domingo, 30 de septiembre de 2012

:::Las voces del cuerpo:::

:::Las voces del cuerpo:::

Partes del cuerpo humano y cráneo dibujado
El estado de los conocimientos lingüísticos acerca de las hablas ínsuloamazighes aún no permite dar cuenta de toda su nomenclatura anatómica. Disponemos de un caudal de voces más o menos numeroso para lo que cabría esperar, aunque entre el material que todavía queda por investigar aguardan sin duda muchos otros vocablos que han de completar esas denominaciones corporales. Este artículo, por tanto, seguirá abierto por mucho tiempo y esperamos que poco a poco nuestros pacientes modelos, Guetón y Texenery, recuperen la memoria y nos enseñen algo más sobre las piezas que integran nuestro organismo.
Los cronistas antiguos no dejaron un catálogo específico sobre esta materia. La mayoría de las palabras aparecen en compuestos o fueron aplicadas a situaciones y objetos con los que guardaban alguna correspondencia, como se verá en la explicación que vamos a mostrar en la veintena de asientos que hemos podido reunir.
OSAMENTA
taghissa. s. f. sing. Esqueleto. || Pese a que el análisis no termina de ser concluyente, pues la vocal inicial del registro documental induce a la duda, la mejor referencia para el ‘conjunto óseo del cuerpo humano’ ha llegado hasta nosotros con la memoria de una guanchita de 6 años, Itahisa, vendida como esclava en Valencia.
CABEZA
axfe. s. m. sing. Cabeza. || En muchos dialectos, y también en Canarias, la pronunciación corriente del fonema posterior, tanto en su versión sorda (x) como sonora (gh), se relaja hasta casi desaparecer, por lo que la dicción más frecuente se convierte en afe. Así ocurría, por ejemplo, con el nombre del famoso jefe canario Gumidafe (gummad´_axfe, ‘jorobado’), que remite a una ‘cabeza desviada, torcida o fuera de su posición natural’.

keyye. s. m. sing. Cráneo. || Los paralelos continentales todavía vigentes muestran este concepto en femenino (takeyya), aplicado también al ‘vértice o parte más elevada de la cabeza’. Nuestro insulismo figura en el nombre de un jefe gomero, Aberbequeye (aberwwi_keyye, ‘cráneo hundido’), por lo que el uso del masculino, si atendemos a la relación que la lengua amazighe establece entre el género y el tamaño, lleva a pensar que este buen hombre no debía tener una cabeza precisamente pequeña.

kanar. s. m. sing. Frente. || Aunque haya llegado a nosotros con el uso figurado de ‘vanguardia’ o ‘valientes’, que tal parece ser el sentido del etnónimo canario (kanar-at), su significado primario alude a la ‘frente grande’ (como corresponde al valor aumentativo del masculino). Pero si esta hipótesis fuera incorrecta, disponemos también del nesónimo Tenerife (tener_efey), donde contamos con una variante abreviada [N•R], ahora en femenino, que además se repite en el antropónimo de un afamado guerrero teldense, Nayra (nara), armado sobre otra variante que se vuelve a inclinar por la acción de ‘guiar’ o ‘estar al frente’.

timmi. s. f. sing. Ceja, ceño. || El topónimo herreño Timijiraque nos proporciona una de las acepciones de este lexema [M•(Y)], quizá la que presenta una aplicación más humana. Porque el Time (timmäy) o ‘eminencia orográfica’, que podemos encontrar aún en la geografía de La Palma y Gran Canaria, se acomoda mejor a la ‘frente o frontal de una montaña’.

urgan. s. m. pl. Bordes de los párpados. || La toponimia gomera ha conservado este elemento del rostro como denominación de una degollada, Hurgan, algo que también sucede con algún valle continental (Ûrgan, en el Adrar).

ted´t (f.), pl. allen (m.). s. Ojo(s). || Gracias a que este órgano de la visión se asemeja también a una ‘fuente’, es decir, en ambos casos se trata de un ‘agujero por el que mana un líquido’, la toponimia ha preservado los dos números de esta designación. Tedeta, un manantial ubicado en Vallehermoso (La Gomera), Olen, otro venero más en Mirca (La Palma) y algunos barrancos llamados Alen en Tenerife y La Palma, confirman incluso la conexión semántica entre el ‘ojo’ y la ‘fuente’ (común también en otras lenguas, como el árabe).

gurmad´. adj. m. col. Orejas (pequeñas). || De momento, no es posible presentar una denominación concreta. Sólo hemos localizado este adjetivo, que distingue unas ‘orejas cortas (en animales) o pequeñas (en personas)’.

tinzer, pl. tinzar. s. f. Nariz. || Una vez más, la toponimia, muy tributaria en todo el mundo amazighe de las figuras anatómicas, nos brinda nuevos ingredientes corporales. Tíncer, en Tenerife, y el valle de Tiniçara, en La Palma, añaden a nuestra lista el singular y plural de este apéndice cartilaginoso.

timit. s. f. dim. Boca pequeña. || El pueblo sureño de Chimiche (Timitt), en Tenerife, nos permite restituir la forma amazighe más común para esta cavidad, imi, pl. imawen.

tazirga. s. f. Muela(s). || El nombre de la intérprete palmera María Tazirga proporciona el nombre de esta pieza dental, aunque no hallamos todavía suficientes elementos de juicio para concretar su número.

geya. s. m. sing. Mandíbula, pómulo, mejilla, moflete. || Un popular héroe gomero Gralhegueya (gdal_x_geyya, ‘protege la mandíbula’), nos traslada un espacio lateral de la cara que no alcanzamos a definir con exactitud.

amar, f. tamart. s. Mentón, barba. || La montaña palmera de Tamarajoya (tamart_taghya, ‘barba espesa’), las tierras gomeras de Tamargada (tamart_gadaw, ‘barbilla bermeja’) o el macizo mahorero de Famara (f-amar-a, ‘gran mentón’) recogen ambos géneros de la prominencia inferior del cráneo.
Para rematar la descripción, tal vez resulte oportuno agregar las ‘cabelleras’, que no sólo eran signo de ‘nobleza’:

tizikkizt. s. f. col. Cabellera. || Con la típica palatalización tinerfeña de la dental inicial, chizikkizt, y la marca estatutaria (a)ši prefijada, es fácil reconocer aquí la ‘calidad opulenta’ que caracterizaba al estamento dominante en la sociedad isleña.

kebegh. s. m. sing. Título de dignidad reservado al jefe principal. || Símbolo de ‘fertilidad’ y ‘nobleza’, esta ‘cabellera abundante’ constituía el tratamiento más distinguido para el mencey.

nazd´. s. m. sing. Pelo, cabello. || El nombre de un muchacho, Nast, vendido en Valencia nos ofrece una versión más de los filamentos pilosos que crecen entre los poros de la piel.
TRONCO
iguma. s. m. pl. Fig. Espaldas, torso. || La poderosa envergadura del valiente canario Adargoma (addar_guma, ‘espaldas de risco’) quedó perfectamente reflejada en un compuesto que retuvo, junto a la versión más frecuente de ‘montaña’ o ‘risco’ (addar), el ‘pivote’ o ‘tronco (de árbol)’ que algunos dialectos continentales señalan con la voz agum, pl. iguma o igumen.

aruré, arerú. s. m. sing. Espalda. (2) Región lumbar. || Como sucede en Marruecos, Níger o Malí, estas dos variantes gomeras del aruru ‘dorsal’ también tomaron asiento en la toponimia para significar una ‘colina o loma fuertes’, ‘montaña’, etc.

tuffut, tfufayt. s. f. dim. sing. Seno pequeño. (2) Pezón. || Expresiones para denotar ‘hinchazones o bultos’ que semejan un seno de tamaño reducido menudean todavía en el habla isleña. Voces como chipote, chufo, tufo o totufo nos regalan la posibilidad de restituir un primario ufuf, pl. uffwan, ya en masculino, para indicar un ‘pecho, teta o mama’ de mayor dimensión. Porque la cotufa (o ‘palomita de maíz’) y el chichofe, una ‘marca en forma de verruga que se le hace a las cabras’, retuvieron mejor la imagen del extremo que sobresale en los pechos.

tasa. s. f. sing. Hígado. (2) Boca del estómago, plexo solar. (3) Fig. Corazón. || El noble guerrero canario Atazaicate (a-tasa_ikahat, ‘gran corazón’) nos confirma una información sociolingüística muy interesante. En la cultura amazighe, tanto continental como insular, el ‘hígado’ o las ‘vísceras’ sirven para hacer referencia al ‘centro de los sentimientos más fuertes’, como el ‘coraje’ o el ‘amor materno’.

tabûtat. s. f. sing. Ombligo. || Otra niña guanche vendida en Valencia como esclava, Chabuta, nos brinda la versión más segura para esta cicatriz del vientre.

sonfa. s. m. sing. Fig. Ombligo. || Sólo documentada en un registro (zonfa) muy tardío, a comienzos del siglo XIX, tenemos también esta otra representación del ‘agujero’ que deja en nuestro cuerpo el corte del cordón umbilical.

tafurast. n. vb. f. sing. Vulva, vagina. || La ‘abertura o grieta’ externa del aparato genital femenino fue designada en Tenerife con el mismo vocablo (tafuriaste) que el ‘tambor’, al fin y al cabo un ‘cilindro hueco cubierto con una piel estirada por una o las dos bases’.

firgan. p. p. m. sing. Pene. || El ‘tallo o nervio central de la chumbera’, ‘cualquier palo largo’ y una ‘persona alta y flaca’, que todas estas referencias toma el participio pirgan, pírgano, pirgua, pirguan o pírguano, también derivan del verbo ‘levantar’, base de esta denominación mahorera del miembro viril.

bizza. s. m. sing. Pene. || Aun deformada en la voz pisallo, el habla de Tenerife mantuvo esta designación genital, aunque con aplicación no tanto para los hombres como para los animales.

zirik. s. m. sing. Fig. Pene de los niños. || Una ‘cuerda fina o cuerdecilla’ aporta aquí la imagen infantil del órgano genital masculino, vertida en Tenerife como sirica.
EXTREMIDADES
ey. s. m. sing. Brazo. || Una vez que hubo quedado manco, Mayantigo, jefe de la comarca palmera de Adirane, recibió el nombre que reflejaba su nueva situación física: su ‘medio brazo’ le confirió el apodo Aganeye (azgan_ey).

fus. s. m. sing. Mano. || El ‘mayorazgo’ o ‘primer heredero’ que recoge la fórmula canaria punapal (fus_nafal, ‘llevado de la mano’) nos revela la típica expresión panamazighe para esta extremidad.
ñoño. s. m. sing. Dedo del pie. Ú. m. en pl. || ¿A quién no le han pisado alguna vez los 'dátiles'? Pues, en Gran Canaria, La Palma y Tenerife, se conservó este 'hueso de dátil' o innew, bien conocido en el habla de los ayt Ayyache, en la zona septentrional del Marruecos central. Por extensión, en Gran Canaria se adjudicó también al 'pie grande' y en La Palma, a la 'persona con una mandíbula inferior más saliente que la superior'. La variante tinerfeña ñáñigo, hoy ya con poco uso, insiste en esa reduplicación del tema, nnew-nnew, acaso como expresión de un sentido colectivo.
chícano. s. m. sing. Músculo desarrollado. (2) Hueso largo. || También pronunciado chíscane, chíscano o chízcano, este šikan alude en realidad a la ‘pierna’.
Pero, como es natural, parece obligado completar esta descripción de la maquinaria humana con la pertinente alusión al principal combustible vital:

ddem, pl. idamman. s. m. Sangre. || Por dos vías tenemos bien acreditado este concepto, casi siempre usado a través del valor genérico de su plural y como representación del ‘parentesco’: Attidamana (atti_idamman, ‘transmite la herencia’), el nombre de la isleña que unificó la jefatura canaria, y en el segundo verso de la célebre endecha cantada también en aquella isla (May-ik gwere, dem-a 'ši h´anyi, lit. ‘tu madre está muerta; la sangre ha dado el cuello’).

:::El guirre:::

:::El guirre:::

Cabeza de guirre y guirre volando
Guirre. m. Alimoche común o abanto (Neophron percnopterus). Ave rapaz de la familia de los Falcónidos, recibe este nombre por su capacidad para lanzar objetos que coge con el pico. En particular, posee la habilidad de tirar piedras para romper la cáscara de los huevos y alimentarse de su contenido. Sin embargo, encuentra en la carroña su régimen nutricional más importante, ayudando a mantener limpio el campo de toda clase de animales muertos.
Hoy en día casi ha desaparecido de Canarias y sólo queda una representación menguante en Lanzarote, Alegranza y Fuerteventura, isla donde se ha sedentarizado y convive con ejemplares africanos y europeos que suelen migrar en invierno hasta allí.
Este pequeño buitre, la única ave necrófaga de Canarias, llega no obstante a alcanzar los 70 centímetros de altura y algo más del metro y medio de envergadura, con un peso que ronda los dos kilos.
Las fuentes etnohistóricas nos informan de su amplia distribución por el Archipiélago en tiempos antiguos. Cuando habla «De las cualidades y propiedad [de] Los Canarios i la isla [de Gran Canaria]», el cronista Pedro Gómez Escudero [(ca. 1484) 1993: 437] hace referencia a «[...] unas aues menores que pauos, tienen el pico amarillo i pies, son maiores que los de Spaña que llaman quebrantagüezos, es aue mui sucia, busca las inmundicias, cría en los riscos i es aue temida, llaman los Guirhes». También Abreu Galindo [(ca. 1590, III, 4) 1977: 270] registra su presencia en La Palma con ocasión del relato de un ceremonial religioso:
Y tenian tanto temor no cayese y los matase, que no obstante que aunque cayera no les podia dañar por estar las moradas de ellos muy apartadas; por solo el temor acordaron que de todos los anímales que matasen para comer diesen aYdafe la Azadura; y assí muerto el anímal, y sacada la azadura se yban con ella dos personas, y llegados donde el roque decían, cantando el que lleuaba la azadura Y Yguída, y Yguan Ydafe, que quíere decír: Dice que caerâ Ydafe. Y respondía el otro cantando: Que guerte yguan taro: que quíere decír, dalelo que traes, y no caerâ. Dícho esto la arrojaba, y daba conla azadura, y seyban, la qual quedaba por pasto para los cuerbos, y quebrantahuesos, que en estaYsla llamaban Guírres.
Ilustración de un guirre posado en tierra
En la actualidad es un ave muy amenazada por diversos factores nocivos, ligados en su mayor parte a los cambios económicos de la sociedad y sus efectos sobre el delicado equilibrio ambiental de las Islas.

Fuentes

ABREU GALINDO, Juan de. d. 1676 (ca. 1590). Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria. Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [Existe edición moderna realizada por el Dr. A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya en 1977].

GÓMES ESCUDERO, Pedro. (ca. 1484). Libro segundo prosigue la conquista de Canaria, en F. Morales Padrón (1993: 383-468).

Bibliografía

MORALES PADRÓN, Francisco (ed.). 1993 (1978). Libro segundo prosigue la conquista de Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular, 2ª ed.

Enlaces de interés

Autor: Ignacio Reyes

:::Attidamana:::

:::Attidamana:::

Attidamana hablando a varios canarios
Suele suceder en las comunidades antiguas que la historia, la leyenda y el mito a menudo entrecruzan sus fronteras. Sus ingredientes se mezclan y conforman una realidad tal vez un tanto confusa para nuestra mentalidad analítica, pero muy vívida y tangible para aquellas gentes y su devenir cotidiano. Más que en otro momento de la evolución humana, la memoria alienta entonces como un conjunto de conocimientos y creencias en torno al mundo, la naturaleza social de la persona y el sentido de la existencia. Pero, con alguna frecuencia, ocurre que buena parte de la información disponible en la actualidad acerca de ese pasado proviene de fuentes extranjeras. Datos geoestratégicos y noticias socioculturales constituyen sus principales objetos de interés, más orientados –qué duda cabe– a preparar expediciones de conquista y colonización que a extender los confines del entendimiento y la convivencia. Por todo esto, es preciso proceder siempre con mucha cautela a la hora de examinar el contenido y el alcance social de esas narraciones, que desempeñaban un papel muy destacado en la definición de las identidades colectivas.
Y la fijación de un antepasado común (real o mítico) ocupó quizá la posición más importante entre esos mecanismos de integración, pues a partir de este antecesor se establecían los lazos genealógicos que configuraban los linajes, clanes y tribus donde el sujeto adquiría su condición de ser humano. Porque la personalidad individual se forjaba como una simple expresión de la consciencia colectiva. El linaje, por ejemplo, un grupo de parientes que remontan su filiación a un ascendiente concreto y compartido, no aportaba tan sólo un eslabón en una cadena más amplia de allegados. En realidad, era el verdadero depositario de ciertos bienes, derechos y obligaciones.
La historia de Attidamana nos ilustra precisamente acerca de esta constitución segmentaria de las antiguas sociedades isleñas, como ya nos anuncia el sentido de su nombre, ‘(la que) transmite la herencia’. Las crónicas coloniales cuentan que se trató de una doncella galdense muy persuasiva, inclinada a mediar en las frecuentes disputas socioeconómicas que solían agitar a los jefes (varones) de las diversas fracciones tribales de la Isla. Pero éstos, conforme pasaron los años, prestaron menos atención a su arbitraje y persistieron en las querellas intestinas. «Afrentada de haber sin ocasión perdido el crédito», según nos explica Juan de Abreu Galindo (ca. 1590, II, 7, fol. 46v), decidió casarse con Gumidafe (‘Jorobado’), uno de estos jefes, residenciado también en la próspera comarca de Gáldar, justo en unas cuevas que poseían la nada casual denominación de Facaracas (o ‘Gran Can’, la constelación de la estrella Sirio que regía la organización calendárica insular). Ambos «hicieron guerra a todos los demás capitanes» y colocaron la Isla bajo su dominio.
Parece haber heredado dicha autoridad centralizada un hijo del matrimonio, Artemi (‘Hunde’), que desempeñaría esta responsabilidad cuando, a comienzos del siglo XV, Jean de Béthencourt comenzó la ocupación europea de las Islas. Otras fuentes, en cambio, apuntan que el poder recayó en dos hijos del matrimonio (o bien de Artemi, esto no queda claro), que gobernaron sendas parcialidades desde Gáldar y Telde, respectivamente. Y así sería hasta la finalización oficial de la conquista de Canaria en 1483.
Para designar esa alta dignidad institucional se acuñó la expresión gua(d)narteme (‘éste (de aquí es) de Artem’), de manera que el ejercicio de la jefatura quedara expresamente vinculado al primer mandatario único, descendiente directo de los unificadores o, tal vez, otro nombre por el que fue conocido Gumidafe. Se consumaba así la apropiación de funciones políticas por el linaje que desde entonces se apellidó Mídeno (‘los humanos legítimos’) y reservó a sus miembros el título de Semidán (‘honorable’), aunque sólo a las mujeres correspondía la transmisión de esa herencia.

Fuentes

ABREU GALINDO, Juan de. d. 1676 (ca. 1590). Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria. Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [Existe edición moderna realizada por el Dr. A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya en 1977].

Autor: Ignacio Reyes

:::Así se saludaban:::

:::Así se saludaban:::

Manos pintadas en la pared, de origen africano
En la historia del África amazighe, pocas influencias han causado un impacto tan amplio y profundo como la arabización iniciada en el siglo VII. Con anterioridad, fenicios, griegos o romanos ya habían cruzado improntas con aquellas poblaciones. Incluso, sus antepasados libios o mashwash también se relacionaron con pueblos del Oriente Próximo. Pero la colonización islámica introduciría cambios determinantes en la composición de su tejido cultural. La lengua árabe fue impuesta como instrumento de cohesión ideológica y política en las sociedades conquistadas, por lo que el idioma original, la tamazight, ha quedado progresivamente relegado a una vida más doméstica. Muchas costumbres y tradiciones ancestrales también se han visto alteradas o han desaparecido bajo el peso de esta nueva realidad.
En las últimas décadas, un creciente proceso de afirmación cultural intenta desarrollar y, en su caso, restablecer la identidad amazighe de esas poblaciones. Para ello, se practican algunos esfuerzos en el sentido de avanzar hacia la creación de formas idiomáticas comunes (coiné), pero su extraordinaria riqueza dialectal no siempre facilita una intercomprensión plena. Además, la política de arabización lingüística de la mayoría de los gobiernos del área, y en ocasiones incluso la abierta represión social, dificultan aún más esa estrategia reivindicativa.
Aunque apenas proporciona un reflejo anecdótico, un ejemplo de este empeño se observa en la rápida difusión de la voz meridional ahul, pronunciada azul en otros dialectos, como expresión de ‘saludo’. Inclusive en Canarias, donde no se ha documentado en las fuentes antiguas, también ha adquirido cierto arraigo. Con todo, un historiador a menudo muy bien informado, el médico teldense Tomás Marín de Cubas (1643-1704), recogió en el siglo XVII unos enunciados propios de la isla de Gran Canaria. El fragmento en cuestión se puede encontrar en su Historia de las Siete Yslas de Canaria (1694), más concretamente en el capítulo XVIII del libro II, dedicado a la «Naturaleza, costumbres y exercicios de los canarios»: «[...] entrando en las Casas ô Cuebas saludan diciendo Tamaragua, y respondia Sansofi, que significa aqui biene el huesped, pues sea bien venido» [fol. 78r].
El testimonio no puede ser más preciso, tanto en su forma como en su significado. Hoy, la restitución científica puntualizaría las fórmulas del siguiente modo:
(a) tamaragua = da_marag, ‘aquí (está) el huésped (o vecino)’;
(b) sansofi = ssan_sufi, ‘para el que sea lo mejor’.
Respalda esta información de Marín, por lo menos en parte, un documento de gran valor redactado en la centuria anterior. En el capítulo LIX de su Descrittione et historia del regno de l’sole Canarie (1590), el ingeniero italiano Leonardo Torriani (ca. 1560-1628) copió un par de endechas compuestas en aquel amazighe insular del siglo XVI. En una de ellas, precisamente en la que atribuye a la isla de Gran Canaria, registra el concepto maragà [fol. 82r]. Su traducción, que recoge no tanto la literalidad como el sentido general de esos cantos, aporta una aproximación muy razonable: ‘bien venido’. Ya sabemos, por Marín y por el análisis interdialectal, que su campo semántico real se relaciona con la ‘vecindad’, pero de nuevo aquí aparece en un contexto de salutación: «Aicà maragà», es decir, ‘¡Oh! A ti, el huésped’.
Así, pues, como impone este tema, parece oportuno despedirse en esta ocasión con tihulawen aggôtnen, es decir, ‘muchos saludos’.

Fuentes

MARÍN DE CUBAS, Tomás. 1694. Historia De las Siete Yslas de Canaria Origen Descubrimiento y conquista Dividida en Tres Libros compuesta por D. Thomas Arias Marin y Cubas natural de Telde ciudad en la Ysla de Canaria. Año, de 1694. [Copia de Agustín Millares Torres (1879), en El Museo Canario, ms. I-D-15/16. Existe microfilme en la Biblioteca Municipal de S/C de Tenerife, ms. 192].

TORRIANI, Leonardo. 1590. Descrittione et historia del regno de l'isole Canarie gia dette le fortunate con il parere delle loro fortificationi, en D. J. Wölfel (ed.), Die Kanarischen Inseln und ihre urbewohner. Eine unbekannte Bilderhandschrift vom Jahre 1590. Leipzig: K. F. Koehler, 1940.

Autor: Ignacio Reyes

:::La mujer isleña:::

:::La mujer isleña:::

Ídolo de Tara, con imágenes cotidianas de la mujer isleña al fondo
Pese a lo precarios y confusos que suelen ser los testimonios etnohistóricos y arqueológicos, no son pocas las pruebas que evidencian la influencia y el prestigio de la mujer en la antigua sociedad isleña. Aunque conviene tener mucho cuidado con las generalizaciones, los datos disponibles llevan a pensar que la organización social estuvo muy ligada al matriarcado, es decir, que aspectos como el parentesco, la herencia o la residencia se establecían por línea materna.
La documentación europea del siglo XVI nos transmite el nombre dado a la mujer en Tenerife, aunque podemos presumir que en el resto de las islas el enunciado sería similar, pues incluso se usa todavía hoy en los dialectos continentales. Ese vocablo era chamato, pronunciado con la típica palatalización tinerfeña de la t (= ch). En realidad, se trata de un compuesto cuya dicción correcta resulta bastante más difícil para un isleño actual. En todo caso, quizá sea más revelador su significado. La etimología de este concepto de mujer tiene que ver con el ‘origen’, con la ‘matriz’ que genera el ‘lazo consanguíneo’ en el que se funda un parentesco y que, además, ella ‘amamanta’. Por tanto, como sucede en el conjunto de la cultura amazighe (o bereber), se concibe a la mujer como el ser que ampara la vida y proporciona una determinada filiación social a las personas que integran una comunidad.
Las fórmulas a través de las cuales se concretó esta fuerte ascendencia de la madre (ma) fueron diversas. En Lanzarote hallamos la circunstancia más peculiar: la mujer tenía tres maridos, cada uno de los cuales servía a la familia de la esposa durante un mes. Pero también las adopciones, incluso de extranjeros, se sellaban con lo que se conoce como ‘pactos de colactación’, por el cual la familia anfitriona y el huésped bebían la misma leche (que, en un principio, aportaba la matrona de la familia).
La expresión del respeto y la consideración que merecían las mujeres llegó a situaciones como la implantada en Tenerife, donde ningún hombre podía aproximarse y hablar a una mujer en un lugar solitario. En otras islas, como Erbane (Fuerteventura), dos mujeres –madre e hija, al parecer– intercedían en los conflictos políticos y regían los ceremoniales. Una de ellas tenía por nombre Tamonante, cuya traducción literal es ‘la que deletrea’. Esto presupone que era depositaria de un saber muy importante: la lectura. En la cultura amazighe, la escritura carece de vocales, puntuación o separación entre las palabras, lo que convierte la lectura en un ejercicio que requiere cierto adiestramiento, ya que un mismo texto puede contener varios mensajes diferentes. Y es que la mujer constituye el centro no sólo de la reproducción biológica, sino de la vida doméstica y cultural.

Bibliografía

PÉREZ SAAVEDRA, Francisco. 1997 (1982). La mujer en la sociedad indígena de Canarias. Tenerife: CCPC, 4ª ed.
Autor: Ignacio Reyes

:::Le Canarien:::

:::Le Canarien:::

Guadarfía se rinde a Béthencourt en un grabado de Le Canarien
Durante buena parte de los seis siglos que nos separan del inicio de la Conquista, se aceptó al caballero normando Jean de Béthencourt como primer conquistador de las Islas. El motivo es el siguiente: hasta hace relativamente poco tiempo, los hechos se documentaban en una versión de Le Canarien más parecida a una crónica familiar de los Béthencourt que a la descripción objetiva de los hechos, obra de los clérigos y cronistas de la expedición Bontier y Le Verrier. A falta de otros documentos con los que poder compararla, la versión de Béthencourt fue la que se aceptó inicialmente.
Este cotejo no sería posible hasta finales del S. XIX, cuando el British Museum se hizo con una versión de Le Canarien redactada por Gadifer de la Salle, compañero de andanzas de Béthencourt. En ella, Gadifer pone en evidencia la mala conducta del supuesto primer conquistador, le resta méritos y, en gran medida, considera la empresa como propia.
El texto de Gadifer habría pasado desapercibido de no haberse comprobado que era anterior al de Béthencourt. Al parecer, fueron los descendientes del laureado como primer Señor de Canarias los que se hicieron con el relato original y lo modificaron con tal de enaltecer la figura de su antepasado.
Ambos textos, el de Gadifer y el de Béthencourt, tienen como fuente primaria las efemérides que, sobre la marcha, anotaban los ya mencionados frailes de la expedición, Bontier y Le Verrier. Desgraciadamente, ese documento no ha llegado hasta nuestros días y nos tenemos que conformar con el alegato de Gadifer y la réplica de Béthencourt, con todas las limitaciones que eso conlleva.
Béthencourt, con grabado de Le Canarien al fondo
Pese a todo, las Crónicas francesas siguen siendo básicas para el conocimiento de la historia de la Conquista. Si el lector es capaz de afrontar la lectura de los textos de forma crítica, podrá descubrir, bajo la capa de intereses de uno y otro, los pasajes más importantes del inicio de la invasión europea de las Islas: la llegada de los franceses a Lanzarote y los tratados con el jefe isleño Guadarfia; el primer desembarco en Fuerteventura y el viaje de Béthencourt a España, cuyo objetivo no era otro que el de solicitar socorro a Enrique III de Castilla. Este episodio sería el origen de las rencillas entre los dos conquistadores: mientras Béthencourt permanecía en España rindiendo homenaje al rey, asegurándose así la propiedad de las Canarias, Gadifer se quedaba en las Islas padeciendo incontables penalidades y defendiendo sus posesiones sin obtener nada a cambio.
En Le Canarien también se narran las disputas entre los franceses y los habitantes de Lanzarote; la peregrinación de Gadifer por todo el Archipiélago; el retorno de Béthencourt a las Islas y el sometimiento final de Guadarfia y los jefes de Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, ya sin Gadifer en las Islas.
Los antiguos isleños vistos por los europeos
Las Crónicas francesas nos han aportado numerosos testimonios sobre la vida y las costumbres de los antiguos isleños. De los habitantes de La Palma, por ejemplo, aseguran que eran «gentes hermosas y se alimentan sólo de carne» [LC (d. 1494) 2003: 332]. También señalan que en La Gomera se «habla el más extraño lenguaje de todas [las Islas] [...], pues hablan con los bezos como si carecieran de lengua» [LC 2003: 335].
Le Canarien apunta que en las tierras más altas de El Hierro «hay unos árboles que gotean constantemente agua buena y clara, que cae a unas fosas junto a ellos» [LC 2003: 331], y que Tenerife es un país donde «La tierra es muy buena para cualquier cultivo. Sus numerosos habitantes son el pueblo más intrépido de cuantos viven en las islas, y nunca fueron asaltados ni reducidos a servidumbre como los de las demás islas» [LC 2003: 336].
De los canarios, las Crónicas destacan que «Tienen muchos animales, como cerdos, cabras y ovejas, y unos perros salvajes que parecen lobos, pero son más pequeños» [LC 2003: 340].

Fuentes

LC = 2003. Le Canarien. Manuscritos, transcripción y traducción. Ed. de Berta Pico, Eduardo Aznar y Dolores Corbella. Tenerife: Instituto de Estudios Canarios.

Bibliografía

CIORANESCU, Alejandro. 2004. Crónicas francesas de la conquista de Canarias. Le Canarien. Idea.

LC = 1960 (1480-1490). Le Canarien. Crónicas francesas de la consquista de Canarias. II. Texto de Juan V de Bethencourt. Traducción y notas por E. Serra Ráfols y A. Cioranescu. La Laguna / Las Palmas de Gran Canaria: Instituto de Estudios Canarios / El Museo Canario. (Fontes Rerum Canariarum, 9).

LC = 1965 (1420). Le Canarien. Crónicas francesas de la consquista de Canarias. III. Texto de Gadifer de la Salle. Traducción y notas por E. Serra Ráfols y A. Cioranescu. La Laguna / Las Palmas de Gran Canaria: Instituto de Estudios Canarios / El Museo Canario. (Fontes Rerum Canariarum, 11).
Autor: Néstor Bogajo

:::Atanausú:::

:::Atanausú:::

Tanausú y guerreros auaritas preparados para el combate
Seguro que uno de los sitios más abruptos de Canarias es La Caldera, en la isla de La Palma. Los antiguos isleños le pusieron por nombre Aceró, que significa precisamente ‘fortaleza natural’, por esa forma de olla rodeada de paredes rocosas. Estas condiciones permitieron a su gente resistir durante más tiempo la invasión de los castellanos, siendo así que fue el último territorio conquistado de aquella isla.
En esa época, el jefe de este bando era llamado Atanausú, lo que en español quiere decir ‘el que razona bien’. Hombre valiente, primero se distinguió por defender esa comarca de los ataques de su tío Atogmatogma, jefe de un cantón que se extendía desde el barranco de Hiscaguan hasta Tijarafe. Era la región más importante de la Isla, tanto por su extensión como por el número de sus habitantes, aunque más difícil de defender que Aceró. Con la ayuda de algunos primos suyos que gobernaban en otros bandos, Atanausú presentó tal oposición a su tío que a éste casi le cuesta la vida. Al final, Atogmatogma tuvo que desistir de sus planes y todos acordaron las paces.
El mismo coraje mostró Atanausú contra los castellanos, utilizando su aventajado conocimiento del terreno para repeler la invasión de las tropas extranjeras. Después de comprobar que no obtendría la victoria luchando en un terreno tan agreste, el capitán castellano, Alonso Fernández de Lugo, decidió tender una emboscada a Atanausú. Para ello, concertó una entrevista de paz en un lugar más favorable a sus propósitos, al que acudió el jefe palmero confiado en la palabra del conquistador (pues el respeto de la palabra dada era entre los isleños un signo de grandeza). Pero Fernández de Lugo no hizo honor a su compromiso y atacó por sorpresa en cuanto avistó a los palmeros, para evitar que pudieran replegarse de nuevo hacia la fortaleza de Aceró. Tras una dura escaramuza, Atanausú fue capturado. Así terminaba la conquista europea de la isla de La Palma.
Tanausú encadenado, con mapa antiguo de Canarias al fondo
Con la comunicación de esta victoria a los Reyes Católicos, Fernández de Lugo envió varios esclavos a la corte hispana. Entre ellos se encontraba Atanausú que, durante el viaje, prefirió dejarse morir antes que aceptar la esclavitud.
Autor: Ignacio Reyes

:::El asentamiento:::

:::El asentamiento:::

Los aborígenes habitaban en diferentes espacios, tales como cuevas naturales, cuevas artificiales, casas y cabañas.
Cuevas naturales
Cueva de Belmaco, en La Palma
Éstas son las viviendas más extendidas en las Islas, debido a la abundancia de ellas en la orografía del Archipiélago. Las más idóneas para su ocupación eran las que disponían en su entorno de una temperatura, vegetación y agua adecuadas. Es por ello por lo que, en general, se encontraban próximas a la costa, aunque también ocupaban cuevas de cotas superiores, sobre todo para aprovechar los pastos de montaña en verano.
Los aborígenes buscaban cuevas fácilmente accesibles, amplias y cerca del lecho de los barrancos; las acondicionaban, adaptándolas a sus necesidades, levantando muros o utilizando mamparas móviles de pieles o junco.
La entrada de la cueva era el espacio más iluminado y más transitado, porque lo destinaban a realizar todo tipo de trabajos domésticos o artesanales.
Cuevas artificiales
Cueva de las Cuatro Puertas, en Gran Canaria

Cuando la naturaleza del terreno lo permitía (zonas de tobas volcánicas), los aborígenes excavaban sus propias cuevas, las cuales las encontramos de forma aislada o en concentraciones en zonas próximas a la costa.
Para su construcción se eligen vertientes soleadas, construyéndose a veces rampas o escaleras para acceder a ellas y presentando rellanos en sus entradas. Generalmente están compuestas por una habitación central, a la que se abren estancias laterales, aunque en ocasiones presentan dos pisos escalonados.
Las plantas pueden ser cruciformes, cuadradas, rectangulares, trapezoidales, ovales, circulares, semicirculares o incluso irregulares. Para mejorar su iluminación y aireación, construían ventanas o claraboyas.
Interior y detalle de la Cueva Pintada de Gáldar, en Gran Canaria

Normalmente hacían una gran entrada y, al lado de ésta, dos lavaderos. Encima de la puerta abrían una pequeña ventana por la cual entraba luz en todas las habitaciones de la casa. Los cuartos eran grandes o pequeños según sus familias y necesidades, y también hacían muchos nichos donde situar utensilios domésticos, agujeros de asideros o silos interiores.
Estas cuevas aparecen de forma mayoritaria en Gran Canaria, aunque también existen bastantes ejemplos en Tenerife y Fuerteventura.
Tubos volcánicos
Los malpaíses dan lugar al aprovechamiento de tubos volcánicos subterráneos. Su situación por debajo del nivel de superficie permitía:
  •  Una mayor protección, al no ser visibles a distancia.
  •  Estar protegidos contra el fuerte viento de las islas orientales.
  •  Ser cálidos en invierno y frescos en verano.
Fueron ocupados estacionalmente mientras se aprovechaban los pastos de las inmediaciones de los malpaíses.
Predominan en Lanzarote y Fuerteventura, aunque también los encontramos en El Hierro y en Tenerife.
Casas
Restos de algunas casas de piedra en Gáldar, Gran Canaria

Las casas, debido a la abundancia de cuevas naturales, no estaban muy extendidas en las Islas, salvo en el caso de Gran Canaria, donde existían grandes poblados.
Para la construcción de casas contaban con albañiles y carpinteros. Las paredes se realizaban seleccionando y trabajando piedras que diesen una cara regular, especialmente en cimientos y esquinas, para formar una cara externa y otra interna, rellenándose su interior con piedras pequeñas y tierra que acabarán constituyendo muros de aproximadamente 1-1,50 metros. Los techos se preparaban con listones de madera de tea, sabina o cedro, luego una capa de losas planas de pizarra y finalmente una capa de ramas vegetales.
La planta interior de las viviendas era variable. La cruciforme facilitaba la sujeción de la techumbre, ya que reducía la distancia entre los laterales de las paredes y el espacio central.
Recreación del confortable interior de una casa canaria
Cabañas
Otro tipo de construcciones artificiales son las cabañas, generalmente con plantas ovales, circulares o cuadrangulares, y cuya puerta está orientada al lado opuesto de los vientos dominantes, cubiertas por un techo vegetal de maderos, ramas o paja.

Bibliografía

ARCO AGUILAR, Mª del Carmen del, y Juan Francisco Navarro Mederos. 1996 (1987). Los aborígenes. CCPC (Historia Popular de Canarias, 1).

MEDEROS MARTÍN, Alfredo, y Gabriel Escribano Cobo. 2002. Los aborígenes y la prehistoria de Canarias. CCPC.

Autor: Belkis Lopez

:::El ostrero unicolor:::

:::El ostrero unicolor:::

Ostrero canario junto a varias lapas
El ostrero unicolor canario (Haematopus meadewaldoi), también llamado ostrero canario, fue una especie endémica del Archipiélago y observada en las islas orientales hasta mediados del siglo XX. El área de distribución se circunscribía a Fuerteventura, Lanzarote y el Archipiélago Chinijo (La Graciosa, Montaña Clara, Alegranza, Roque del Oeste y Roque del Este) y Lobos.
Entre la población, era conocido por los pescadores y mariscadores de las islas orientales, que llegaron a darle diferentes nombres, tales como grajo marino, grajo de mar, graja, cuervo marino, corvino o lapero. Esta última denominación estaba probablemente relacionada con sus costumbres alimenticias, ligadas al consumo de lapas y moluscos de la franja litoral. El resto de nombres hacían referencia a su coloración oscura, similitud con el plumaje de los córvidos, sus hábitos estrictamente costeros e, incluso, a su característico reclamo semejante al del córvido.
Pudo nidificar en playas arenosas con una escasa perturbación humana y dunas de pequeño tamaño y vegetación psammófila o halófila ocasional, que le servia de refugio para sus huevos. El nido debió consistir en una pequeña depresión en la arena, recubierto de pequeñas conchas, piedras e incluso unas pocas ramas, tal y como hacen otros miembros de su familia.
Su alimentación debió estar ligada principalmente a la presencia de lapas y mejillones, además de otros moluscos que podían quedar en la superficie durante la bajamar. De esta forma, seguramente centró su atención gastronómica en las cuatro especies de lapas que se encuentran en Canarias: lapa de pie negro (Patella tenuis crenata), lapa de pie blanco (Patella ulyssiponensis aspera), lapa curvina (Patella piperata) y lapa de sol o majorera (Patella candei), siendo quizá esta última la más consumida, debido a que frecuentaba la franja más alta de la zona de mareas o intermareal (mesolitoral superior) de las costas rocosas, especialmente en áreas no sometidas a fuertes oleajes. Un molusco que suele ser observado sobre la banda de sacabocados o clacas (Chathamalus stellatus). En Canarias, su posición en la zona de mareas se solapa con la de otras dos especies de lapas. Por debajo, se encuentra lapa de pie negro y, por encima, la lapa curvina o lapa de sol. Es la más grande de todas ellas, teniendo una concha muy alta comparada con las otras especies, aportando mayor biomasa.
Probablemente, la presencia del ostrero estuvo muy ligada a la lapa majorera, que en el pasado se encontraba en todas las Islas, tal y como muestra su abundancia en muchos yacimientos subfósiles, aunque en los concheros antiguos ya se presentaba en proporciones reducidas en comparación con las otras especies de lapas, apareciendo principalmente en los de las islas orientales. Pese a esto, hasta hace tres décadas menudeaban en la costa de Fuerteventura, donde eran recolectadas por los hombres de la mar con relativa frecuencia. Su distribución actual se restringe a algunas localidades de Fuerteventura, Archipiélago Chinijo y de las Salvajes, donde aún es abundante.
Esta relación convirtió al ostrero en un ave vulnerable ante el intensivo marisqueo, que se remonta a los antiguos isleños, como lo evidencia la presencia en los concheros repartidos por todas las Islas. Pero, la excelente calidad de la carne de las lapas, provocó que sus poblaciones disminuyeran rápidamente en la mayoría del Archipiélago, llegando a desaparecer de muchas localidades. Aunque en Fuerteventura y Lanzarote esta práctica en época precolonial debió de tener menos incidencia e impacto que en las islas occidentales, debido probablemente a una población humana más reducida, lo que pudo motivar que sobreviviera en estas islas hasta fechas más recientes.
Así, el uso humano de la costa hasta mediados del siglo XX, fecha en la que desaparece el ostrero unicolor canario, se limitaba a la pesca artesanal a caña desde tierra; al pardeleo o captura de pollos de pardela cenicienta (Calonectris diomedea) como recurso alimenticio; la construcción y explotación de salinas artesanales en la franja costera; la extracción y exportación de la cal; el cultivo de tomates y leguminosas en los terrenos fértiles cercanos a la costa; el marisqueo intensivo ya nombrado y todo un sinfín de acciones humanas vinculadas a pequeñas economías locales de subsistencia y limitada exportación interinsular, que mantuvo una población humana en pésimas condiciones de vida y aislamiento socioeconómico, agravada por los periodos de entreguerra y miserias de la época franquista.
El golpe de gracia sobre la especie lo asestaron los propios naturalistas y coleccionistas, que, al servicio de los grandes museos de historia natural del siglo XIX, recorrían fusil en ristre distintos lugares del planeta en busca de raras especies de flora y fauna, con el objeto de aumentar las numerosas y vastas colecciones científicas. De este modo, fue muy cotizado el ostrero canario a finales del siglo XIX y comienzos del XX. De hecho, oportunistas locales ofertaban huevos y pieles de adultos en sus catálogos por cuantiosas cantidades de dinero de la época. Hoy en día, algunas de esas aves colectadas en las Canarias figuran entre las luctuosas colecciones científicas de prestigiosos museos, como el British Museum de Londres, etiquetadas con el rubro EXTINGUIDO. Una ‘extinción’ que representa la desaparición total de todos los ejemplares o individuos vivos de una especie, la liquidación de un taxón en todo el mundo, la pérdida para siempre de una forma de vida.
A modo de reflexión: ¡sírvanos de ejemplo!

Bibliografía

BANNERMAN, D. A. 1963. Birds of the Atlantic Islands. Vol.1. A history of the Birds of the Canary Islands and of the Salvagens. Londres y Edimburgo: Oliver & Boyd.

BLANCO, J.C., y J. L. González (eds.). 1992. Libro Rojo de los Vertebrados de España. Madrid: ICONA (Colección Técnica).

HAYMAN, P.; J. Maarchant, y T. PRATER. 1986. Shorebirds. An identification guide to the waders of the world. Londres y Sidney: Helm Ltd.

HOCKEY, P. A. R. 1987. «The influence of coastal utilization by man on the presumed extinction of the Canarian black oystercatcher Haematopus meadewaldoi». Biological Conservation 39: 49-62.

MARTÍN, A., y J. L. Lorenzo. 2001. Aves del archipiélago canario. Tenerife: Francisco Lemus editor.

NÚÑEZ, J.; M. C. Brito; R. Riera; J. R. Docoito, y O. Monterroso. 2003. «Distribución actual de las poblaciones de Patella candei D’Orbigny, 1840 (Mollusca, Gastropoda) en las islas Canarias. Una especie en peligro de extinción». Bol. Inst. Esp. Oceanográficos. 19 (1-4): 371-377.

VALLEDOR, A. 2000. La especie suicida. El peligroso rumbo de la humanidad. Madrid: Ed. Díaz de Santos.
Autor: Juan José Ramos

:::Descripción de las Islas Canarias - Torriani:::

:::Descripción de las Islas Canarias - Torriani:::

Fortaleza de Las Palmas de Gran Canaria y pareja de gomeros, con mapa de La Palma al fondo, todo ello dibujado por Torriani
«Leonardo Turian, ingeniero, que con sutil ingenio y mucha arte escribe la descripción destas islas». Estas palabras del padre fray Alonso de Espinosa [(1594) 1980: 87], extraídas de su Historia de Nuestra Señora de Candelaria, hacen referencia a una de las fuentes etnohistóricas fundamentales para el conocimiento del pasado de Canarias: la Descripción e historia del reino de las Islas Canarias antes afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones, redactada por el ingeniero cremonés Leonardo Torriani.
El autor
Tras servir al emperador Rodolfo II, Torriani fue invitado a la corte del rey Felipe II en calidad de ingeniero militar. Un año más tarde, en marzo de 1584, una cédula real lo nombró ingeniero del Rey en la isla de La Palma para que «llegado allá veáis y reconozcáis el dicho puerto della y el sitio eminente y el sitio que más cómodo y espacioso os pareciere que conviene, tracéis y fabriquéis el dicho muelle y torreón» (Rumeu de Armas 1948: 369-370). El cremonés permaneció en La Palma hasta 1586, pero poco después volvería a ser destinado a Canarias.
Fue en 1587 cuando emprendió su segundo viaje, esta vez con una misión más importante: visitar todas las fortificaciones del Archipiélago e informar sobre la mejor forma de completar su sistema defensivo. Durante más de un lustro Torriani visitó todas las islas, elaborando proyectos que en su gran mayoría no se realizarán y remitiendo periódicamente sus memoriales a la corte.
Al regresar a España se requerieron sus servicios en Orán, Cartagena y Berbería, para, finalmente, ser trasladado a Portugal, donde ostentaría el cargo de ingeniero mayor durante tres décadas.
La obra y sus fuentes
Finalizada su misión en el Archipiélago, Torriani recopiló sus informes con el objetivo de hacerlos llegar al Rey, hecho del que no se tiene constancia documental. Sea como fuere, el ingeniero guardó consigo una copia manuscrita que, tras su muerte y la de su hijo, quedó en posesión del convento de São Bento de Coimbra, de donde más tarde pasó a la Biblioteca de la Universidad de Coimbra, lugar en el que se encuentra en la actualidad.
En su Descripción, Torriani dedica apartados monográficos a cada una de nuestras islas. Como observa Cioranescu (1978: XXVIII-XXX), el ingeniero sustenta su discurso en tres pilares. Primero, procede a la descripción de la isla basándose en observaciones personales, y cálculos y mediciones originales. Luego, dedica buena parte de su obra a plasmar los resultados obtenidos tras los estudios realizados durante su misión, que no era otra que la de analizar el sistema defensivo de las Islas. Y, por último, aunque para nosotros sea lo más importante, encontramos las digresiones históricas que Torriani introduce con el único objetivo de amenizar el texto.
Las descripciones de las islas y sus fortificaciones tienen su origen documental en las observaciones del propio Torriani. No obstante, todo parece indicar que, para las anotaciones de índole histórico y etnográfico, el ingeniero siguió una fuente concreta. Las similitudes entre el texto de Torriani y los de Abreu Galindo y Espinosa hacen pensar en una más que probable fuente común, escrita en Canarias sobre 1560. Nos referimos a la desaparecida historia del doctor Troya o Fiesco (o cualquiera que fuese en realidad).
Su importancia
Junto a una excelente colección de grabados, planos y descripciones geográficas, el ingeniero lombardo recava, además de noticias concretas acerca de esos años iniciales de la colonización europea de las Islas, un material etnohistórico que merece siempre atención. Es cierto que sus informes no proceden tanto de la tradición oral como de algunas fuentes escritas que circulaban en los ámbitos intelectuales isleños, pero esto no desmerece en absoluto el trabajo de síntesis que realiza. Gracias a sus lecturas, ahora disponemos de un elemento más para comparar los contenidos sociohistóricos que transmiten las diversas fuentes coloniales y, cómo no, observar mejor la acomodación lingüística que efectúan de las voces insulares (con errores incluidos, que a menudo se producían en un rango ortográfico y fonológico determinado).
Con todo, fruto de las copias que lleva a cabo o de los datos que obtiene por su cuenta durante su estancia en las Islas, Torriani desliza, como algunos otros autores, datos de apariencia verídica pero que no figuran en ninguna otra fuente. Quizá no los contextualice de forma precisa, pero, como en el caso de la fabricación de barcos de drago y las prácticas náuticas [Torriani 1590, XXXVI], aborda aspectos muy atrayentes. Nada comparable, sin embargo, con las famosas y preciosas endechas que anota [Torriani 1590, LIX] para las islas de Gran Canaria y El Hierro, ejemplos de una cultura que empezaba a ser de transición, pero que exhiben también una riqueza etnolingüística genuinamente insular.
Las ediciones
La obra del cremonés era conocida por sus contemporáneos, pero permaneció en paradero desconocido hasta el siglo XIX, cuando las fuentes adquieren una mayor importancia dentro de la metodología utilizada en los estudios históricos. La primera edición de la Descripción, llevada a cabo por el investigador austriaco Dominik Josef Wölfel, no vió la luz hasta 1940. El texto –incompleto, en italiano y traducido al alemán– no gozaría de la difusión adecuada por haber sido publicado en tiempo de guerra. La primera edición completa de la obra en castellano se publicó en 1978, a cargo del profesor Alejandro Cioranescu.
Contenidos
DESCRIPCIÓN E HISTORIA DEL REINO DE LAS ISLAS CANARIAS
Leonardo Torriani
Proemio

I. Si las Islas Canarias son las verdaderas Afortunadas
II. Del número de las Canarias y de sus nombres
III. Por qué estas islas fueron llamadas Afortunadas y después Canarias
IV. Quiénes fueron los primeros habitantes de estas islas
V. De la situación de las islas Canarias, y bajo qué signo del zodiaco están colocadas
VI. De las conquistas de estas islas
VII. De las primeras tres islas desiertas
VIII. De la isla de Lanzarote y de sus nombres y cómo Juan de Letancurt la ganó sin combate, y lo que en ella se hizo
IX. Del gobierno, costumbres, idolatría y descendencia de los mahoreros y lanzaroteños
X. De quién es al presente esta isla, y de sus habitantes y las costumbres de los mismos
XI. Descripción de Lanzarote y su fertilidad
XII. Descripción de la villa de Teguise, de la montaña y fortaleza de Guanapay, de la Cueva de los Verdes y de los vecinos que hay en esta isla
XIII. Descripción del puerto de Arrecife y de su fuerza
XIV. Discurso general de la fortificación de estas islas
XV. Sobre edificar la villa encima del Arrecife, y sobre su fortificación
XVI. Sobre la reedificación de la fortaleza del puerto y sobre lo que se le debe añadir
XVII. Sobre reedificar la fortaleza de Guanapay, para que con ella y con la entrada del puerto se pueda defender la gente, mientras se edifica la nueva villa
XVIII. De la isla de Lobos
XIX. Del canal que divide las dos islas de Lanzarote y Fuerteventura
XX. Descripción de la isla de Fuerteventura y su fertilidad
XXI. De los primeros habitantes de Fuerteventura, sus costumbres e idolatría
XXII. De los señores y señoras de Fuerteventura, antes que fuese conquistada , y de la justicia que hacían
XXIII. De los nombres antiguos de la isla de Fuerteventura
XXIV. De la conquista de Fuerteventura
XXV. De dónde tuvo origen este nombre de Furteventura
XXVI. De la villa de Santa María de Betancuria y del convento de San Francisco y de dos frailes que vinieron a esta isla
XXVII. De la fortificación del valle de Santa María de Betancuria de Fuerteventura
XXVIII. De la Gran Canaria y su descripción
XXIX. De los habitantes de Canaria, antes de que fuese conquistada
XXX. De los canarios antes de tener reyes, y cómo un capitán se hizo señor de toda la isla, y de dos hijos que tuvo y gente de guerra, y de algunos hombres famosos entre ellos
XXXI. De las moradas de los canarios
XXXII. Del gobierno, justicia y sacrificio de los canarios
XXXIII. De la nobleza de los canarios
XXXIV. Del traje de los canarios
XXXV. De las armas de los canarios y sus fuerzas y peleas y ejercicios
XXXVI. Del casamiento, oficios, pescas, barcos y modos de sepultar de los canarios
XXXVII. Cómo los canarios aumentaron tanto, que les vino a faltar el mantenimiento, y de la ley que hicieron y del castigo que les vino de Dios
XXXVIII. De la armada que vino a Canaria, año de 1344
XXXIX. De la guerra que hizo Diego de Herrera a la isla de Canaria
XL. De la guerra que hizo Fernando, rey de España, a la isla de Canaria
XLI. De la felicidad de Canaria
XLII. De la calidad y costumbres de los canarios
XLIII. Descripción de la Ciudad Real de Las Palmas
XLIV. De la fortificación de la Ciudad Real de Las Palmas
XLV. Opinión contraria sobre la fortificación de la montaña de San Francisco
XLVI. De la fortificación del puerto de Las Isletas de Canaria
XLVII. Del lugar entre el Real de Canaria y el torreón de San Pedro
XLVIII. De la ciudad de Telde
XLIX. Descripción de Tenerife
L. Del Pico de Teida de Tenerife
LI. De los antiguos pueblos de Tenerife
LII. De la conquista de Tenerife
LIII. De la ciudad de San Cristóbal de la isla de Tenerife
LIV. Del puerto de Santa Cruz de la isla de Tenerife
LV. De la villa de Garachico de Tenerife
LVI. De la fortificación de Garachico
LVII. De San Pedro de Daute, en Garachico
LVIII. Descripción de la isla de La Gomera
LIX. De los antiguos gomeros
LX. De la conquista de la isla de La Gomera
LXI. De la villa de San Sebastián de La Gomera
LXII. De la isla del Hierro
LXIII. De los antiguos isleños del Hierro
LXIV. Del Arbol Santo de la isla del Hierro
LXV. De la conquista de la isla del Hierro
LXVI. Descripción de La Palma
LXVII. De los antiguos palmeros
LXVIII. De la conquista de La Palma
LXIX. Del nuevo volcán de La Palma, o monte Teguseo nacido
LXX. De la ciudad de Santa Cruz de La Palma
LXXI. De la defensa y fortificación de la ciudad de Santa Cruz de La Palma

Apéndice

I. De la isla Antilia o de San Borondón, que no se halla
II. Descripción del Mar Atlántico
III. Descripción de la isla de Puerto Santo, por Aldo da Mosto
IV. Descripción de la isla de Madera, por Alvise da Mosto
V. De las Salvajes
VI. De la costa de Berbería

Fuentes

MARTÍN RODRÍGUEZ, Fernando Gabriel et al. (eds.). 1986. La primera imagen de Canarias: los dibujos de Leonardo Torriani. S/C de Tenerife: Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias.
RUMEU DE ARMAS, A. 1948. Piraterías y ataques navales en las islas Canarias. Vol. II. Madrid. TORRIANI, Leonardo. 1590. Descrittione et historia del regno de l'isole Canarie gia dette le fortunate con il parere delle loro fortificationi. [Manuscrito en la Biblioteca de la Universidad de Coimbra].
TORRIANI, Leonardo. 1959 (1590). Descripción e historia del reino de las Islas Canarias. Introducción y Notas por Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
TORRIANI, Leonardo. 1978 (1959). Descripción e historia del reino de las Islas Canarias. Introducción y Notas por Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
WÖLFEL, Dominik Josef (ed.). 1940. Die Kanarischen Inseln und ihre urbewohner. Eine unbekannte Bilderhandschrift vom Jahre 1590. Leipzig: K. F. Koehler verlag.
WÖLFEL, Dominik Josef. 1996 (1965). Monumenta Linguae Canariae. (Monumentos de la lengua aborigen canaria). Un estudio sobre la prehistoria y la historia temprana del África blanca. Revisión y redacción de la obra, después de la muerte del autor: Alois Closs, Graz. Biografía del autor: Ferdinand Anders, Viena. Traducción: Marcos Sarmiento Pérez. Tenerife: Dirección General de Patrimonio Histórico.
Autor: Néstor Bogajo

:::Animales interjectivos:::

:::Animales interjectivos:::

Pastor de Los Realejos, en Tenerife, con su rebaño de cabras
La posibilidad de que casi cualquier palabra (o incluso frase) pueda emplearse en un momento dado para expresar una impresión súbita, una estimación o una emoción más o menos profunda, es decir, que desempeñe las funciones de una interjección o exclamación, ha hecho que este procedimiento retórico ayude a conservar diversas voces y formas gramaticales de las antiguas hablas isleñas que, de otro modo, quizá habrían desaparecido. Así, fijadas en el habla cotidiana como signos unitarios un tanto ajenos a las fronteras canónicas de la lengua, han resistido el paso del tiempo y las influencias externas.
Tras la conquista europea, el amazighe insular quedó confinado en la vida campesina que había constituido el sustento de la población durante siglos. Esto ha condicionado que buena parte del vocabulario disponible hoy pertenezca a ese ámbito, incluida la mitad de las interjecciones más o menos vigentes todavía. No obstante, cabe sospechar que algunas de ellas llegaron durante la primera época colonial con los esclavos moriscos (amazighes arabizados), como es el caso del repertorio vinculado a la aparición del camello en las Islas:
¡rech! interj. Lz. Sin. ¡rueh! Var. ¡recho!, ¡reiso!, ¡reso! Voz que, repetida, se da al camello para que vaya a beber. Forma imperativa, de origen árabe, del verbo ‘ir(se), partir’ o ‘volver, regresar’, acepción que explica el término:
¡reih! interj. Lz. Voz que, repetida, se da al camello para que regrese.
¡reh! interj. Var. ¡ré!, ¡reet!, ¡reistete! Voz que, repetida, se da al camello para que marche más despacio. Nombre verbal, de origen árabe, que indica ‘calma, descanso, sosiego, reposo’, que también aclara el vocablo siguiente:
¡reijoo! interj. Fv. Var. ¡ro! Voz que, repetida, se da al camello para que se detenga.
¡rua! interj. Fv. Voz para llamar al asno. Se trata de un substantivo, de origen árabe, que señala al animal el ‘establo o cuadra’.
¡rua! interj. Fv. En pl., voz que, repetida, se da para que beban las bestias. En cambio, aquí el antecedente árabe remite al verbo ‘regar’ o ‘calmar la sed’.
¡rueh! interj. Fv. Sin. ¡rech! Voz que, repetida, se da al camello para que vaya a beber. Forma imperativa, de origen árabe, que ordena ‘volver’ al animal.
Aunque figura también algún caso relacionado con el pastoreo de especímenes tan conocidos como la oveja:
ñejo. interj. GC. Voz para que se detenga el rebaño de ovejas. Un substantivo plural, de origen árabe, que designa a estos animales.
Algunos otros vocablos de ascendencia indudablemente amazighe hacen referencia a especies cuya presencia en época precolonial no ha sido atestiguada. Con todo, nada impide que pervivieran en la memoria lingüística de la primera población norteafricana instalada en el Archipiélago o bien que sus nombres se adjudicaran a animales similares. Pensamos, por ejemplo, en dos casos concretos:
cachi. interj. Fv. desus. Var. chica, chicá. Voz que, repetida, se usa para llamar a las gallinas. Un substantivo muy extendido en el dominio tuareg para designar al ‘gallo’ (kaših) y las ‘gallinas’ (tikahit).
cu. interj. Sin. cachi. Tf. Voz que, repetida, se usa para llamar a las gallinas. Variante (kw) registrada para el ‘gallo pequeño’ o el ‘pollo’.
¡igua! interj. GC. Voz que se dirige a las vacas en el momento de ordeñarlas para que se pongan en buena posición. Un substantivo, aplicado al ‘bovino adulto’, todavía vivo en las hablas de Níger y Malí, donde encontramos además:
teite. interj. Tf. Var. te, tei, teih. Voz utilizada para llamar a la vaca. Una llamada que se realiza precisamente por el nombre del animal (tas´t, por aspiración de la sibilante implosiva). Sin embargo, por extraño que resulte, también en Gran Canaria existe el topónimo Lomo de Chiguinique, en San Mateo, donde la secuencia inicial del compuesto, ešeg, recibe en las mismas hablas continentales el significado: ‘toro de gran tamaño’.
varacá. interj. Tf. Voz para llamar a las vacas. Y, aunque en la tãhãggart de Argelia el término eberkaw se confiere al ‘ternero no destetado’, parece más apropiado adscribir esta forma al substantivo, también tuareg, concedido más genéricamente al ‘rebaño de carneros, borregos, corderos’.
Con el resto de la fauna que aparece en estas fórmulas, queda alguna duda para:
chita. interj. Hi. Voz que, repetida, se usa para llamar a la oveja y a la cabra, empleada también Salamanca, lo cual no excluye, claro está, una mutua e independiente procedencia amazighe. En concreto, se trata de una exclamación (hit´) propiamente dicha, frecuente en la tãhãggart argelina, que se traduce por ‘¡toma!’, ‘¡mira!’, ‘¡oye!’
misio. interj. Fv, Go y Tf. Voz que, repetida, se usa para llamar al gato. El español posee la forma miso, interjección coloquial de igual valor. Sin documentación insular antigua que acredite otra cosa, siempre hay que contar con la eventualidad de una importación románicoamazighe. Pese a todo, las investigaciones arqueológicas muestran restos precoloniales de este felino, por lo que, de nuevo, tampoco se debe descartar el discurrir paralelo y autónomo de este substantivo (miššaw) en el archipiélago canario y en la península ibérica.
A partir de aquí, la documentación antigua y la transmisión oral rinden un caudal bastante fiable:
ajá. f. Tf. ant. desus. Var. aja, axa, axá. Cabra. (2) Tf. interj. desus. Voz empleada por los pastores para que el rebaño de cabras avance en una dirección determinada. Forma colectiva (aghad´) para denominar al ‘rebaño o hato de cabras’.
bare. f. e interj. Tf. desus. Cabra. Substantivo dedicado genéricamente al ‘ganado lanar’.
chib. interj. Voz que, repetida, se usa para llamar a las cabras. He aquí otra expresión (chchiw), en este caso onomatopéyica, también vigente en el Marruecos central con idéntico sentido.
chito. m. Tf. Voz que, repetida, se usa para llamar al cerdo. Forma imperativa (šettu), habitual en el susí del sur y sudeste marroquí, que ordena al cochino: ‘busca’.
¡guojó! interj. GC. Var. ¡gojó!, ¡guó! Voz empleada para detener a las reses cuando están arando. Otra forma imperativa (wugh) que indica al animal: ‘para, detente’.
¡ju! interj. Hi. Voz que se usa para azuzar a los perros. Forma imperativa (hw), conocida también en las hablas de Níger y Malí con el mismo valor, que reclama: ‘atrapa’, ‘¡trae!’, ‘¡cógelo!’
miná. interj. Go. Var. mina. Voz que se usa para llamar a la cabra. Este adjetivo plural, cuya forma singular vimos como burla adjudicada al ‘hombre cobarde’ (mané), se refiere en realidad a los animales ‘dóciles’ en general.
ña. interj. Go. Sin. haña. Voz que, repetida, se usa para llamar a las cabras. He aquí un nombre verbal concreto (nza), aplicado al ‘(animal) que baja la cabeza’.
turre. Interj. Fv, GC y Tf. Voz para hacer mover o ahuyentar a los cerdos, que en el Continente se relaciona hoy con el ‘correr’ (tèwèrwèr /turrur/) de ciertas aves y la idea de ‘asperjar, rociar’ (finas gotas, granos, arena, etc.).
Un concepto este último que hemos incluido aquí gracias a la diligente memoria de nuestro querido compañero Víctor Perera, que a su vez nos ha proporcionado una locución viva en Artenara, pero que desconocíamos:

joh jaira. interj. GC. Expresión que, repetida, sirve para ordenar a la cabra (ghayèr) que se mueva. Y, aunque el segmento inicial joh recuerda a la interjección imperativa ¡ju! (hewhew ‘¡cógelo, trae!’) que vimos relacionada con los perros, otra lectura parece más ajustada a este caso: el verbo äghwu ‘balar’, de donde obtendríamos el mandato ‘¡bala, cabra!’ o ghwu ghayr.
Y ya concluida esta primera relación, un amigo del foro de Mundo Guanche, Artenteyfak, nos llama la atención a propósito de una voz recogida en San Mateo, también en Gran Canaria:

fus. interj. GC. Expresión que, prolongando la pronunciación de la sibilante final, se emplea para instar a las vacas a moverse. En realidad, la factura original de esta forma imperativa debió ser fsus (‘rápido’), como en los dialectos marroquíes.
Interjecciones algo menos zoológicas, así como invocaciones y juramentos, conjuntos que informan de realidades sociolingüísticas también muy interesantes, habrán de quedar para una próxima entrega.

Bibliografía

CORRALES ZUMBADO, Cristóbal; Dolores Corbella Díaz, y Mº Ángeles Álvarez Martínez. 1996. Diccionario diferencial del español de Canarias (DDEC). Madrid: Arco.
NARANJO MONZÓN, Domitila. San Mateo. Vivencias de un Pueblo.
REYES GARCÍA, Ignacio. 2004. Diccionario etimológico de insulismos amazighes. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.
Autor: Ignacio Reyes

:::Arando con cuernos:::

:::Arando con cuernos:::

Chuyú supervisando al labrador
[...] labraban la tierra con cuernos, el hierro les era desconocido; alimentábanse de cebada; sus ganados se componían de cabras; combatían con piedras, que arrojaban hacia atrás; su única práctica de devoción consistía en prosternarse ante el sol en el momento de su aparición. No conocían ninguna religión, y jamás misionero alguno les llevó alguna doctrina [I. Jaldún 1977: 168-169].
Ibn Jaldún (1332-1406), historiador musulmán de ascendencia amazighe, ofrece esta breve descripción de los antiguos canarios en la Muqaddimah, obra que sirve de introducción a su Historia de los Bereberes. El tunecino no olvida hacer referencia a un hecho que condicionaría el modo de vida de las antiguas sociedades amazighes de Canarias: la ausencia de metales en el Archipiélago. Para suplir esta carencia, los isleños tuvieron que buscar materiales alternativos para poder llevar a cabo las actividades necesarias para la subsistencia y el desarrollo cultural del grupo.
La misma cita ejemplifica esta adaptación al medio cuando hace referencia a que los isleños «labraban la tierra con cuernos», hecho que también está documentado en otras fuentes para la isla de Gran Canaria. Mientras Cedeño [(ca. 1490) 1993: 372] afirma que «aprouecháuanse de los cuernos de las cabras para cultibar las tierras i con puncras de palos grandes i fuertes tostadas primero», Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 160] deja constancia de lo siguiente en su Historia:
La manera de cultivar la tierra para su sementera era juntar veinte y más canarios, cada uno con una casporra de cinco o seis palmos, y junto a la porra tenía un diente en que metían un cuerno de cabra. Yendo uno tras otro, surcaban la tierra, las cuales regaban con las acequias que tenían, [...].
Cedeño [(ca. 1490) 1993: 372] apunta en esa misma dirección cuando habla de la técnica de arado practicada por los antiguos canarios, aportando además otros detalles de interés:

Se juntaban mucho aiudándose unos a otros, i armaban un cantar i vocería, i muchos juntos afilaban una grande estaca i apretando con fuerça hacía la tierra todos a una después apalancaban i arrancaban los céspedes, i después las mujeres los deshacían i allanaban la tierra, y hacían esta obra a las primeras aguas que estubiesse la tierra anegada.

El experimento
En ocasiones se ha cuestionado la utilidad del cuerno de cabra como herramienta de labranza al considerarlo demasiado blando para tal empresa. Lo cierto es que el cuerno no posee la dureza del hierro, material que debieron de utilizar los antiguos pueblos amazighes para roturar sus campos en el Continente. Es por eso que, ante las dudas que puedan inspirar los informes de Ibn Jaldún, Cedeño o Abreu Galindo, decidimos llevar a cabo un particular experimento...
La experiencia –que en ningún caso debe tomarse como una prueba científica, sino como un ensayo experimental cuyos resultados corroboran una información documental– fue llevada a cabo por nuestro amigo y colaborador Jorge Videgain, y tenía como único objetivo el de testar la resistencia del cuerno de cabra al ser utilizado en la labranza. Para ello, conseguimos cuernos de diversas formas y tamaños, incluso de baifo...
Cuernos de diversas formas y tamaños empleados en el experimento
El cuerno alargado y retorcido resultó ser el más adecuado para la labranza. La pieza en cuestión, robusta, dura y compacta, destaca por sus 30 centímetros de envergadura, de los que se deduce que perteneció a un ejemplar macho de Capra hircus, adulto, de más de 10 años de edad. A lo largo de la superficie exterior de la cornamenta, que es semiaplanada en la base y algo mas redondeada hacia la punta, podemos observar claramente los anillos de crecimiento. Su retorcimiento, carasterístico del tamaño y la edad, debió de servirle al animal para ostentar cierto grado de jerarquía dentro del rebaño.
Estos cuernos eran muy similares a los que se pueden observar en el ejemplar disecado expuesto en El Museo Canario, que pertenece, con toda probabilidad, al tipo de caprinos prehispánicos [Tejera Gaspar y Capote 2005: 34].
Primer plano del cuerno más adecuado para arar, con imagen de la cabra prehispánica expuesta en El Museo Canario al fondo
Para arar la tierra, los antiguos canarios colocaban el cuerno de cabra en la punta de un palo de madera. En nuestros ensayos se usó únicamente el cuerno del animal, pues el objetivo de la experiencia no era el de emular la técnica de arado practicada por los isleños –aspecto que las fuentes reflejan, pero con cierta ambigüedad–, sino el de calibrar la resistencia del cuerno.
Empezando a arar la tierra con el cuerno
Durante la experiencia pudimos comprobar que, si la tierra no es muy dura y pedregosa, el cuerno resiste bastante sin deteriorarse. Si la tierra está dura, la dificultad aumenta. Pero éste no parece ser el caso de los antiguos canarios, pues Cedeño afirma que «hacían esta obra a las primeras aguas que estubiesse la tierra anegada». Arar con el terreno anegado es más problemático que beneficioso, por eso suponemos que Cedeño se refiere a que la tierra en cuestión estaba humedecida por las primeras lluvias, cosa que facilitaría algo la tarea, como cuando se labra después del sereno de la noche, con la parte superior de la tierra húmeda.
En el lugar donde llevamos a cabo el experimento, la tierra se encontraba algo compacta, aunque las imágenes hablan por sí solas...
Surco dejado en la tierra por el cuerno de cabra
Tras los resultados positivos del ensayo, animamos a nuestros lectores a que investiguen ellos mismos. Cierto es que en los actuales núcleos urbanos raramente encontrarán cabras, pero, si viven en el campo o visitan el pueblo de sus padres o abuelos, es posible que puedan hacerse con un cuerno. Pueden tratar de labrar con tipos de cuerno diferentes al que utilizamos nosotros, o en terrenos que presenten características distintas (tierras secas o mojadas, duras o blandas, etc.). Incluso los más hábiles pueden buscar la forma de unir el cuerno al palo de madera, tal como lo describen las fuentes etnohistóricas... ¡No olviden fotografiarlo y hacernos llegar sus pruebas gráficas!

Fuentes

ABREU GALINDO, Juan. 1977 (ca. 1590). Historia de la consquista de las siete islas de Canaria. Ed. de A. Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.

CEDEÑO, Antonio. 1993 (ca. 1490). Breve resumen y historia muy verdadera de la conquista de Canaria, en F. Morales Padrón (ed.), Canarias: Crónicas de su Conquista. Transcripción, Estudio y Notas. Las Palmas: Museo Canario-Ayuntamiento, pp. 343-381 + 1 lám.

IBN JALDÚN. 1977. Introducción a la historia universal. (Al-Muqaddimah). Estudio preliminar, revisión y apéndices: E. Trebulse. Méjico: Fondo de Cultura Económica.

Bibliografía

TEJERA GASPAR, Antonio, y Juan Capote Álvarez. 2005. Colón y La Gomera. La colonización de "La Isabela" (República Dominicana) con animales y plantas de Canarias. Tenerife: CCPC (Taller de Historia).
Autor: Chuyú

:::¿Qué ropas usaban los guanches?:::

:::¿Qué ropas usaban los guanches?:::

Luciérnaga Chuyú vestida con ropas guanches, con grabado de pareja de isleños de Torriani al fondo
Seguramente, si alguien les da lápiz y papel y les pide que pinten un guanche, muchos de ustedes dibujarán a un individuo barbudo, con el pelo largo y vestido toscamente con pieles de animales. Algo así como un hombre de las cavernas. Y es que ésa es la imagen que a menudo se ha dado de los antiguos habitantes del archipiélago canario, unas veces por desconocimiento, otras por interés.
Sin embargo, los investigadores han podido averiguar que el aspecto físico de nuestros ancestros solía alejarse de ese estereotipo: ni solían llevar el pelo largo –pues eso era algo sólo permitido a unos pocos, a los más poderosos–, ni sus prendas de vestir eran tan rudimentarias como acostumbra a creerse.
Es cierto que en las Islas no abundaban las materias con las que elaborar ropajes refinados. Por eso nuestros antepasados tuvieron que adaptarse al medio y sacar provecho de lo que tenían más a mano. Para confeccionar su ropa, utilizaron las pieles que les proporcionaba su ganado –cabras, ovejas, cerdos–, al tiempo que se valieron de algunas fibras vegetales, como podían ser el junco o la palma. A pesar de la precariedad de recursos, los antiguos pobladores del Archipiélago llegaron a adquirir una destreza considerable a la hora de trabajar esos materiales, que eran cortados, cosidos, pulidos y teñidos con admirable pulcritud y perfectamente adecuados a su función.
Comparación entre las ropas de un guanche y las de un hombre de las cavernas
Hasta nuestros días han llegado pocas de las palabras utilizadas por nuestros ancestros para referirse a su indumentaria. Tal vez el vocablo más conocido sea el que aplicaban a un tipo de vestido hecho con piel de cabra o de oveja, el tamarco (tamarqqu). Tan arraigado estuvo que casi representaba una seña de identidad, como luego lo han sido las célebres mantas campesinas. Por eso, en 1514, el Cabildo establecido por los conquistadores en Tenerife emitió una ordenanza prohibiendo su empleo a los isleños, «que andan entamarcados con tamarcos como solían andar antes que fuesen cristianos e que no vienen ni se allegan en domingos ni fiestas ni en otros días ni con los castellanos, mas siempre se andan por las sierras e montañas con tamarcos de cueros como se andavan antes de ser cristianos».
 Además, en Tenerife, para la misma prenda –o una muy similar–, se usó la palabra ahico (ahikah). Sin salir de la antigua Achineche, encontramos dos vocablos que servían para aludir a una especie de mangas y de medias, guaycas (waika) y huyrmas (werma), respectivamente. Por su parte, en La Gomera llamaban tahuyan a un tipo de falda corta que portaban las mujeres, también elaborada con cuero y pintada.
Otras dos voces hacen referencia a un tipo de calzado, similar a una abarca o sandalia y fabricado con piel de animal. Nos referimos al xercos (herkus), en Tenerife, y al maho (mahu), en Fuerteventura y Lanzarote (que no tiene ninguna relación con el falso gentilicio majo). Por cierto, también en Lanzarote llamaban guapil (wafil) a una especie de sombrero o gorro de piel.
Gracias a los libros antiguos, podemos saber que no se vestía de igual manera en todas las Islas. Incluso en una misma isla podían darse diferencias en función de la zona o del status social de los habitantes (rasgo éste que se destacaba además a través de los colores). Pero este asunto nos llevaría algo más de tiempo y lo dejaremos para más adelante...
Autor: Chuyú