El señor burro y el zorrito
El
señor burro era uno de los maestro de la escuela donde asistían los
animalitos del bosque y de la granja. Pero el alumno que le daba más
problemas era el zorrito. ¿Cómo podía engañar un zorrito tan pequeño a
un maestro con tanta experiencia? El zorrito era travieso y siempre se
salía con la suya. Pero esta vez se ha pasado, pero un montón.
El
señor burro ya era viejo y estaba cansado de dar clases a los
animalitos. Pronto llegaría su jubilación, pero aún tenía que esforzarse
para ganarse el pan.
Un
día en clase, el señor burro explicaba una lección y estaba escribiendo
en la pizarra. El pollito Pico interrumpió al señor burro levantado la
alita.
—¿Qué quieres, pollito Pico?
—¿Puedo ir al servicio? Tengo ganas de hacer pipí.
—Está bien —respondió el señor burro con mala cara—, pero no tardes.
El
pollito Pico salió del aula moviendo sus patitas lo más rápido que
podía. El zorrito, que estaba en la última fila, al rato, de un brinco,
saltó por la ventana. Ningún otro animalito de la clase se dio cuenta de
la escapada del zorrito. Corrió por los pasillos de la escuela hasta
los servicios y se comió al pollito Pico. Rápidamente volvió a la clase y
se sentó en su pupitre como si no hubiera pasado nada.
—Ya me parece que está tardando mucho el pollito Pico —dijo el señor burro.
Pasó otro buen rato.
—Pues
ya me tiene preocupado —volvió a comentar el señor burro ante la
tardanza del pollito Pico—. Voy a ver qué pasa. Como se haya ido a jugar
al patio, le voy a castigar.
El
señor burro fue al servicio, preguntó por el pollito, pero nadie
contestaba. Al abrir la puerta del servicio se horrorizó. Estaba lleno
de sangre y plumitas. Asustado fue en busca del señor director de la
escuela.
Pronto
llegaron lo perros policía para investigar. La mamá de pollito Pico fue
avisada y llegó a la escuela con un ataque de nervios.
—Es evidente que aquí ha habido un homicidio –comentó el perro comisario.
Mientras tanto, el zorrito estaba tan tranquilo.
«¡Qué bien me ha sentado el pollito Pico!», pensaba. «Tenía la carne tierna y sabrosa. ¡Qué manjar!»
Los
perros policías, tras varios días de investigación, detuvieron al
zorrito. Habían encontrado huellas de sus patas, saliva por todas partes
y mediante una radiografía descubrieron que en su estómago todavía
existían restos del pollito Pico.
Pero los padres del zorrito culparon al señor burro por no haber vigilado bien la clase y haber dejado escapar a su hijo.
Transcurridas varias semanas se celebró el juicio. Doña cabra era la jueza encargada del caso.
Tras
la presentación de las pruebas, la jueza sentenció que había quedado
clara la culpabilidad del zorrito y fue condenado a un correccional de
menores.
También se celebró el juicio del señor burro. La jueza doña cabra, le interrogó:
—¿Por qué dejó salir al pollito Pico?
—Porque me pidió salir al servicio.
—¿Por dónde se escapó el zorrito?
—Por la ventana.
—¿Por qué estaba la ventana abierta?
—Porque hacía calor.
—¿Qué hacía usted en esos momentos cuando el zorrito se escapó?
—Estaba escribiendo en la pizarra.
—¿Notó usted la falta del zorrito?
—No. Estaba en su pupitre.
—Bien —dijo la jueza—. Ya tengo todos los datos. Me retiro a deliberar.
La sentencia de la jueza doña cabra fue la siguiente:
—El
señor burro estaba durante el crimen en su clase enseñando a los
alumnos. Dejó al pollito Pico ir al servicio porque tenía necesidades
físicas urgentes. El zorrito aprovechó que el señor burro estaba
enseñando para salir por la ventana. Si hubiera salido por la puerta, el
señor burro se hubiera dado cuenta. Como el zorrito volvió, no notó su
falta. Al tardar tanto el pollito Pico, el señor burro fue a buscarlo.
—Por tanto —continuó la jueza—. Considero al señor burro no culpable y que cumplió con sus obligaciones.
—Sin
embargo —siguió con la sentencia la jueza—, considero culpable a los
responsables de la escuela, por no haber previsto que los alumnos podían
escaparse por la ventana, donde tenía que haber una reja o algo
similar. Si hubiera estado la reja, el zorrito no se habría escapado y
ahora el pollito Pico estaría vivo.
Moraleja:
Cerrando a cal y canto, se comenten menos pecados.
Moraleja:
Cerrando a cal y canto, se comenten menos pecados.
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