MAMERTO Y LA GAVIOTA
Cuando viajaba en ferry y hacía buen tiempo, lo que más le gustaba a Mamerto era sentarse en cubierta; de este modo, veía el mar más de cerca y
podía mirar a su alrededor con más facilidad. Un día Mamerto se embarcó
en el ferry con su madre. Enseguida, fue a sentarse en cubierta. Un
grupo de gaviotas seguía al barco como si estuviesen echando una
carrera. Las gaviotas hicieron una exhibición maravillosa,
arremolinándose y girando en el aire, y disputándose los trozos de pan
que les tiraban los viajeros.
Una de ellas se acercó planeando y
aterrizó al lado de donde estaba sentado Mamerto. “¿Te ha gustado nuestra
exhibición de vuelo?”, le preguntó. “He observado que nos mirabas con
mucha atención. ¿Cómo te llamas?”
“Me llamo Mamerto. Sí, me ha
gustado mucho. Me he fijado en que podéis permanecer en el aire sin
batir las alas. ¿Cómo lo conseguís?”
La gaviota asintió
con la cabeza: “Las gaviotas nos situamos según la dirección del viento.
Incluso si éste es muy débil, las corrientes de aire ascendentes nos
elevan. Utilizamos este movimiento y así podemos hacer largos viajes sin
mover las alas.”
“Nos movemos hacia delante y hacia atrás en
las masas de aire que se elevan del mar”, continuó. “Estas corrientes
hacen que siempre haya aire bajo nuestras alas, lo que nos permite
permanecer en él sin gastar demasiada energía.”
Mamerto no estaba
muy seguro de haberlo comprendido bien: “Os he visto en el cielo sin
mover las alas, como si estuvieseis colgadas. ¿Y eso lo hacéis actuando
según la dirección del viento? Lo entiendo pero, ¿cómo calculáis la
fuerza y dirección del viento?”
“Resulta imposible que
nosotras, con nuestro poco entendimiento, podamos hacer algo así”,
empezó diciendo la gaviota. “Cuando Dios nos creó, nos enseñó cómo volar
y cómo permanecer en el aire sin gastar energía. Son ejemplos que
prueban la existencia de Dios y nos hacen comprender Su poder.”
Mamerto pensó en otra pregunta: “Sí, permanecéis suspendidas en el cielo
como si estuvieseis sujetas con una cuerda. Para hacer algo así
necesitaríais saber matemáticas muy bien y ser capaces de hacer unos
cálculos muy detallados. Sin embargo, es algo que hacéis sin problema
desde el primer vuelo, ¿verdad?”
“Desde luego”, asintió la
gaviota. “La naturaleza dio a cada ser vivo la inspiración que necesita.
Todos hacemos lo que se nos ha dicho que hagamos. Nunca olvides que
Dios todo lo abarca y que todo está bajo Su control. Él es el Señor de
todas las cosas. El ferry se está acercando a tierra, y yo voy a reunirme
con mis amigas. Hasta la vista.”
Mamerto observo cómo su nueva amiga se alejaba volando, haciéndose cada vez más pequeña en la distancia.
Cuando llegó a casa, Mamerto buscó en la Enciclopedía en que se hablara
de todo lo relacionado con las gaviotas y entonces comprendió todo lo que le había dicho la gaviota
Cuando viajaba en ferry y hacía buen tiempo, lo que más le gustaba a Mamerto era sentarse en cubierta; de este modo, veía el mar más de cerca y podía mirar a su alrededor con más facilidad. Un día Mamerto se embarcó en el ferry con su madre. Enseguida, fue a sentarse en cubierta. Un grupo de gaviotas seguía al barco como si estuviesen echando una carrera. Las gaviotas hicieron una exhibición maravillosa, arremolinándose y girando en el aire, y disputándose los trozos de pan que les tiraban los viajeros.
Una de ellas se acercó planeando y aterrizó al lado de donde estaba sentado Mamerto. “¿Te ha gustado nuestra exhibición de vuelo?”, le preguntó. “He observado que nos mirabas con mucha atención. ¿Cómo te llamas?”
“Me llamo Mamerto. Sí, me ha gustado mucho. Me he fijado en que podéis permanecer en el aire sin batir las alas. ¿Cómo lo conseguís?”
La gaviota asintió con la cabeza: “Las gaviotas nos situamos según la dirección del viento. Incluso si éste es muy débil, las corrientes de aire ascendentes nos elevan. Utilizamos este movimiento y así podemos hacer largos viajes sin mover las alas.”
“Nos movemos hacia delante y hacia atrás en las masas de aire que se elevan del mar”, continuó. “Estas corrientes hacen que siempre haya aire bajo nuestras alas, lo que nos permite permanecer en él sin gastar demasiada energía.”
Mamerto no estaba muy seguro de haberlo comprendido bien: “Os he visto en el cielo sin mover las alas, como si estuvieseis colgadas. ¿Y eso lo hacéis actuando según la dirección del viento? Lo entiendo pero, ¿cómo calculáis la fuerza y dirección del viento?”
“Resulta imposible que nosotras, con nuestro poco entendimiento, podamos hacer algo así”, empezó diciendo la gaviota. “Cuando Dios nos creó, nos enseñó cómo volar y cómo permanecer en el aire sin gastar energía. Son ejemplos que prueban la existencia de Dios y nos hacen comprender Su poder.”
Mamerto pensó en otra pregunta: “Sí, permanecéis suspendidas en el cielo como si estuvieseis sujetas con una cuerda. Para hacer algo así necesitaríais saber matemáticas muy bien y ser capaces de hacer unos cálculos muy detallados. Sin embargo, es algo que hacéis sin problema desde el primer vuelo, ¿verdad?”
“Desde luego”, asintió la gaviota. “La naturaleza dio a cada ser vivo la inspiración que necesita. Todos hacemos lo que se nos ha dicho que hagamos. Nunca olvides que Dios todo lo abarca y que todo está bajo Su control. Él es el Señor de todas las cosas. El ferry se está acercando a tierra, y yo voy a reunirme con mis amigas. Hasta la vista.”
Mamerto observo cómo su nueva amiga se alejaba volando, haciéndose cada vez más pequeña en la distancia.
Cuando llegó a casa, Mamerto buscó en la Enciclopedía en que se hablara de todo lo relacionado con las gaviotas y entonces comprendió todo lo que le había dicho la gaviota
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