martes, 24 de septiembre de 2013

El campo y la ciudad, dos mundos hermosos.


El campo.

El campo empieza donde la ciudad termina. En el campo no se encuentran coches, ni  alumbrados en la calle. No se ven edificios ni parques de diversión, pero en el campo vemos por todas partes, árboles, plantas, flores, arroyos  de agua fresca y muchos animales.El campo y la ciudad, dos mundos hermosos.“Image courtesy of Tom Curtis / FreeDigitalPhotos.net”
La vida en el campo es muy sencilla y tranquila. Las personas gozan de la naturaleza, del aire puro y de los frutos que produce la tierra.
Los campesinos, o sea las personas que viven en el campo, realizan sus trabajos y oficios en su parcela o también en tierras cercanas, haciendo labores de agricultura y de ganadería. La cría de gallinas es muy común y en la mayoría de las casas tiene un corral con las crías.
Los niños del campo ayudan a sus padres  en los sembrados y cuidando los animales. Estudian en las escuelas rurales que pueden quedar lejos de donde viven y tienen que caminar muchísimo para poder asistir a clase.
El cuidado de los animales de granja es un trabajo muy importante y  consiste en ordeñar las vacas, alimentar a los animales y a pastorear las ovejas. En muchas fincas hay caballerizas y mantienen caballos que los campesinos los utilizan para trabajar porque son útiles para transportar cargas de alimentos o madera.
Otro trabajo del campo es la siembra y los cultivos que se hacen teniendo en cuenta el clima. Los campesinos siembran, abonan, y luego recogen las cosechas. Muchos tienen en su casa la huerta. De ella sacan las hortalizas y legumbres para el consumo diario y también  para vender en el mercado del pueblo.
La vida del campesino es tranquila en unos aspectos, pero deben trabajar duro. Sin embargo son personas amables, tranquilas y atentas con los vecinos o las personas que van de visita.
En el campo se aprenden muchas historias del pasado y tienen mitos y leyendas muy interesantes. El campesino hace tertulias con su familia y se reúnen para contar cuentos de apariciones, historias de los abuelos y aventuras del pasado.
La música y las danzas nos muestran su cultura, su historia y en general, las costumbres campesinas. También por medio de las artesanías y fabricación de diferentes productos nos  presentan técnicas y artes muy originales y tradicionales que han perdurado en el tiempo. En muchas zonas rurales los campesinos se dedican a la fabricación de objetos y piezas artesanales que venden en las ferias de los pueblos.
Pero viendo otros aspectos, la vida en el campo no es tan bonita como pensamos, ya que la realidad es otra, pues la vida diaria es difícil, porque el trabajo en el campo es muy duro, la gente está acostumbrada a levantarse muy temprano para realizar todas sus actividades y tienen que exponerse a extremas temperaturas climáticas, que a diferencia de una persona de la ciudad no soportaría, porque el ritmo de vida es muy diferente.
El campo es bonito, los paisajes son preciosos y variados. La naturaleza nos invita a disfrutar y las personas de la ciudad se deleitan pasando vacaciones en la zona rural. Si no hay elegantes piscinas, en el campo se encuentran hermosos riachuelos y lagunas naturales que invitan a refrescarse en sus aguas.

La vida en la ciudad.

La vida urbana, o sea de la ciudad tiene características muy especiales en la actualidad. Hay ciudades muy grandes llenas de edificios, industrias, centros comerciales y miles de negocios de todas las clases. La ciudad está llena de avenidas con semáforos y señales para el tráfico.
El campo y la ciudad, dos mundos hermosos.
“Image courtesy of Arvind Balaraman / FreeDigitalPhotos.net”
Las ciudades están conformadas por barrios  que son diferentes entre sí. Hay barrios  con construcciones muy elegantes y lujosas, con calles amplias y pavimentadas y otros barrios más humildes donde no encontraremos grandes lujos.  Se encuentran construcciones de todas las formas y estilos, vemos casas grandes y modernas así como también antiguas que son patrimonio nacional.
La vida en la ciudad es muy individualista por la gran cantidad de gente que habita en ella. Hay personas de todas partes que se dedican a trabajar para el sustento de su familia. Cada día las ciudades crecen más y mas y de la misma forma la población aumenta.
La ciudad es muy agitada.  Coches, buses, motos andan por un lado y otro, se escuchan pitidos y multitud de ruidos. Niños y jóvenes corriendo para llegar temprano a estudiar, en fin todo el mundo camina apresurado, dedicado a lo que tiene de responsabilidad. Se encuentran colegios, teatros, plazas almacenes para todas la personas según su capacidad. Y a pesar de los problemas, en las ciudades hay oportunidades para estudiar, trabajar y divertirse.
El trabajo en las ciudades es muy variado. Hay empresarios, obreros, secretarias, médicos, y mil trabajos más.  La construcción es una fuente de trabajo y en la ciudad hay siempre oportunidad porque siempre están realizando proyectos y ampliando las urbanizaciones.
Pero no todo son prisas y multitudes, porque en la ciudad también se encuentran lugares muy lindos para la diversión y el descanso como parques, teatros, museos y centros de diversión para niños. Hay también lugares históricos y sitios reservados para el patrimonio nacional y la cultura.
Aunque en la ciudad hay muchos problemas, también gozamos de la vida moderna, de la tecnología y los avances científicos. Ir a los centros comerciales es una aventura donde podemos encontrar infinidad de productos y mercancías nacionales y de todo el mundo.
Vivir en la ciudad es muy agradable y la gente se acostumbra al ritmo de vida, a pesar de las dificultades que se puedan tener.

Diferencias entre  vivir en el campo y la ciudad.

La vida del campo es muy diferente a la de una ciudad y en cada una encontramos ventajas y desventajas. No podemos decir que vivir en la ciudad es mejor que en el campo porque en ambas partes hay algo especial para disfrutar o para ayudar  a mejorar.
Veamos las diferencias entre el campo y la ciudad:
  • En la ciudad, las edificaciones son muy altas, el terreno es escaso y muy costoso, así que tienen que construir muchas viviendas en poco espacio. Hay edificios con muchas viviendas unas encima de otras.
En el campo las viviendas suelen ser para una sola persona, como hay más terreno las casas se construyen unas junto a otras.
  • En la ciudad se tiene mucha más oferta de servicios de todo tipo , incluido los de ocio. En el campo los servicios son más limitados, y cuanto menos habitantes haya, menos servicios suele haber.
  • En las ciudades hay  muchos beneficios que les llama mucho la atención a las personas que habitan en el campo, como las oportunidades de progresar profesionalmente
  • El campo es un sector más disperso y sin muchas diferencias. Las áreas de trabajo se concentran a oficios como la pesca, el cultivo, la minería y la madera. En la ciudad hay muchísimos campos de trabajo y se pueden desempeñar muchos oficios.
  • La gente del campo piensa que la vida en la ciudad es muy buena y divertida y desean esa vida, sin embargo las personas de la ciudad envidian la vida del campo porque desean una vida tranquila, relajada, que puedan estar en contacto con la naturaleza.
  • Tanto la gente del campo como de la ciudad se tienen que levantar temprano al trabajo, los campesinos lo hacen para trabajar la tierra y los de la ciudad para trabajar en las fabricas, oficinas, industrias y ambos grupos lo hacen para mantener a sus familias.
  • La vida social en la ciudad es muy variada porque se cuenta con muchas opciones.  Los jóvenes cuentan con núcleos de amigos que se reúnen para ir al cine, a bailar o hacer deporte. Los niños tienen posibilidades de compartir con los compañeros del colegio, ir al parque, al cine y jugar en sus casas. En el campo los niños juegan en el río, con los animales y con los pocos vecinos que tienen alrededor de su finca.
  • Vivir en el campo es gozar de la naturaleza, el aire puro, los hermosos paisajes naturales, los animales y muchas maravillas más. Vivir en la ciudad, es disfrutar el modernismo, la moda, las grandes construcciones, los espectáculos de ocio muchas otras cosas.
  • En el campo el tiempo corre más despacio y la vida es lenta y tranquila. En la ciudad todo es acelerado y  el tiempo vuela, la gente solo tiene tiempo para trabajar, estudiar y dedicarse a sus labores. El fin de semana es para descansar y compartir con la familia.
  • Las relaciones y amistades de los habitantes campesinos son buenas en general. Las personas se conocen lo suficiente para brindarse ayuda mutua, y confiar en ellos, mientras que en la ciudad es difícil y los círculos de amistades son cerrados. Es difícil hacer nuevas amistades porque no se puede confiar mucho en las personas que no se conocen bien.
  • Una desventaja de la vida en el campo es que los centros de asistencia médica son pequeños y cuando alguien se enferma de gravedad tiene que viajar a la ciudad. También se diferencia de la ciudad en que no tiene grandes supermercados, y los productos que comprar son más limitados, mientras que en la ciudad hay grandes supermercados en los que podemos comprar prácticamente cualquier producto. Las ciudades presentan grandes problemas sociales, mucha contaminación y hay superpoblación.
En resumen,  tanto la vida del campo como de la ciudad poseen algo que atrae y algo que desanima. No es fácil decir que es lo mejor y qué es lo peor de cada lugar. También cuenta mucho la experiencia de vida de cada persona. Según como vivan, las facilidades, las oportunidades, que hayan tenido, así es la imagen que tienen del campo o de la ciudad. Si pensamos en la gente que nació en la ciudad y que tiene una estabilidad, ya se ha acostumbrado y seguro que le gusta y ama a su ciudad. Pero si pensamos en una familia campesina que ha llegado hace poco, pues la ciudad le va a ser muy desagradable y poco amigable, porque son extraños en un mundo desconocido para ellos.
De igual forma, aunque la vida del campo es linda, una persona que es de la ciudad, le costará mucho trabajo ajustarse a esa vida porque le va a hacer falta las comodidades de la ciudad, la facilidad de movilizarse, de encontrar diversión y de conseguir rápidamente todo lo que necesita.
Vivir en el campo o vivir en la ciudad, es maravilloso para cada cual. Por eso debemos aprender a convivir y respetar las costumbres de cada uno. Aprendamos a disfrutar del campo y sus maravillas y si podemos aportar algo para mejorar la vida de los campesinos, hay que hacerlo con ilusión.
De igual forma, apreciemos la ciudad, seamos agradecidos con todo lo que nos ofrece y cuidemos los parques, las calles  que son nuestras.
Las ciudades reciben a todas las personas y les da todo. Por eso debemos ser solidarios y sobretodo sentir que pertenecemos a ella.
Tanto el campo como la ciudad pertenecen al mismo país, o sea que somos iguales. La diferencia está en las costumbres y estilos de vida de cada zona.  Aprendamos del campesino, que tiene mucho que  enseñarle a la gente de la ciudad. Y escuchemos a los ciudadanos que con su experiencia de vida, nos aporta conocimientos útiles y ejemplo de superación. Todos aprendemos de todos, y podemos formar una gran familia.

Cuento de embustes

Cuento infantil: Cuento de embustes

Había vez y vez una Princesa muy estrafalaria, que dijo a su padre, el cual deseaba que tomase estado, que no se casaría sino con aquel que supiese mentir más que ella, y ella lo hacía de manera que nadie podía sobrepujarla. Llegó esto a oídos de un pastorcillo que anidaba por el campo.
Cuento infantil: Cuento de embustes
-Yo me presentaré -dijo para sus adentros-, que de seguro le gano en mentir la palma a la Princesa; que mentir me lo ha enseñado una culebra descendiente de la del Paraíso -y se fue a Palacio.
-¿Qué traes? -le preguntó al verle llegar la Princesa.
-Sepa V. A. R. -respondió el pastorcillo- que he viajado mucho y que le vengo a relatar mis viajes.
-Bien está -dijo la Princesa-; pero si dices una palabra de verdad, te mando echar a la calle con cajas destempladas.
-Mi primer viaje fue largo -dijo el pastorcillo-, porque estando sembrando una palma, creció tan de pronto y tan alta, que me levantó consigo  hasta el cielo. Llegué allí en tan buena ocasión, que me hallé en la boda de las once mil vírgenes; y porque a una  de ellas eché  un requiebro, me alargó San Pedro un puntapié, que me botó fuera.
Cuento infantil: Cuento de embustesAtravesé en mi caída el mar, y me encontré con la luna, en la que me entré por un ojo, y me hallé que tenía los sesos de plata y los cabellos de oro; me descolgué por uno de ellos; la luna volvió la cara, y al verme se cortó el cabello de un bocado; este se desprendió, y caí en una calabaza, donde lo pasé muy bien, hasta que llevaron mi casa a la plaza, donde la compraron para un convento de monjas. Las monjas creyeron que era yo un gusano y e tiraron con la basura a la huerta del convento; habiendo caído un aguacero, me nací allí.
Corteme las raíces con mi navaja y eché a andar por esos mundos. Llegué a un río, eché las redes, y pesqué un borrico; me monté en él y seguí caminando. A los dos días vi que tenía el animal una matadura; se le enseñé a un albéitar, que me mandó que le pusiera habas; se las puse y nació un habar que parecía un bosque; cogí una escopeta y me puse a cazar en él y maté a un jabalí; era hembra, y después de muerta parió una vieja, que bauticé, y le puse «Nací-tarde». La tía «Nací-tarde» se enamoró de mí, y por verme libre de ella me subí en una tortuga que corría más que el viento, y en un santiamén me llevó a los profundos centros de los mares. Allí me encontré un convento de sardinas, de que era priora una ballena,   —107?   que al verme abrió su bocaza y me tragó; pero con un chorro de agua, que echó por las narices me lanzó a la orilla. Allí me encontraron tendido unos marineros, y como la sal del mar se había cuajado, y estaba yo todo blanco y agarrotado, me vendieron a unos «santi-barati», que a su vez me vendieron a un sevillano, que me puso en el patio de su casa, rodeado de tiestos con matas. La primera noche llovió, y con eso se me derritió la sal y pude echar a correr. Supe que Su Alteza Real buscaba para premiarlo a uno que fuese más embustero que ella, y dije: Allá voy a probarle que yo lo soy.
-Pues ya dijiste una verdad, pues mientes más que yo -dijo la Princesa-, por lo cual no te puedes casar conmigo; pero como has mentido tan bien, mejor que otro alguno, es justo que te premie y te dé un buen destino. ¿Qué destino hay vacante? -preguntó S. A. R. al ministro.
-Señora -respondió el ministro-, no hay otro alguno que el de director de la «Gaceta», por haber muerto esta mañana el que lo era.
-Pues que sea inmediatamente dado dicho destino a este pastor, por los méritos que ha contraído -repuso la Princesa.
Y así sucedió, y el pastorcillo siguió mintiendo en al «Gaceta», por lo cual las gentes dieron en decir: «Mientes más que la Gaceta»; dicho que se hizo refrán y dura hasta el día.
Fernán Caballero (1796 -1877). Escritora Española

La Tortuga Blanca

La Tortuga Blanca

Cuentos infantiles: La tortuga blancaHabía una vez una tortuga que se sentía diferente, todas eran de color verdes y ella era blanca.
Todos los días cuando se acostaba se sentía triste porque su color no era igual que el de todas las demás.
Una vez estuvo machacando hojas verdes, y con el líquido se pintó, se miró al espejo y se sintió feliz, pero esa misma noche empezó a llover, se le fue la pintura y se quedó otra vez blanca
Al final del verano todas las tortugas volvían al mar, tenían que atravesar una gran playa ancha con arena blanca como la nieve.
Mientras caminaba despacio y maldiciendo otra vez su color que la hacía diferente a las demás, oyó un gran ruido, eran chillidos que venían del cielo.
Miró hacía arriba y enseguida distinguió a miles de águilas tortugueras, que se llamaban así por su afición a comer tortugas.
Le entró mucho miedo y metiendo la cabeza y las patas dentro del caparazón se quedó muy quieta.
Cuando dejó de oír chillidos, sacó la cabeza, y vio que no quedaba ninguna tortuga, todas se las habían llevado las águilas tortugueras.
Sólo quedaba ella, ya que como era blanca las águilas no la habían visto pues la confundieron con la arena.
Así que por el color que tanto había maldecido, seguía viva, y además ya no era una tortuga rara ya que todas las tortugas de la isla, o sea ella, eran blancas.

El Congreso de Animales

situacion de Animalandia andaba mal.
no habia de comer.
El monarca del pais mando a convocar a
todos sus subditos a un congreso que debia
celebrarse en plena campiña.  El leon,
que era el monarca, expuso desde su tribuna de honor
el objeto del congreso en estos terminos.
tigre.jpg
Amigos mios, os he convocado aqui a fin
de que cada cual exponga el mejor
emedio para salir de la triste situacion
en que nos hayamos.

-Todos los males nuestros se deben al exceso de
carne en las comidas – dijo una pobre gacela-
Estoy en todo conforme con mi pequeña
amiga la gacela- dijjo el elefante.
Nadie vacilara en que soy el mas fuerte de
todos los presentes y, sin embarg, ¡ah , señores!
por mi boca no pasan mas que vegetales.
Aprendan de mi los animales carniceros.
Un toro de afiladas astas exclamo:
¿Valen menos mis cuernos que sus dientes o
que sus colmillos? ¡ja! ¿Son mas guapos que y? ¡tampoco! Pues entonces,, por que se han de comer a mis vacas y a mis terneros.
Aprendan de mi, soy fuerte como ninguno, salvado todos los respectos que se merece el señor elefante y, sin embargo soy vegetariano.
El tigre dijo:
Yo soy carnicero, lo reconozco, pero lo soy porque no tengo mas remedio que serlo.
Desde pequeño me enseñaran a comer carne,
Ademas, la hierba solo la tomo como medicina y finalmente, si no existieran fieras carniceras, la poblacion animal creceria de forma exagerada.
El asno expuso sus razones:
-No quiero ofender a ninguno- dijo. Aprendan de las perdices, de los corderos y otros animales que se ganan la vida sin hacer la guerra y vivamos todos santamente, sin picar, morder, ni mortificar a nadie.
-¡Que se calle! ¡fuera,fuera!
El escandalo era monumental.-!Silencio- rugia el Leon, pero nadie le hacia caso.
El congreso se deshizo y cada cual se fue por su lado haciendo el ruido que consideraba mas adecuado para demostrar su descontento.
Nadie quiso respetar las  opiniones de los demas y no llegaron a ningun acuerdo.

Cuento: Las medias de los flamencos

Cuento: Las medias de los flamencos
Cuentos infantiles: Las medias de los flamencosCierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y los pescados. Los pescados, como no caminan, no pudieron bailar; pero siendo el baile a la orilla del río, los pescados estaban asomados a la arena, y aplaudían con la cola.
Los yacarés, para adornarse bien, se habían puesto en el pescuezo un collar de bananas, y fumaban cigarros paraguayos. Los sapos se habían pegado escamas de pescado en todo el cuerpo, y caminaban meneándose, como si nadaran. Y cada vez que pasaban muy serios por la orilla del río, los pescados les gritaban haciéndoles burla.
Las ranas se habían perfumado todo el cuerpo, y caminaban en dos pies. Además, cada una llevaba colgando como un farolito, una luciérnaga que se balanceaba.
Pero las que estaban hermosísimas eran las víboras. Todas sin excepción, estaban vestidas con traje de bailarina, del mismo color de cada víbora. Las víboras coloradas llevaban una pollerita de tul colorado; las verdes, una de tul verde; las amarillas, otra de tul amarillo; y las yararás, una pollerita de tul gris pintada con rayas de polvo de ladrillo y ceniza, porque así es el color de las yararás.
Y las más espléndidas de todas eran las víboras de coral, que estaban vestidas con larguísimas gasas rojas, blancas y negras, y bailaban como serpentinas. Cuando las víboras danzaban y daban vueltas apoyadas en las puntas de la cola, todos los invitados aplaudían como locos.
Sólo los flamencos, que entonces tenían las patas blancas, y tienen ahora como antes la nariz muy gruesa y torcida, sólo los flamencos estaban tristes, porque como tienen muy poca inteligencia, no habían sabido cómo adornarse. Envidiaban el traje de todos, y sobre todo el de las víboras de coral. Cada vez que una víbora pasaba por delante de ellos, coqueteando y haciendo ondular las gasas de serpentina, los flamencos se morían de envidia.
Un flamenco dijo entonces:
–Yo sé lo que vamos a hacer. Vamos a ponernos medias coloradas, blancas y negras, y las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
Y levantando todos el vuelo , cruzaron el río y fueron a golpear en un almacén del pueblo.
–¡Tan tan! –pegaron con las patas.
–¿Quién es? –respondió el almacenero.
–Somos los flamencos. ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
–No, no hay –contestó el almacenero–. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así.
Los flamencos fueron entonces a otro almacén.
–No, no hay –contestó el almacenero–. ¿Están locos? En ninguna parte van a encontrar medias así.
Los flamencos fueron entonces a otro almacén.
–¡Tan tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero contestó:
–¿Cómo dice? ¿Coloradas, blancas y negras? No hay medias así en ninguna parte. Ustedes están locos.
¿Quiénes son?
–Somos los flamencos –respondieron ellos.
Y el hombre dijo:
–Entonces son con seguridad flamencos locos.
Fueron entonces a otro almacén.
–¡Tan tan! ¿Tiene medias coloradas, blancas y negras?
El almacenero gritó:
–¿De qué color? ¿Coloradas, blancas y negras? Solamente a pájaros narigudos como ustedes se les ocurre pedir medias así. ¡Váyanse enseguida!
Y el hombre los echó con la escoba.
Los flamencos recorrieron así todos los almacenes, y de todas partes los echaban por locos.
Entonces un tatú, que había ido a tomar agua al río, se quiso burlar de los flamencos y les dijo, haciéndoles un gran saludo:
– ¡Buenas noches, señores flamencos! Yo sé lo que ustedes buscan. No van a encontrar medias así en ningún almacén. Tal vez haya en Buenos Aires, pero tendrán que pedirlas por encomienda postal. Mi cuñada, la lechuza, tiene medias así. Pídanselas, y ella les va a dar las medias coloradas, blancas y negras.
Los flamencos le dieron las gracias, y se fueron volando a la cueva de la lechuza. Y le dijeron:
– ¡Buenas noches, lechuza! Venimos a pedirle las medias coloradas, blancas y negras. Hoy es el gran baile de las víboras, y si nos ponemos esas medias, las víboras de coral se van a enamorar de nosotros.
– ¡Con mucho gusto! –respondió la lechuza–. Esperen un segundo, y vuelvo enseguida.
Y echando a volar, dejó solos a los flamencos; y al rato volvió con las medias. Pero no eran medias, sino cueros de víbora de coral, lindísimos cueros recién sacados a las víboras que la lechuza había cazado.
– Aquí están las medias –les dijo la lechuza–. No se preocupen de nada, sino de una sola cosa: bailen toda la noche, bailen sin parar un momento, bailen de costado, de pico, de cabeza, como ustedes quieran; pero no paren un momento, porque en vez de bailar van entonces a llorar.
Cuentos infantiles: Las medias de los flamencosPero los flamencos, como son tan tontos, no comprendían bien qué gran peligro había para ellos en eso, y locos de alegría se pusieron los cueros de las víboras de coral, como medias, metiendo las patas dentro de los cueros que eran como tubos. Y muy contentos se fueron volando al baile.
Cuando vieron a los flamencos con sus hermosísimas medias, todos les tuvieron envidia. Las víboras querían bailar con ellos, únicamente, y como los flamencos no dejaban un instante de mover las patas, las víboras no podían ver bien de qué estaban hechas aquellas preciosas medias.
Pero poco a poco, sin embargo, las víboras comenzaron a desconfiar. Cuando los flamencos pasaban bailando al lado de ellas, se agachaban hasta el suelo para ver bien.
Las víboras de coral, sobre todo, estaban muy inquietas. No apartaban la vista de las medias, y se agachaban también, tratando de tocar con la lengua las patas de los flamencos, porque la lengua de las víboras es como la mano de las personas. Pero los flamencos bailaban y bailaban sin cesar, aunque estaban cansadísimos y ya no podían más.
Las víboras de coral, que conocieron esto, pidieron enseguida a las ranas sus farolitos, que eran bichitos de luz, y esperaron todas juntas a que los flamencos se cayeran de cansados.
Efectivamente, un minuto después, un flamenco, que ya no podía más, tropezó con el cigarro de un yacaré, se tambaleó y cayó de costado. Enseguida las víboras de coral corrieron con sus farolitos, y alumbraron bien las patas del flamenco. Y vieron qué eran aquellas medias, y lanzaron un silbido que se oyó desde la orilla del Paraná.
– ¡No son medias! – gritaron las víboras–. ¡Sabemos lo que es! ¡Nos han engañado! ¡Los flamencos han matado a nuestras hermanas y se han puesto sus cueros como medias! ¡Las medias que tienen son de víbora de coral!
Al oír esto, los flamencos, llenos de miedo porque estaban descubiertos, quisieron volar; pero estaban tan cansados que no pudieron levantar una sola ala. Entonces las víboras de coral se lanzaron sobre ellos, y enroscándose en sus patas les deshicieron a mordiscones las medias. Les arrancaban las medias a pedazos, enfurecidas, y les mordían también las patas, para que se murieran.
Los flamencos, locos de dolor, saltaban de un lado para otro, sin que las víboras de coral se desenroscaran de sus patas. Hasta que al fin, viendo que ya no quedaba un solo pedazo de media, las víboras los dejaron libres, cansadas y arreglándose las gasas de su traje de baile.
Además, las víboras de coral estaban seguras de que los flamencos iban a morir, porque la mitad, por lo menos, de las víboras de coral que los habían mordido, eran venenosas.
Pero los flamencos no murieron. Corrieron a echarse al agua, sintiendo un grandísimo dolor. Gritaban de dolor, y sus patas, que eran blancas, estaban entonces coloradas por el veneno de las víboras. Pasaron días y días, y siempre sentían terrible ardor en las patas, y las tenían siempre de color de sangre, porque estaban envenenadas.
Hace de esto muchísimo tiempo. Y ahora todavía están los flamencos casi todo el día con sus patas coloradas metidas en el agua, tratando de calmar el ardor que sienten en ellas.
A veces se apartan de la orilla, y dan unos pasos por tierra, para ver cómo se hallan. Pero los dolores del veneno vuelven enseguida, y corren a meterse en el agua. A veces el ardor que sienten es tan grande, que encogen una pata y quedan así horas enteras, porque no pueden estirarla.
Esta es la historia de los flamencos, que antes tenían las patas blancas y ahora las tienen coloradas. Todos los pescados saben por qué es, y se burlan de ellos. Pero los flamencos, mientras se curan en el agua, no pierden ocasión de vengarse, comiéndose a cuanto pescadito se acerca demasiado a burlarse de ellos.
 

sábado, 14 de septiembre de 2013

LA BRUJITA DE LOS CALCETINES




                                            LA BRUJITA DE LOS CALCETINES
      Había una vez una brujita que vivía en el país de los niños. Se llamaba Pirindola y no era una bruja mala de esas que hacen pociones malvadas y hechizos terribles para transformar a los niños en ratones o sapos feísimos, no, la brujita Pirindola era buena. Le gustaban las flores, los niños buenos, cantar y bailar y siempre, siempre, estaba contenta. Pero no creáis, por eso, que dejaba de ser bruja, no. Escondido en un cajón tenía un libro de hechizos muy gordo, muy gordo, una varita mágica y recetas de pociones de lo más variado pero no lo usaba nunca, únicamente cuando se enfadaba muchísimo porque le hacían alguna barrabasada, entonces se ponía de todos los colores y usaba la magia aunque debo decir que, algunas veces, se arrepentía y lloraba un ratito escondida en un rincón hasta que se le pasaba la tristeza.
      La brujita Pirindola, tenía un hijo a quien quería mucho y se llamaba Pirulí. Era un niño muy bueno que quería mucho a su mamá. Iba al colegio todos los días sin hacer “pellas” , estudiaba mucho y tenía muchos amigos. Pero en aquel colegio, había un niño muy travieso que se llamaba Turulo y siempre estaba molestando a sus compañeros. A Pirulí, aquel niño no le gustaba nada y procuraba no jugar con él ni acercarse mucho pero a Turulo eso le daba mucha rabia y, un día, pensó en hacerle una travesura.
       Era una día que llovía mucho y cuando salieron del colegio, Pirulí se quedó en la entrada esperando a que amainase la lluvia y aquel momento fue el escogido por Turulo para hacer de las suyas. Como era más mayor que Pirulí, también era más alto y más fuerte, lo obligó a sentarse en el suelo, le quitó las botitas y los calcetines y se las tiró a un cubo de basura dejándolo descalzo. Cuando Pirulí llegó a su casa con los pies mojados y sin zapatos ni calcetines, la brujita Pirindola que era su mamá, se asustó muchísimo, sobre todo cuando Pirulí comenzó a estornudar, a toser y tuvo que quedarse en cama con fiebre durante una semana.
     La brujita Pirindola se enfadó muchísimo por lo sucedido a su hijito. Primero se puso colorada, luego de color azul, más tarde verde y al final, volvió a ponerse blanca y fue cuando pudo pensar pero como continuaba muy enfadada creyó que el niño Turulo merecía un escarmiento por lo que había hecho y fue en busca de su libro de hechizos y sus recetas de pócimas. Leyó y leyó para ver cómo podía escarmentar al niño travieso y, al final cerró el librote, cogió su varita mágica y se fue a la puerta del colegio a esperar. Cuando vio salir a Turulo, se acercó a él, le dio unos golpecitos en los pies con la varita mientras pronunciaba las palabras mágicas: “Por aquí y por acullá, por delante y por detrás, dos calcetines iguales jamás te pondrás” y se marchó a su casa tan tranquila.
     Turulo comenzó a reírse sin hacer caso de la brujita Pirindola pero al día siguiente cuando se estaba vistiendo para ir al colegio, al ponerse los calcetines, vio como uno cambiaba de color. Si eran verdes, uno se ponía amarillo, si marrones, uno se volvía rojo, si azules, uno se cambiaba al blanco y por más que probó y probó, no pudo ponerse nunca dos calcetines iguales.
      Naturalmente, esto fue la risa de todo el colegio cada vez que le veían con un calcetín de cada color y Turulo, avergonzado, lo único que se le ocurrió hacer fue ponerse unos pantalones muy largos que iba arrastrando por el suelo para, así, no enseñar los calcetines.
      Podéis figuraros que no volvió a hacer travesuras porque se le quitaron las ganas, ya tenía suficiente trabajo en pensar como esconder sus calcetines y como empezó a ser un niño bueno, jugaba con todos y también con Pirulí que no le guardó rencor. Pero nunca, nunca, pudo llevar calcetines del mismo color.
      Hay que ser buenos…, que siempre puede aparecer alguien con su varita mágica. 
                                                                 FIN 

LA TRAVESURA DE UNA NOTA MUSICAL

LA TRAVESURA DE UNA NOTA MUSICAL



LA TRAVESURA DE UNA NOTA MUSICAL
(Cuento)

Había una vez un hada pequeñita y traviesa que se ocupaba de que la música sonara armoniosa. Un día, estaba muy aburrida sentada en el centro de una flor mientras arreglaba su túnica de seda dorada que era una clave de sol, cuando le dijeron que debía ir corriendo a poner unas notas musicales en el pentagrama para que sonaran armoniosas en el momento de ser interpretadas.
Cuando todos los músicos, ya dispuestos, esperaban a que el Director de la orquesta moviera la batuta para empezar la sinfonía, al hada pequeñita y traviesa no se le ocurrió otra cosa que ponerse a jugar con una de las notas tan pequeñita como ella, redondita y negra. La nota que se encontraba quietecita en su sitio esperando a que el músico la pasara a su instrumento, al ver que el hada de la música quería jugar, dio un salto y se escapó de la partitura dejando en el pentagrama un espacio en blanco. Perseguida por el hada musical, comenzó a correr de una hoja a otra. Primero se ponía delante de una clave de fa, luego se escondía entre dos corcheas y otras le daba un empujón a un silencio para ponerse en su lugar.
Al hada musical pequeñita y traviesa, se le había olvidado que aquel concierto era muy importante para el primer violinista, un anciano de ojos cansados que había tenido mucho cuidado en ocultar la ceguera que poco a poco se iba apoderando de sus ojos, para que no lo despidieran de la orquesta porque toda su vida era la música. Y, precisamente, aquel día, debía interpretar una obra nueva que, aunque la había ensayado una y otra y otra vez, sabía que debería hacer el esfuerzo de leer la partitura pues el fallo de una sola nota, echaría a perder el concierto, por lo tanto prestaba mucha atención a las notas de la composición que debía interpretar.
Cuando comenzó a sonar la música, se hizo el silencio en la sala y al hada musical, como le gustaba mucho escuchar todas las melodías, además de tenerle un gran cariño al viejo violinista, dejó de jugar y se sentó en el atril para escuchar la hermosa sinfonía. En aquel momento, vio, horrorizada, el hueco que había dejado la nota negra que se había escapado. La buscó con la mirada pero no la vio por ninguna parte. Era necesario encontrarla para que se pusiera rápidamente en su sitio sino el violinista desafinaría y el concierto sería un desastre. Al fin, la vio enredando entre las hojas de una partitura. Ahora se ponía entre una blanca y una corchea, luego entre una fusa y una semifusa, de un empujón tiró a la clave de fa que se enfadó muchísimo y no quería volver al papel y así continuaba enredándolo todo, corriendo de un lado para otro sin dejarse atrapar.
El anciano violinista llegó en su interpretación al punto donde ella faltaba y el desafino fue total. El público abucheó y el Director de orquesta, sonrojado, sin poder salvar el concierto, se disculpó ante el público que seguía con sus protestas. El anciano violinista, desolado, admitió que había fracasado en su mejor trabajo y su corazón cansado, incapaz de aguantar aquella humillación, comenzó a pararse.
El hada de la música se arrepintió por haber jugado con la nota y permitirle que se marchara de su sitio y puesto que ella y la nota negra eran las culpables de aquella situación, decidió arreglarlo de alguna manera.
Rápidamente se lanzó sobre la nota escapada que seguía enredando entre las partituras de los músicos, la puso en el lugar que le correspondía en el pentagrama y le explicó lo sucedido. La nota negra, miró al violinista y vio como de sus ojos caían dos lágrimas y hada y nota pensaron que le debían una disculpa. Cuchichearon unas palabras entre sí y, de pronto, comenzó a sonar un magnífico solo de violín. Las notas surgían del instrumento que el viejo violinista tenía entre sus manos, en dulce melodía y cuando llegó el momento en el que la nota redonda y negra debía dejar oír su sonido, saltó hasta las cuerdas del violín y allí se mantuvo en un hermoso, largo y purísimo arpegio que arrancó los aplausos entusiasmados del público. Cuando terminó, la nota se encontraba estrujada entre las cuerdas del instrumento completamente destrozada.
Mientras los aplausos en la sala continuaban en alabanzas al anciano violinista, el hada de la música, tomó entre sus brazos a la redonda y negra nota musical para presentarla ante la reina del país de la música.
Cuando llegaron, la reina escuchó la historia y de su gran manto dorado lleno de notas musicales, sacó el elixir de las cosas que deben estar en su sitio y lo vertió sobre aquella nota redondita y negra malherida que, recuperada, volvió a su lugar en la escala musical.
El hada pequeñita y traviesa, tuvo que admitir su castigo por haber sido la causa de aquel terrible acontecimiento por lo que se la despojó de su túnica dorada que era una clave de sol y perdiendo su título de hada de la música pasó a ser el hada de las campanillas. De esta manera se quedó siempre en el campo entre las flores que, por eso tienen este nombre y, desde entonces, cuando son mecidas por el viento, dejan escapar de entre sus pétalos, una dulce melodía.
Escuchad, escuchad con atención cuando estéis en el campo entre las campanillas y acordaros del hada de la música pequeñita y traviesa.
FIN
MAGDA.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Leyendas históricas: El Camino de Santiago

Leyendas históricas: El Camino de Santiago

A lo largo del siglo IX se cuchicheó por toda Europa el rumor de que en Compostela se había encontrado la tumba del Apóstol Santiago. Que si había sido transportado por sus discípulos en una barca tripulada por ángeles... Que si había sido llevado por los ángeles pero en brazos...
Por fin se instaló la noticia de que, fuese como fuese, la tumba se había fijado definitivamente en Iria Flavia, y que había sido atada a una gran piedra ―el "pedrón" de ahí el nombre actual de la localidad: Padrón― (antiguo altar pagano al Sol, o 'ara solis'..., casualmente).

Según fuentes más solventes, el cuerpo del apóstol, tras ser decapitado y arrojado al campo, salió volando siguiendo el rumbo del sol hasta aterrizar en Padró donde, al posarse en la roca, la fundió justo lo suficiente para crear en ella un hueco a modo de sarcófago con la forma de su anatomía, en el que ésta quedó recogida y quieta, por fin.
En cualquier caso, corrióse la voz. Y desde todos los puntos del orbe cristiano comenzaron a partir peregrinaciones hacia la Galicia ibérica.

                                   (Centro de la Vía Láctea)

Se reanudaba así en un momento particularmente oportuno el culto de una antigua peregrinación que antes habían efectuado los celtas y, antes que los celtas, otros pueblos primitivos desde "la noche de los tiempos".
Y es que desde la prehistoria se había estado deambulando en migración, desde todos los puntos de Europa, en dirección a los centros iniciáticos de la costa atlántica, es decir, siguiendo el curso del Sol, tras el rastro de los dioses, a sitios protegidos por ellos donde sobrevivir a las heladas.
Siguiéronse hasta cuatro rutas distintas, y una de ellas es la nuestra, la que llevaba a Finisterre, frente al celta Mar de los Muertos, bajo la Estrella del Can ―naturalmente, del Can Cerberus, guardián o cancerbero del portal de los infiernos―, o Canícula, ''la Perrita'' de la que ya nos ocuparemos al hablar de Sirio.



1. El eterno Camino de los Dioses
"Ida" es casi un genérico que los griegos aplicaban al ''monte boscoso'', es por ello que existen renombrados montes Ida en sus diferentes regiones. La rudeza ecológica de sus tierras propiciaba el que las elevaciones arboladas fueran distinguidas especialmente, haciéndolas moradas de dioses y semidioses y escenario de maravillas.
La mitología griega cuenta que fue una cabra la que crió y amamantó en secreto al dios Zeus en el monte Ida de Creta (imagen derecha), por lo que este animal está relacionado con el conjunto de animales matriarcales y protectores… y es otra sugerencia de cómo el sistema patriarcal mamó su poder de las primitivas formas matrilineales.

Y es que resulta que la cabra en cuestión era la cabra Amaltea: las salpicaduras de su chorrito nutricio al caer sobre Zeus formaron la Vía Láctea, es decir, la galaxia, pues 'galaxías' significa en griego “relativo a la leche”, derivado de ‘gála/gálaktos’, leche; es la misma Amaltea que, jugando un día con el niño Zeus, se rompió un cuerno, y el dios, en compensación, se lo devolvió confiriéndole la propiedad de que podía llenarlo siempre que quisiera con aquello que deseara.
Ése es el Cuerno de la Abundancia, que en latín es ‘cornu-copia’ ―copioso, igual a muy abundante; copiar, multiplicar algo―, cornucopia, y que fuera del Olimpo se quedó en un dorado espejismo: ''espejo pequeño de marco tallado y dorado, que suele tener en la parte inferior uno o más brazos para bujías cuya luz reverbere en el mismo espejo...'' (Joan Corominas: Diccionario etimológico)
 
El nombre del Cabo Finisterre que nos da Estrabón es "Promontorium Nerium", en referencia a las tribus nerias que lo dominaban, siendo más tarde bautizado como "Finis-terræ", Fin de la Tierra, porque los romanos, al asomarse por primera vez, se dice, huyeron al ver como el mar crepitaba y hervía mientras se engullía al sol y el cielo se ensangrentaba.
 Consecuentemente, los piadosos soldados romanos identificaron al Limia, el gran río orensano, con el mítico Río Leteo ―de 'letum', muerte, de donde también vienen letal y letargo― o Río del Olvido, el cual, según habían aprendido de los griegos, cruzamos todos antes de morir a fin de borrar de la memoria todo lo vivido en el mundo (Patinir, El paso de la laguna Estigia camino del Hades, a la derecha).


Por si se ha suscitado alguna inquietud, aclararemos que ni leticia ni Leticia tienen nada que ver en este asunto, pues su raíz es muy otra: derivan del latín 'lætitia', alegría, un agrario derivado de 'lætus', que significa gordo, rico, abundante o fecundo, adjetivos referentes todos ellos a las tierras y los rebaños (y, evidentemente, nada que ver tampoco con princesas de ninguna clase).

El cruce postmortem final e ineludible del Leteo era una creencia arraigada. Y tan asumida que en el año −137 los soldados de Décimo Junio Bruto se negaron a cruzar el Limia hasta que pudieron comprobar cómo su escéptico jefe, tras vadearlo, los llamaba por sus nombres desde la otra orilla, en una demostración de que seguía conservando sus neuronas correctamente conectadas. El motivo de que sea el Limia, mucho más retirado del Finis-Terræ que el Miño el Tambre o el Sil, el elegido como portador de las aguas de la amnesia post mortem , reside en las informaciones aportadas por los atentos vigías y espías romanos:

Ellos habían observado que cada vez que las tribus aliadas de los celtas y los túrdulos (que desde la desembocadura del Anás ―hoy Guadiana tras la trascripción al árabe, 'Guadi Anás', río Anás― se habían instalado en el área coruñesa) regresaban de una expedición de rapiña, perdón, de una campaña militar, por tierras portuguesas y extremeñas, se enzarzaban en sangrientas reyertas a causa del reparto del botín, como si nunca se hubiesen conocido, llegando en ocasiones incluso a la destrucción del botín mismo.
Y como quiera que tan inquietante evento siempre ocurría tras el paso del río Limia, límite natural de la zona de control de tales tribus ―que sigue constituyendo la frontera luso-española, por cierto― donde ya no había otra amenaza que la suya propia, los romanos dedujeron que era el vado de precisamente ese dichoso río el causante de tal fenómeno de repentina locura social, inconcebible para su disciplinada mentalidad.

Al respecto de tales reyertas y tales ríos, añadiremos que el dios Baco ―Dionisos para los griegos―, a causa de los efectos de su invento, el vino, era considerado hijo de Leto, diosa griega del Olvido en la coherente religión greco-romana. Olvido que era hija, a su vez de la unión de la Inteligencia con la Luna: así eran sus mitos, iluminadora poesía filosófica y consoladora psicología moral: todavía aplica el pueblo el adjetivo de "lunático" a las mentes extraviadas. Ambas virtudes, filosofía natural y psicología social, quedarían sepultadas bajo los, también en ese aspecto, racionalmente inferiores monoteísmos venideros y actuales.

Al fin y al cabo, en Finisterre se encuentra el Monte Pindo, municipio de Ézaro llamado en ocasiones el Olimpo Celta, y por el cual también discurre el Xallas, único río en Europa que desemboca directamente al mar en forma de cascada.
Olvido deriva del latín 'oblitero', propiamente "borrar letras", al estar compuesto como 'ob-littera'. En cuanto a amnesia, es un drivado del griego 'mnemoniká', mente, con la anteposición de 'a', sin, es decir, sin mente, en sentido de "sin huella en la mente". De ahí, también, amnistía, entre otras varias.



2. El Hallazgo del Sepulcro: un verdadero hallazgo

(El dios Lug)

Con la cristianización del Imperio y los trastornos causados por las sucesivas invasiones bárbaras, la única ruta superviviente habría sido, precisamente, la que seguía la Vía Láctea ―el Arco Iris del dios celta Lug, patrón de Lugo―, gracias a la escasa romanización y la pervivencia de cultos animistas y paganos, especialmente en las zonas rurales: el cristianismo fructificó en las ciudades básicamente, de ahí que pagano signifique "habitante de un pago", es decir, de un distrito rural, pueblo o aldea.
De hecho, durante los siglos V y VI se produjo en Galicia una rápida alternancia de religiones "oficiales", a causa de las veleidades de los suevos, que pasaron del paganismo al catolicismo, de éste al arrianismo, para volver al catolicismo, de nuevo al arrianismo y, por fin, declararse católicos "por decreto" tras ser derrotados por los visigodos.
Y tanto vaivén cristiano no impide que san Martín de Dumio escriba su Correctio rusticorum (en el año 560), en el que se reconoce que la población «invoca a dioses gentiles, acude a fuentes sagradas, mantiene el rito romano de las calendas, los oráculos, el culto druídico de piedras y árboles... »

En Finisterre se han encontrado vestigios arqueológicos de lo que los historiadores llaman el "Ara Solis", Altar del Sol, donde los pueblos prerromanos expulsados o sometidos por celtas (los Nerios o Tamaricos) que allí habitaban, realizaban sacrificios rituales. Así pues, en el siglo IX simplemente se "cristianiza" esta peregrinación con el "descubrimiento" de la tumba del apóstol Santiago, reinaugurándose por orden del rey de Asturias, Alfonso II el Casto, con la construcción en el lugar una iglesia de piedra aparejada con arcilla (¡quién pillara ahora a aquellos buenos y odiados arquitectos militares romanos!). El lugar del descubrimiento se llamó Compostela o Campo de la Estrella, aunque es más probable que la palabra tenga su raíz en 'compositum', en latín, cementerio.


Fue el Beato de Liébana quien, por carecer de fuentes más fiables, por propio convencimiento o por interés político-patriótico en sacarse de la amplia manga del hábito un salvador divino, acepta la predicación jacobea, y la amplifica años después con el Himno de Mauregato, en el que nombra al Apóstol, Patrón de España. De esta forma se prepara el camino para que el casual hallazgo del sepulcro paleocristiano de Galicia ―sobre aquel culto solar venerado en tiempos anteriores― acabe por identificar los restos con los del Zebedeo.

Tal hecho fue una clara manifestación de la misericordia divina que así demostraba perdonar los pecados de los godos, dando permiso a la expulsión de los moros, los cuales habrían sido, según costumbre, una plaga bíblica más, enviada como castigo de la herejía arriana. Fue por esto que el descubrimiento de la tumba del apótol Santiago renovó el esfuerzo de los cristianos de la penísula en su lucha contra la invasión musulmana.
Una vez puesto manos a la obra, la primera actividad de Santiago no se haría esperar: el año 845, en la batalla de Clavijo, junto al rey Ramiro I, de Asturias y León, se vio al apóstol montado sobre un caballo blanco luchando junto a las huestes cristianas. Después de esa batalla se acuñaron los gritos de guerra: "Santiago Matamoros", "Santiago y cierra España" y "Santiago y a ellos".

(Beato de Saint-Sever: Soldados de Cristo luchando contra la Bestia)


Tradicionalmente se considera que Santiago debuta como guerrero en la batalla de Clavijo, pero no existe de ella una constancia documental fiable. Según esta versión, en esas tierras riojanas habrían chocado el emir Abd-al-Rahmán II y el rey Ramiro I de Asturias, en lucha por el control de esa zona y el cobro del mítico "tributo de las cien doncellas", que le habría sido impuesto al rey Mauregato unos setenta años antes.
Es probable que esta tradición sea una mezcla de los relatos de las batallas de Albelda (h. 859) y Simancas (939). En Albelda, junto al actual Clavijo, tuvieron lugar dos batallas a mediados del s. IX, interesando más la que entablaron en el verano del 859 el rey Ordoño I de Asturias y Musa, gobernador de Tarazona, en la que la victoria cristiana permitió la ocupación de Albelda.
Por otro lado, el Cronicón Iriense documenta la invocación a la ayuda jacobea por Ramiro II en la batalla de Simancas (939), con la consiguiente victoria cristiana, recogida posteriormente por Berceo en su Vida de San Millán, pues el Apóstol y el monje riojano habrían combatido codo con codo como jinetes celestiales.

Dos siglos más tarde vendrían santo Domingo de la Calzada, patrón de las obras públicas, y su discípulo san Juan de Ortega (derecha, su monasterio), protector de la arquitectura, a civilizar la ruta jacobea, acondicionando los tramos más abandonados de la antigua ruta, sobre todo en el cruce de los ríos, y levantando ―amparados por los soldados de Doña Urraca y Alfonso VII― muros protectores tras los que resguardar de los rateros y salteadores a los pacientes y predispuestos viandantes que, sabiendo lo que les aguardaba, habían hecho testamento antes de salir, no obstante viajar con la mayor protección de que podían rodearse.


De la absoluta credulidad popular ―para nosotros hoy comparable a la también sincera fe pagana en Júpiter y Venus― es un ejemplo el mismo Juan de Ortega, quien en un viaje a Roma y Palestina se trajo una estimable colección de reliquias: restos necrológicos de San Esteban, San Donato, San Nicolás, San Ambrosio, Santa Bárbara y Santiago ―algo se le debió caer por el camino al volador santo―, así como la lengua de uno de los Santos Inocentes, un Lignun Crucis, y uno de los cráneos de las "Once mil Vírgenes".
A este adorable conjunto se le sumaría un par de espinas de la corona de Jesucristo aportadas por el papa Adriano IV... a cambio del crucifijo de marfil que Alfonso VII le había regalado al ―el sí― inocente santo.


(Sepulcro de san Juan de Ortega)


Algunos heterodoxos han defendido que quien en realidad ocupa el sepulcro de la catedral de Santiago es el cuerpo de Prisciliano, obispo místico y hereje del siglo IV, ajusticiado en Tréveris, la ciudad natal de Karl Marx. Pero esta hipótesis adolece de la misma falta de rigor que la doctrina oficial.
En realidad, poco importa quien esté enterrado en Compostela, lo realmente fundamental es que la invención del sepulcro infundió un alto grado de confianza en el pueblo asturiano, impulsando sus avances territoriales y permitiendo victorias tan importantes e inesperadas como la de la doble batalla de Simancas y Alhándega (939), en la que Ramiro II solicitó el auxilio apostólico frente a Abd-al-Rahmán III, según el Cronicón Iriense.


También ocurre que, como en todas partes cuecen habas, cuando se quiso reivindicar y prestigiar la figura de Carlomagno (a la derecha, se le supone), nuestros vecinos franceses se inventaron su participación en el descubrimiento de la tumba y posterior "construcción" del Camino, provocando un error en la datación de la invención, que debió referirse a antes del 814, fecha de la muerte del emperador, cuando parece seguro que debió ser algunos años posterior. En cualquier caso, durante el siglo X comienza a desarrollarse una intensa peregrinación, de la que paulatinamente se encuentran más datos, que contribuiría a aumentar el poder de los obispos compostelanos, hasta el punto de provocar la excomunión papal del obispo Cresconio (1049) por los continuos choques con Roma.




3. El santo de los mil nombres

La propia exuberancia por toda Europa de nombres propios distintos que son el mismo, característica onomástica de nuestro dinámico santo, denota su "arraigo" popular, pues ya se sabe que el pobre es bastante aficionado a ese triste deporte de la emigración, que aquí realizaba disfrazado de peregrino, a modo de polizón, ya que en aquellos tiempos ―no nos dejemos engañar― no le era dado peregrinar a cualquiera. Y es que Santiago es un término moderno, evolución de San Jacobo, que ostenta todo un record de formas distintas: Santiago, Diego, Yago o Jaime. Jacques, en francés, es un nombre de pila que corresponde al inglés Jack, al español YagoSant y Yago componen Santiago― y al latino Jacobus, derivado, con el cristianismo, del hebreo-arameo Jacob.

Pero fue también, antes del cristianismo y en los primeros tiempos de éste, un sustantivo, usado en general como adjetivo, que designaba ciertas categorías de personas que efectuaban trabajos manuales y que prosperaron con el Renacimiento, algo así como el castizo femenino y obsoleto "manola" madrileño ―o, en otro ámbito, los "Rodríguez"―, y como otros términos europeos derivados, entre ellos el galo "gars", cuyo diminutivo es 'garçon', que hoy significa tanto camarero como muchacho, y que antes fue, genéricamente, aprendiz.
En este sentido se emplea todavía popularmente en Francia para designar a los campesinos (Jacques Bonhomme) o en Inglaterra para referirse a los marinos (Union Jack). En una Península Ibérica, en su mayor parte ocupada por los musulmanes que hablaban una lengua oriental, es evidente que al no existir el sustantivo calificativo "Jacques", no podía crearse ningún equívoco con el nombre, quedando Yago tan sólo como un nombre de pila.

Tal denominación ha dejado una sangrienta huella histórica en la jacquerie, etimológicamente un derivado del nombre propio Jacques y de su abreviación Jacq, nombre por el que se conocía despectivamente en los ámbitos señoriales a los campesinos franceses. Debido a ello, jacquerie ha servido para designar a cualquier movimiento de revuelta campesina acontecido en Francia.
El primero y más importante de estos moimientos fue el que se desarrolla en las tierras de l`Ile-de-France, entre los meses de mayo y junio de 1358, revuelta anti señorial debida al malestar por las constantes apropiaciones de los bosques comunales por parte de la nobleza entre una sociedad campesina que no se había recuperado de la crisis provocada por la peste negra diez años atrás y de sus secuelas y rebrotes, parciales pero periódicos.


Es por estas circunstancias que, pese a tener sentido aisladamente en el contexto del campo francés, la jacquerie revela su verdadera dimensión en el ámbito de revueltas campesinas que se extendieron como un torrente por toda la Europa de finales del medievo: la revuelta de los marineros de Flandes (1323-1328), el levantamiento taylorista de Inglaterra (1381), el movimiento taborita de Bohemia (1420-1452), los Payeses de Remença catalanes (1380-1486) o las llamadas Guerras Irmandiñas gallegas (1458-1469).


4. Peregrinación en buenas compañías
Por si causara extrañeza el hecho de que no le fuera dado peregrinar a cualquiera, ampliaremos tal comentario. Aunque hayamos perdido la perspectiva histórica, sobre todo con la influencia del cine, cómodo y divertido sustituto del libro, donde "vemos" ―salvo honrosas excepciones― a la gente de cualquier época moviéndose y actuando como hoy nosotros lo hacemos, tal panorámica es radicalmente falsa, y en muchos casos voluntariamente mentirosa. En casi ninguna época, pero sobre todo en la Edad Media, la gente común, fuera artesana o campesina ―el noventa por ciento de la humanidad―, ha podido moverse de su gremio o de su terreno sin permiso de su señor "natural" y tomar así por las buenas la carretera, que no por nada se llamaba "camino real".


(Perro cazando a un siervo prófugo. Miniatura del Libro de los Tesoros)


Y eso sin contar con portazgos, aduanas y cien peajes más, ni con los bandidos de toda laya, también señoriales, ovejas negras de todas las familias que en todas las épocas se han echado al monte o al bosque, muchas veces con la bendición y el alivio paternos.
Y es que el penitente debía llevar consigo la preceptiva autorización estampada en la correspondiente cédula acreditativa, pues las rutas de peregrinos ocultaban a no pocos evadidos de la tutela señorial en busca de una supuesta mejor vida, bien como soldadesca en las "cruzadas" o bien como mano de obra que la construcción militar, religiosa o burguesa ―si es que pueden hallarse diferencias práticas entre ellas― iban necesitando crecientemente.
Solamente cuando el progreso, facilitando la industrialización del campo o la artesanía, consigue que la ténica le sustituya, el siervo "conquista" la libertad de movimientos que el subsiguiente paro laboral permite.

Pero fuesen de la categoría que fuesen, la gente nunca se ponía en camino en solitario, sino en compañía o con compañía (del latín 'com-panis', gente que come el mismo pan), es decir, o bien juntándose en caravanas suficientemente armadas, o bien llevando consigo un nutrido grupo de gente armada.
De ahí le viene el nombre, compañía, tanto a la "unidad militar que forma parte de un batallón", como a la "sociedad de hombres de negocios", pues tales formaciones especialmente organizadas para el viaje, como comerciantes armados en camino, o como escolta de los mismos, surgieron simultáneamente en la época de la que estamos hablando, constituyendo el núcleo originario tanto del actual ejército como de las actuales empresas o compañías.
La Compañía de Jesús, fundada en 1534 por Ignacio de Loyola, ―un aristócrata navarro que tomó activa parte en la represión comunera, primer "general" de la orden y creador de los "ejercicios" espirituales― es una buena muestra de la continuidad militante de nuestro catolicismo, a la vez que de la modernización, puesta al día o agiornamiento, del combativo Apostol Santiago como asimilación de la nueva filosofía política: la infiltración comercial como manera de hacer la guerra.


 Un sistema redescubierto, como todo, tras la Edad Media, a lomos de la expansión burguesa por el universo, pero que ya habían practicado por ejemplo los hititas y en general muchas de las tradicional y acertadamente consideradas como "invasiones" en la Antigüedad. Pues tan anónima sociedad (perdón por la ironía) fue contemporánea y gemela intelectual de las asociaciones comerciales de aventureros que viajaron a las Indias Orientales tras el descubrimiento, en 1498, de la ruta del cabo de Buena Esperanza por el navegante portugués Vasco da Gama, germen, a su vez, de las Compañías de las Indias Orientales, nombre de las numerosas empresas mercantiles creadas en Europa occidental durante los siglos XVII y XVIII para la ''explotación del comercio" con tales Indias (es decir, los territorios comprendidos entre Persia y China, incluyendo Insulindia).
Estas Compañías gozaban de escrituras de constitución concedidas por sus respectivos gobiernos, y autorización para "adquirir" territorios y ejercer en ellos completas funciones de gobierno, declaración de guerras inclusive. En resumen, si bien Ignacio de Loyola representa la superación técnica de Santiago Matamoros, al igual que ocurre con la guerra y el comercio, ambos santos son intencionalmente hermanos y estratégicamente complementarios.



5. Peregrinación en Hermandad
Y es que la orden militar hispana de más antigua aprobación papal fue la de Calatrava, nacida el año 1158 cuando el abad cisterciense de Fitero, Raimundo Serrat (conocido como Raimundo de Fitero), y el monje Diego Velázquez tomaron la decisión de defender la plaza que les dio nombre, sometida a duro asedio por los almohades. La orden fue aprobada en 1164 por el papa Alejandro III. Estos son mis buenos monjes de dios.
Y poco tiempo antes, en 1156, se había creado en tierras de Salamanca la hermandad de los caballeros de San Julián de Pereiro, germen de la Orden de Alcántara, que también se hallaba bajo la Regla del Cister. Su aprobación papal, que tuvo lugar en el año 1177, fue asimismo obra de Alejandro III. Así son mis buenos papas.

Porque la Orden de Santiago nació después que las anteriores, en 1161, como una cofradía de caballeros leoneses encabezada por Pedro Fernández que nueve años más tarde fue adoptada por el rey Fernando II de León (iconizado a la derecha).
En un principio a sus miembros se les llamó freires de Cáceres, pasando a denominarse poco después caballeros de la Orden de Santiago. Esta orden militar, cuya aprobación pontificia data del año 1175, añadía a la actividad bélica la "hospitalaria", como guardaespaldas de nuestros buenos peregrinos jacobeos a los que tenemos tan abandonados.


(Santiago Matamoros guerrea en 1500, de Juan de Flandes, Museo Lázaro Galdiano de Madrid)


Las órdenes militares de Calatrava, Alcántara y Santiago también llevaron a cabo una importante labor repobladora en las tierras que controlaban. Las amplias donaciones que fueron recibiendo de reyes y nobles las convirtieron a en protagonistas, tanto en el terreno económico como en el político, de la historia de los territorios de la Corona de Castilla.

No nos cansaremos de insistir: Si la idea del "Estado laico" no acaba de entrarnos en la cabezota, y si tampoco le entra a la Iglesia, es porque ésta siempre ha formado parte natural y sustancial del Estado en todos los aspectos del mismo, así como de su génesis y desarrollo (ver la entrada sobre Palacios y Templos): hasta el advenimiento de la burguesía los clérigos eran los únicos que sabían leer y escribir; resultaban por tanto imprescindibles para llevar las cuentas y registrar las hazañas de reyes y nobles, los cuales, salvo excepciones, eran totalmente analfabetos.

Hasta la instauración en Europa de la Administración civil del Estado, por arte y parte de una criatura de la Revolución Francesa, Napoleón Bonaparte (en España con más de un siglo de retraso), todas las funciones de los funcionarios eran desarrolladas por la Iglesia: el registro de nacimientos y defunciones y matrimonios (es decir, la estadística, o datos del Estado); la Educación y la Sanidad ~escuelas, colegios y hospitales~ siempre fueron religiosas; la Seguridad Social en forma de caridad (albergues, comedores y horfelinatos); toda la Cultura le correspondía, por su arquitectura, su música, su literatura, su Universidad... y por su Censura oficial, de oficio y de Santo Oficio (o Inquisición), y su incidencia global en el terreno de la Justicia; asímismo, y en correspondencia con lo anterior, una nada desdeñable función de Policia, pues hasta finales de los pasados 70 para acceder a un empleo en España era necesaria la presentación de un Certificado de Buena Conducta expedido por la parroquia del aspirante (todavía hoy, el primer paso de muchos inmigrantes sudamericanos, a su arribada a España, es el de ponerse en contacto con el párroco de su localidad adoptiva); la Agricultura,  y su industra aneja, en su mayor parte propiedad de monasterios y abadías; el Empleo femenino en sus claustros y conventos, durante los infinitos siglos sin industrialización ni sector servicios, cuando la mujer no tenía otras salidas profesionales que el matrimonio, o la prostitución, o la servidumbre familiar o ajena (ámbitos, por otra parte, bajo control de los eclesiásticos)...

No queremos mencionar siquiera la autoridad de interdicto, por la que mediante el anatema o la excomunión los papas podían liberar a los súbditos de cualquier nación de la obediencia a sus reyes si éstos no cumplían con la Iglesia (con lo que los súbditos pasaban a depender exclusivamente de la autoridad eclesiástica); o su intervención en el imperialismo, cuyos recuerdos más significativos son las Cruzadas y las Bulas Alejandrinas del Tratado de Tordesillas.
Los párrocos y los obispos eran más Estado que los alcaldes y los gobernadores por cuanto su influencia en todos los aspectos de la vida del súbdito era mayor ('subditus' significa sometido, sujeto, propiamente "puesto debajo": el ciudadano fue otro invento de la Revolución Francesa).

Separar la religión de la política es tan conceptualmente difícil, tentados de decir imposible, como separar la política de la religión. Ambas componen la cultura y crean la civilización. Y, como le pasaba al alacrán de la fábula, "están en su naturaleza". Situación mucho más difícil de digerir por cuanto...:
Se puede decir que hasta la Edad Moderna, reyes y nobles laicos se dedicaban casi exclusivamente a la milicia (de hecho, los títulos de nobleza tienen intrínsecamente carácter militar: ver el punto dedicado a Marcas y Territorios en Las Marcas Registradas), con lo que las funciones civiles del Estado eran desempeñadas por la Iglesia. Somos Nosotros, la gente de a pie, nosotros somos, los que nunca hasta ahora habíamos formado parte del Estado: Y ahora nosotros queremos compartir con los curas su territorio. Difícil encajar tal cosa, vive Dios. Difícil en verdad. Una muestra:

«El obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza Boy, ha hecho un llamamiento a la solidaridad en unos tiempos en los que la crisis económica afecta de forma muy sensible a las familias gaditanas. Zornoza, que ha presentado este viernes el balance del trabajo de Cáritas, plantea la necesidad de que la sociedad contribuya a solventar la crisis que muchos padecen, sentido en el que ha recordado "la costumbre antiquísima de contribuir con los diezmos (parte de la cosecha, generalmente la décima, que se pagaba como tributo) y primicias destinadas a sostener las necesidades de la Iglesia y de la caridad con los pobres".
Concretamente, el obispo de Cádiz aboga porque empresas y trabajadores se planteen donar "una cantidad proporcional al sueldo" como "una forma estable de participación"...» (Diario El Mundo, 23-marzo-2012: El obispo de Cádiz propone recuperar el diezmo para ayudar a las familias)




6. El Camino y la Meta
Así que volvamos a los caminos de Galicia que para eso nos pagan. Antes de llegar, cerca de Compostela, los peregrinos eran obligados a bañarse en una fuente conocida por el picante nombre de Lavacolla antes de entrar al pueblo en que se encontraba la primitiva iglesia de Santiago (Lavacolla, ubicada a algo más de diez kilómetros de Santiago, debe su nombre al río Lavamentula; 'mentula' era el nombre obsceno en latín para designar al pene; un bonito nombre para un aeropuerto). 
De todas formas la eficacia higiénica y desinsectante debía ser bastante pasajera como muestra la necesidad de aromatizar el ambiente a base de un ambientador botafumeiro, primeramente manual, que hubo de ir aumentando de tamaño, velocidad y potencia con la importancia del recinto.


Al arribar a Compostela, a los peregrinos ―suponemos que los sin-papeles ya habían sido previamente empapelados― les era entregado un pergamino (derecha) que los confirmaba como “jacobeos”, o sea, penitentes que habían cumplido su promesa de llegar a la tumba de Santiago. Sobre su sombrero y su capa, colocaban la "vieira", la concha santiaguesa, un curioso símbolo que tiene su lógica puesto que representa la finalización de un viaje hasta el mar, aunque sea el Mar de los Muertos.


Evitando caer en interpretaciones esotéricas que relacionan su forma con la pata del ganso, y al juego de la oca con su laberinto iniciático, a la vieira ―deformación lingüística de venera―, tenemos forzosamente que conectarla con lo que mitológica y etimológicamente siempre ha sido: el símbolo de Venus.
Venera, que es como se denomina tal concha ―palabra con idénticos resabios eróticos y que designa el recinto de nacimiento de la diosa―, deriva, precisamente de Venus, deidad del deseo sexual y de su consecuencia más sensible, la enfermedad venérea. Y el deseo, tanto en el aspecto sexual, 'venus/veneris', como en su manifestación más sublime, 'veneror/venerari', la veneración, son palabras con la misma raíz, 'uen', de origen incierto, por lo remoto, pero que en todas las lenguas hace referencia al deseo más primario, ese que inexplicablemente inflama la garganta y humedece e ilumina los ojos.
De ahí su personificación en Afrodita ―viernes es contracción de 'Veneris dies', jornada tradicionalmente propicia al desmadre, que el cristianismo trasladó al sábado-sabadete― y su aceptación indiscriminada para expresar la más ingenua emoción ante lo más respetado, trátese de Dios o de la Virgen, de su santa esposa ―o esposo― o de su santo padre, también al de Roma. Y también al apóstol Santiago.



Históricamente, la tan arraigada tradición de la ayuda militar del Apóstol a los reconquistadores cristianos no aparece documentada ―y sin papeles no hay historia― hasta tres siglos después de la invención de su tumba, desarrollándose rápidamente entre los siglos XII y XIII, para pasar por una profunda crisis durante los últimos años de la Reconquista, cuando los ejércitos hispanos no precisaban tanto de la ayuda celestial, pero volviendo a resurgir oportunamente en la América del XVI, en los momentos apurados de la conquista.
Es a partir de la peste negra que asola Europa en el siglo XIV cuando las peregrinaciones se ven seriamente disminuidas. Doscientos años después, la aparición del Protestantismo es otro golpe al Camino de Santiago pues el mismo Lutero disuade a sus seguidores de viajar hasta su tumba cuando les aconseja:
«... no se sabe si allí yace Santiago o bien un perro o un caballo muerto...» «... por eso, déjale yacer y no vayas por allí...»

Además ocurrió que el arzobispo de Santiago en el periodo 1587-1602, Juan de Sanclemente y Torquemada, ante la amenaza del corsario Francis Drake que había manifestado su intención de destruir la catedral y el relicario del apóstol, ocultó sus restos llevándose el secreto a la tumba. Éste y otros motivos consiguen que, durante los siguientes dos siglos, las peregrinaciones a Compostela entran en una atonía tal que según cuentan las crónicas, en 1867 tan solo habían acudido a Compostela unas pocas decenas de peregrinos.


Aunque Unamuno escribía en sus "Andanzas y visiones españolas" (1922) que «todo hombre moderno, dotado de espíritu crítico, no puede admitir, por católico que sea, que el cuerpo de Santiago el Mayor repose en Compostela», lo único indudable en toda esta historia es la enorme importancia que la creencia en Santiago tuvo en la España medieval, pues la peregrinación permitió mantener el contacto con Europa en unos momentos críticos para la Cristiandad, al tiempo que la imagen bélica del Apóstol daba un "impulso divino" a los guerreros cristianos que avanzaban contra los invasores musulmanes.
De forma que se podría conjeturar que, de no ser por el culto jacobeo, la Península Ibérica sería actualmente bien un país musulmán más, bien un próspero país industrializado similar a Francia, en lugar de constituir el híbrido racial y cultural ―tan puñeteramente "diferente"― que conocemos.

No obstante, la Historia es la que es. Y es irrefutable que a comienzos del s. XIII los soldados cristianos marchaban al combate con la confianza del apoyo celestial del Apóstol ecuestre, y se lanzan contra el enemigo al grito del "Santiago y cierra España", como hacen en las Navas de Tolosa (a la izquierda, reciclaje heráldico de las cadenas del moro), o invocando a "Sancti Yagüe", como hace el Cid en su poema, redactado por esas fechas. Y es al grito de "¡Santiago, Santiago!", coreado por los ejércitos cristianos, como entran los Reyes Católicos en Granada el 2 de enero de 1492, cerrando así la larga Reconquista. Y la primera enseña que ondea en la Torre de la Vela de la Alhambra no podía ser otra que el estandarte de Santiago con su característica cruz en forma de espada, que aún hoy día constituye el emblema del Ejército de Tierra español (imagen derecha).


La Iglesia volvió a sentirse reconfortada en 1955, cuando en unas nuevas excavaciones apareció la lápida funeraria del obispo Teodomiro, el original descubridor del sepulcro apostólico, a quien algunos historiadores tenían por un personaje de fábula. Desde entonces, ni el materialismo de la época ha podido con una leyenda que, además de las viejas historias, se sustenta ahora en un tinglado político, turístico y cultural que es lo que hoy mejor podría definir la Civilización.


7. Caminante, no hay Camino
Quizá sea para evitar que ninguna investigación seria desvirtué o ponga en evidencia la leyenda, por lo que los estudios arqueológicos llevados a cabo en el área que comprende el territorio de la Costa da Morte sean más bien pobres, limitándose a ciertas excavaciones en los restos históricos de mayor interés: Dolmen de Dombate, Castro de Borneiro, Tines o Moraime. Excavaciones que, de todas formas y por si acaso, se hicieron de un modo incompleto y con escasos medios, estando los restos encontrados, a falta de un museo comarcal, desparramados por diferentes colecciones, y siendo los resultados de estas investigaciones poco o nada divulgados.




 (Como se puede observar, tanto santo Domingo de la Calzada, que no en vano se llama así, como san Juan de Ortega, hoy con municipio a su nombre, se limitaron a acondicionar, adecentar y proteger la calzada romana correspondiente, la cual había sido montada a su vez sobre una senda pateada durante milenios)


La documentación relativa al Camino de Santiago está basada en: F. Escribano (Los orígenes del culto a Santiago en España), Instituto Cervantes (El Camino de Santiago), Lucía Corti, Julio Maltés y Martín Concha Cosani (Santiago de Compostela el camino iniciático de las estrellas), Xosé Hermida (Santiago no está enterrado aquí, El País Digital, 31 mayo 1999)