Estaba
el gatito Marramiau sentadito al sol en su tejado, cuando le llevaron
la agradable noticia de que iba a verse casado con una linda gatita
rubia. Fue tan grande la sorpresa de Marramiau, que resbalo. Y se cayó desde el tejado al suelo. El golpe fue tan grande, que Marramiau se rompió las costillas. Y la puntita del rabo.
Enseguida, le llevaron al hospital.
Unos médicos decían: Bueno, bueno. Y otros médicos decían: Malo, malo. Como Marramiau se iba a morir, tuvo que confesarse de las muchas cosas que había robado.
Enseguida, le llevaron al hospital.
Unos médicos decían: Bueno, bueno. Y otros médicos decían: Malo, malo. Como Marramiau se iba a morir, tuvo que confesarse de las muchas cosas que había robado.
Siete
libras de chorizos... La nata de la leche... Carne, tocino, salchichas,
alguna que otra morcilla... ¿Sardinas? ¡Oh! Había perdido la cuenta.
Mil... Dos mil... Las sardinas eran lo que más le gustaba.
Fueron llegando los vecinos a ver por última vez al gatito Marramiau, que se iba a morir.
Y en efecto, poco más tarde, Marramiau estiró la pata y el rabo.
Los gatos vistieron de luto, pero los ratones se pusieron a bailar de contento. Hubo que llevar a enterrar a Marramiau. Y el cortejo paso por la plaza del mercado. Entonces, ¿sabéis que ocurrió? Pues que al olor de las sardinas Marramiau resucitó. Desde entonces dicen todos: ¡siete vidas tiene un gato!Y en efecto, poco más tarde, Marramiau estiró la pata y el rabo.
FIN
2 comentarios:
acabas de revivir mi infancia con este cuento. gracias ♥️😻
recordar infancia
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