METAMORFOSIS
             A los que transforman la sociedad sin perder su libertad
      La
 vida de Proteo ha sido un continuo cambio, una inusitada transformación
 que lo ha llevado a representar los más variopintos papeles. Una 
existencia excitante con  continuas modificaciones y siempre con un 
objetivo muy claro: asegurar su futuro en la máxima libertad.
     
 Perteneció a múltiples asociaciones. Estuvo abonado en equipos de 
fútbol, en tribuna. Se relacionó con la flor y nata de la sociedad del 
puro y las pipas hasta que  un exaltado le propinó un cabezazo en la 
nariz  por discrepar por un penalti señalado. Cambió de estrategia  y…
     
 Se alistó en la legión extranjera de Francia. Era fuerte y pensó que 
soportaría sin ningún problema las exigentes pruebas a las que sería 
sometido. Cierto. Todo  fue superado menos la pérdida y sustitución de 
su nombre propio por una secuencia numérica 
     
 Podríamos continuar con ONGs, partidos políticos de diferentes 
tendencias, sindicatos, asociaciones numerarias, etc. Ninguna satisfizo 
aquella necesidad perentoria de ser algo nuevo, algo superior, algo que 
lo colocara en ventaja sobre el resto de los mortales.  Y cansado de no 
alcanzar el objetivo…
     
 Se convirtió en pájaro. Comenzó por integrarse en una bandada de 
gorriones y pardales. Una experiencia nueva que le obligó a dormir en 
libertad, al sereno,  en la rama de una acacia japónica. Pasó frío, 
mucho frío. Era incapaz de esconder la cabeza debajo del ala. Y los 
resfriados hicieron mella en su salud. La gripe lo mantuvo en una 
tiritera continua y gracias a los cuidados de unos pocos gorriones que 
le proporcionaron el pan en  forma de granos, salvó su vida. 
     
 Las palomas de la ciudad lo acogieron, primero con desconfianza, 
después, indiferencia absoluta. Se sumó a la manifestación de los loros 
escapados del zoo. Fue una relación más fluida al tener  la posibilidad 
de hablar con ellos en su idioma. Lo invitaron a su hogar colgado de las
 palmeras más frondosas y  acabó odiándolas. Sus pies, sin la destreza 
de sus congéneres, soportaron dolorosos pinchazos hasta que ya no pudo 
más y volvió a su libertad y …
      Emigró en busca de águilas reales, la libertad de las altas cumbres y, allí…
     
 Se alistó en las bandadas de grullas y cigüeñas que surcaban los cielos
 en busca de lugares más cálidos. Y el calor lo transformó…
     
 Regresó a las ciudades y quiso probar suerte con los jilgueros. Qué 
portento de garganta. Sus trinos lo transportaron a través de la música e
 hicieron que  poco a poco se convirtiera en  su protector. Conciertos  a
 las tardes,  recepciones  multitudinarias, y, cuando el sol, al 
atardecer, quemaba su intensidad, llenaban el campo de melodías que 
invitaban a la solitud y a la  despreocupación.. 
     
 Y así cayó en la trampa. Una liga pegajosa enganchó sus pies desnudos 
entre las copas de los cardos del camino y se convirtió en prisionero. 
Tanta libertad que había disfrutado y todo para quedar atrapado entre 
los  barrotes de una pequeña jaula expuesta en un balcón. Intentó 
comunicar con el humano, explicarle que él no era como los pájaros, que 
era también un humano libre. Inútil toda tentativa. La única esperanza, 
un descuido, una portezuela abierta a libertad, pero no llegó. 
     
 Pasó el tiempo y la prisión se convirtió en casa. Su adaptación fue 
cada vez más perfecta. Sus patas se estilizaron  y podía asirse 
perfectamente a los palos transversales. Su cuerpo se había cubierto de 
plumas de colores llamativos  y el pico, al igual que una flauta mágica,
 elaboraba los primeros trinos de la primavera.
      Y las palabras se olvidaron y la libertad se convirtió en su sueñ






 
 
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