Las lavanderas: realidad, leyenda y tradición

La
lavandera ha resultado siempre un personaje entrañable. El aumento de
la población y el cambio de las costumbres en cuestiones de higiene que
lentamente dejan atrás la Edad Media, producen una masiva aparición de
mujeres obligadas a lavar con mayor frecuencia la ropa de toda la
familia.
De
la misma manera y debido a la sempiterna falta de ingresos, muchas de
ellas a cambio de unas monedas se dedicaban profesionalmente a lavar la
ropa de las casas que podían pagar este servicio. Estas pueden
considerarse como las auténticas lavanderas, mujeres que nada más
despuntar el día, fuera verano o invierno, se dirigían al río, arroyo,
pilones o, las más afortunadas, a un lavadero habilitado y un poco
resguardado de las inclemencias, cargando sobre su cabeza grandes cestos
de ropa sucia a veces a largas distancias.

En
el norte español la figura de la lavandera se mezcla con antiguas
historias y cuentos, sobre todo en el noroeste: León, Asturias y
Galicia. En esta última, no existía aldea que no contara con un lavadero
alimentado frecuentemente por torrentes impetuosos que surgían de las
alturas y que, sorteando robles y castaños, llegaban hasta los robustos
estanques de granito, naturales o toscamente tallados, o hasta los
remansos de los regatos, donde las mujeres acudían acarreando sus
tajuelas y cestos de mimbre o su balde de
cinc
repleto de ropa. La visión de aquella dura tarea, formó una parte
importante del característico, fantástico e imborrable paisaje gallego
de la niñez.

Junto
aquella estampa cotidiana, convivían las leyendas que rodeaban aquel
penoso oficio para algunas, y cotidiano y duro trabajo doméstico para la
mayoría. Entre todas ellas predomina una que se repite constantemente
por distintos lugares y algunas variantes. Cuentan que, especialmente en
las noches de verano sobre todo la noche de San Juan, en lo profundo de
la fraga gallegaque tan bien concretó Wenceslao F. Flórez en El bosque animado, suele aparecer a la luz de la luna una anciana de pelo blanco y vestida de negro, que lava su ropa en la ribera del rio.
Según
se dice, lava prendas que están manchadas de sangre que jamás llega a
desaparecer. Unos aseguran que son mujeres que murieron de parto y lavan
sus propias sábanas ensangrentadas; otros, que son los restos de un
homicidio no castigado o las sábanas que cobijaron sus prohibidos
devaneos amorosos.
Al
pasar junto a ella, solicitará tu ayuda para retorcer la ropa. Si
ocurre esto, lo que debe hacerse es pasar rápidamente de largo sin
dirigirle palabra alguna, porque la Lavandera de la Noche no es de este mundo y si te compadeces y la ayudas, desaparecerás para siempre.
“Era unha noite de lúa
era unha noite clara,
eu pasaba polo río
de volta da muiñada.
Topei unha lavandeira
que lavaba ao par da auga.
Ela lavaba no río
e unha cantiga cantaba
Moza que vés do muíño,
moza que ves pola estrada,
axúdame a retorcer
miña sábana lavada.
¡Santa María te axude
e San Lourenzo te valla!
Desparece a lavandeira
como fumeira espallada
Onde as sábanas tendera
poza de sangue deixara.
Era unha noite de lúa
era unha noite clara".
La figura de la la
vandera
ocupa parte del paisaje cotidiano de los siglos XVIII, XIX y buena
parte del XX, es protagonista de mitos, cuentos y leyendas, pero también
es el entrañable personaje que no puede faltar en los tradicionales
Belenes. Junto al carpintero, los pastores, el leñador o la posadera, la
imagen de la lavandera arrodillada a la orilla de ese río, realizado en
cristal o de papel de aluminio, lava incansablemente la ropa.

¿Porqué
una lavandera en el Belén? Según los Evangelios Apócrifos, en el
nacimiento de Jesús estuvieron presente dos parteras llamada Zalomí y
Salomé, aunque en otros textos se las denomina Zaquel y Zebel (Protoevangelio de Santiago, 17-20, Evangelio de Pseudo Mateo 62-7, Libro de la Infancia del Salvador
62-76, La Leyenda Dorada, etc.), Estas mujeres, preparadas para atender
en todos los aspectos a las parturientas, ayudarían a traer al mundo a
Jesús y lavarían las ropas de la Virgen tras el parto. Ese trabajo,
entre sacrificado y sagrado, quedaríá reflejado e inmortalizado para
siempre en la celebración de la Navidad mediante la tradicional
representación del Belén.

- Lavanderas del Manzanares. Manuel Rodríguez de Guzmán.
- Las lavanderas. Francisco de Goya.
- La lavandera. Daniel Ridgway Knight.
- Figuras lavanderas en los Belenes.
- Natividad (parteras adorando al Niño). Jacques Daret.
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