y sin
contestar.
Miró
el reloj otra vez. Comprobó la hora con el de pulsera. Las ocho y
cinco. Algo no le cuadraba. No era posible un cambio tan repentino en
Nerea si no es por algo grave. Se levantó, se ajustó el pelo en una
coleta, se puso una bata estampada y ligera de primavera, pero al revés,
y fue a la cocina, después al baño y al dormitorio de su hija. “Todo
colocado y en orden”. ¡Pero si hasta había hecho la cama!
¡Las
peleas y los enfrentamientos que había tenido para que se levantara
con tiempo, para que hiciera la cama, para que ordenara su habitación,
para que hiciera los deberes! ¡Eso sí que era el colmo de las peleas! Y
ahora, por arte de magia- se pellizcó en el brazo para comprobar que
estaba despierta y que no era un simple sueño- se había encontrado con
una hija “que no es su hija”, ¡que se la han cambiado! Se tapó la boca
con la mano derecha y todas las dudas se reflejaron en sus ojos.
El
resto de la mañana creó un intenso dolor en el pensamiento de Gloria.
Su única hija de 13 años la había colocado en una situación de
aturdimiento tal que todas las cosas le salían al revés, o mejor dicho,
no le salían. Olvidó el móvil al salir de casa, salió con las pantuflas,
dejó el monedero sobre la mesa de la cocina, no compró el pan, y no la
atropelló un taxi por puro milagro. Era una sonámbula de incertidumbre.
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-¡Ya estoy en casa! –saludó Nerea.
Dejó su mochila en la habitación y se dirigió a la cocina. Su madre la esperaba, desafiante, con los brazos cruzados.
-¿Qué
tenemos de comida para hoy, mamá? – se detuvo al ver a su madre en esa
“postura” de pistolera-.¿Ha pasado algo? – se preocupó.
-Tú y yo tenemos que hablar. ¡Cuéntame la verdad ahora mismo! ¡No me vengas con cuentos de niña de bien!.
-¿Y qué te voy a contar? No tengo nada que decir, bueno, algo sí, ¡que tengo hambre!
Se
acercó a la cazuela que todavía estaba sobre la encimera de la cocina y
la destapó, Un olor a verdura le invadió la cara. Su madre la miraba en
silencio, tenía la sensación de que, en esos momentos, no existían ni
su hija ni ella. Eran extraterrestres.
-¿No
me digas que ahora te gusta la verdura que hace tu madre?-la miró
fijamente, mientras su hija se servía un plato completo y se sentaba a
la mesa.- ¿Vas a comer ese plato y no vas a protestar?. Ah, ah. ¡Aquí
hay gato encerrado!
-No
es que me guste mucho la verdura, mamá -continuó-, pero habrá que
intentarlo alguna vez. ¿No te parece?- y se calló para saborear el
primer bocado.
-¡Ya
sé! ¡Ya lo sé! – exclamó Gloria con aire de triunfo, sentándose también
a la mesa-. ¡Te han echado del Instituto! ¡Ya estás otra vez metida en
problemas! ¡Si ya lo decía yo, esto no puede ser cierto! Cuando tu padre
se entere…
-Mamá.
No me han echado del insti. ¡Y no estoy metida en ningún problema! –
bajó la voz-.Tengamos la fiesta en paz.- pidió-. Come y déjame comer.
Tengo que hacer algunas cosas antes de volver a las clases.- añadió.
-¿Y qué “cosas” son esas? ¿Colgarte del teléfono hasta que eche humo?
-Únicamente unas “cosas” de sociales.- aclaró.
-¿También vas a hacer los deberes? –dijo con incredulidad manifiesta y con la cuchara a medio camino de la boca.
-Tengo
que buscar 10 palabras en el diccionario para Sociales. Serán 15
minutos. Primero te ayudaré a recoger la mesa y me sobrará tiempo.
Nerea habló con una decisión que su madre nunca había notado.
- ¿Quieres que ponga yo el lavavajillas?
-¡Hui…!
Lavavajiiiiiiillass. ¡Qué fina se ha vuelto la niña! ¡Lavaplatos!
Déjalos, que ya los fregaré yo.- Cortó rotunda.- Para dos platos no es
necesario poner la máquina. Vete a la habitación que ya hablaremos
cuando llegue tu padre.- amenazó con el dedo.
-Muy bien. Pues adelante con las soci. – y abandonó la cocina.
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Javier
entró en casa a las nueve de la tarde noche. Gloria y Nerea esperaban
su llegada para la cena. Gloria en el sala de estar, viendo “ Física y
Química” y Nerea, según el pensamiento de su madre, encerrada en la
habitación con sus redes sociales y al teléfono con sus amigas
Dejó el abrigo en la entrada y anunció su llegada como siempre hacía.
-¿Dónde
están las mujeres de la casa?- no contestaba nadie. Avanzó hacia el
salón donde se escuchaba el sonido de la televisión encendida. Gloria se
levantaba en ese momento y recibió el abrazo y beso de cortesía de su
marido. La cara la delataba. - ¿Ha sucedido algo que no sepa estos dos
días que he estado fuera?
-Tu hija…-soltó.
-¿Qué
es lo que ha hecho ahora? ¿Se ha marchado de casa? ¿La has encontrado
drogándose? ¿Has tenido que rescatarla de la comisaría de policía otra
vez? ¿…?- Gloria se soltó de él, sin responder a ninguna de las
preguntas.
-Todavía no lo sé. Pero tiene que ser algo muy fuerte.
-¡Nerea! – fue directo a la habitación de su hija. Esta vez abrió la puerta sin llamar.
Nerea
estaba sentada en su escritorio haciendo deberes de matemáticas. Al
sentir la puerta se giró y al ver a su padre se levantó.
-¡Hola papá! ¿Cómo ha ido el viaje?- se interesó a la vez que lo besuqueaba en ambas mejillas.
-Déjate de zalamerías y dime inmediatamente qué ha pasado.- puso un semblante serio.
-No ha pasado nada – completó con cara de ingenua.
-¡A mí no me puedes engañar, Nerea! - inclinó la cabeza esperando más aclaraciones- ¿Qué estabas haciendo ahora?
-Unos problemas de matemáticas, que no entiendo muy bien.
-¿Matemáticas? ¿Haciendo tú "deberes"? – Javier giró resoplando.
Gloria estaba en la puerta esperando el resultado.
-Alguna
vez se tiene que cambiar, ¿no os parece?- añadió con una pícara
sonrisa-. ¿Cenamos? Mi estómago me está pidiendo marcha.- hizo un guiño
con toda la cara -. Además mañana…
-¿Mañana, qué? – y se encontró con dos rostros inquisitorios repletos de dudas.
-
Tengo que levantarme temprano para repasar el examen de mates… -
susurró y se fue directa a la cocina -. ¡Tortilla! - exclamó -. ¡Con lo
que me gusta a mí la tortilla! – y se sentó a la mesa a esperar ... otro
cuento.
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