Cucu era una rana como todas las demás. Tenía la piel llena de
circulitos muy parecidos a los cráteres de la luna, pero mucho más
chiquitos y de un color verde-marrón, ojos saltones, y una larga lengua
que estiraba para capturar insectos y alimentarse de ellos. Vivía muy feliz
en una charca a las afueras de la ciudad. Cierto día, Pepito y su abuelita paseaban por los alrededores de la charca, y vieron a CUCU y les pareció tan simpático que decidiron llevarla
al jardín de su casa. CUCU de repente se encontró en una latita con
un poco de agua, que se movía al compás vaya a saber de qué y sin tener
la menor idea de cuál sería su destino, se preocupó un poco. Cuando Pepito y su abuelita llegaron a su casa, la dejó en el jardín, que a partir de ese
momento se convertiría en su hogar. Sus ojos saltones miraron ese nuevo
lugar: no era feo, al contrario, estaba lleno de plantas, flores,
algunos bancos de madera, una hamaca y una fuente bebedero que CUCU confundió
con una laguna que le pareció un poco extraña.
CUCU no era la
única habitante de ese jardín, había caracoles, gusanos,
lombrices, ratones y un gato. También estaban los pajaritos que
hacían nido en los árboles, y mariposas curiosas que iban de aquí para
allá. Los ojos de CUCU parecían aún más saltones que de costumbre,
todo la maravillaba, todo le parecía lindo, a pesar de ser desconocido
para ella. Miraba las cosas con los ojos del corazón, de un corazón
bueno, sencillo. Comenzó a saltar chocha de la vida dispuesta a recorrer
cada rincón del jardín y hacerse nuevos amigos.
Lo
que el pobre CUCU no sabía era que no sería bienvenido por sus
compañeros del lugar. Ninguno de los animalitos que allí vivían había
visto en su vida una rana, por lo tanto no sabían bien de qué tipo de
animal se trataba y aún menos cómo era CUCU por dentro más allá de su
aspecto físico. Tampoco les importó mucho que digamos. Todos y cada uno
tenían algo que decir acerca de CUCU. La verdad es CUCO no era muy bonito y ¿qué importaba
eso?
- Está lleno de verrugas ¡Qué asco! Dijo el Quesito, a quien le costaba mucho terminar una frase.
-
Me quiere imitar todo el tiempo saltando y saltando, pero no va a
lograr saltar tanto como yo. ¿Vieron sus patitas? Parecen palitos de
helado al lado de las mías, comentó el Colombina.
-¿Y el color de su piel? Digo yo, ¿no estará medio podrida?, preguntó una Celeste que volaba por allí.
No
sólo ningún animalito del jardín le dio la bienvenida, sino que en vez
de preocuparse por conocer a CUCU y ver así si podían ser amigos, se
ocuparon de criticar no sólo su apariencia, sino todo lo que hacía.
- ¡Es una burlona! Se quejaba Alvina ¿No se dieron cuenta cómo nos saca la lengua?
- ¡Tienes razón! Nos burla a todos, no hace más que sacar esa lengua larga y finita que tiene ¿qué se cree?, agregó el Quesito.
- Yo opino igual, dijo la gallina Mina, cuyas frases nunca eran muy largas, porque si no tardaba demasiado en decirlas.
- ¿Y los ojos?
¡Parecen dos pelotitas de golf!! Para mí que los tiene tan afuera para
poder mirarnos bien y burlarse mejor. Por ahí algún día se le caen vaya
uno a saber. Comentó Pinzón.
- Pues si ella nos burla, haremos como si no existiera, dijo una Celeste.
Lo
cierto es que CUCU sacaba su lengua a cada rato para alimentarse de
insectos, como hacen todas las ranas hechas y derechas y no para
burlarse de nadie. Tampoco tenía los ojos saltones para mirar a los
demás, sino porque todas las ranas y sapos los tienen. Lo que ocurre, es
que nadie se tomó el trabajo de preguntarle, de conocerla bien y así
poder saber cómo era la ranita realmente. Pasado un tiempito, CUCU
empezó a sentirse muy solito. Intentaba hablar con sus vecinos, pero
ninguno le hacia caso. CUCU quería volver a su laguna, pero por más
que saltara lo más alto posible, sabía que no podría llegar hasta allí,
ni salir del jardín siquiera. Dándose cuenta que no era bienvenido CUCO se metió dentro de un agujero que había en el pasto y trató de
salir de allí lo menos posible para no molestar a nadie. Llegó el verano
y con él una invasión de mosquitos nunca antes vista en el jardín de la
casa. Todos los animalitos se rascaban sin parar, trataban de
esconderse bajo una piedra (los que entraban),El gato Cartujo en su
casa, el Quesito a su amdriguera donde dormía, Pinzón y Celeste en lo alto del pino, Canario y Alvina al jaulón, La gallina a su gallinero, Columbina a su palomar, pero aún así los mosquitos
avanzaban sin parar.
- ¡Esto nos va a matar!, decía el Quesito dentro de su madriguera.
- ¡Ni volando los puedo esquivar!, se quejaba Canario y Alvina.
-
Menos mal que yo puedo esconderme en lo alto del pino - comentaron aliviados Celeste y Pinzón
- pero algún día tendré que salir a buscar comida.
Todos
en el jardín estaban muy nerviosos y molestos. El único que estaba
feliz era CUCU, nunca había tenido tan a mano tanta comida y además
estaba muerta de hambre por todo el tiempo que había estado dentro del
agujero. Dispuesta a hacerse una panzada, CUCU saltó al jardín y
empezó a recorrerlo persiguiendo cuanto mosquito se cruzaba en su
camino. Con su larga lengua, que tantos problemas le había traído,
agarraba todos y cada uno de los insectos que habían invadido el jardín.
Al cabo de un tiempo, los demás animales empezaron a ver el resultado
de la gran comilona de CUCU, no sólo porque CUCU ya tenía una
panza que parecía un globo, sino porque ya casi no quedaban mosquitos
dando vueltas.
- ¡Nos salvó, CUCU nos salvó! decía Quesito, quien en realidad quería gritar de contento pero no le salía demasiado.
- No entiendo, decían Canario y Alvina- primero se burla y luego no saca de encima a los insectos molestos ¿quién la entiende?
- ¿Yo qué quieren que les diga? ¡Salto de contento! ¡Por fin nos libramos de esos bichos! Agregó el Pinzón.
En eso intervino Cartujo, que salió de la casa, quien hasta ese momento, no se había metido demasiado en el asunto.
- Yo diría que hay que ir a agradecerle ¿no les parece amigos?
-
¿Al gordo lleno de verrugas, con color medio podrido y que encima se
burlaba de nosotros todos el tiempo? ¡Ni loco que estuviera! Gritó la gallina Mina.
- Es lo que corresponde y es lo que harán todos y cada uno
de ustedes o de lo contrario me encargaré personalmente que ese animal
verdoso y feúcho no coma más mosquitos. Cartujo estaba enojado por la
actitud de sus amigos.
- ¿Vamos chicos? Preguntó Canario que se había asustado mucho de sólo pensar que los molestos mosquitos volvieran.
Y
allí fueron todos, no muy convencidos por cierto. En una larga fila los
más chiquitos primero y los más grandes después, con Cartufo incluido,
fueron a agradecerle a CUCU. En realidad iba a empezar a hablar el Canario, pero tardó tanto que el Qusito tomó la palabra.
- Mira CUCU, la verdad es que queremos agradecerle.
CUCU no entendía por qué le agradecían, pero de sólo ver que sus todos sus
vecinos se habían acercado a hablarle, le sacaba una sonrisa más grande
que su boca misma.
- Perdón, no entiendo. Dijo CUCU humildemente. Agradecerme a mí, ¿Por qué?
- Nos quitó esos molestos insectos, lo que no entendemos es por qué
desde que llegó no hizo más que burlarse de nosotros y luego nos ayuda
con los mosquitos.
- ¿Burlarme yo? ¿De quién? ¿Por qué lo habría hecho? CUCU entendía menos aún que sus vecinos.
La verdad es que en ese jardín todo era un malentendido. Eso pasa cuando las gents no se comunican y entonces no se conocen.
- Vamos confiese, de sacar esa lengua, todo el día sacándonos la lengua ¿se cree que no la veíamos?
-
No sólo que nos sacó la lengua todo el tiempo, sino que para poder
burlarse mejor, sacaba esos ojos que tiene bien para afuera.
- Lamento desilusionarlos vecinos, pero yo no me burlé de nadie. Me llamo CUCUsoy una rana, mis ojos son así saltones de nacimiento
y la lengua la saco para cazar insectos. Si alguno de ustedes se
hubiese acercado a hablarme o me hubiera dejado a mí acercarme, nos
hubiéramos conocido y hubieran sabido bien cómo es una rana.
-¿Una qué? Preguntó Canario que ya empezaba a sentirse avergonzado.
-
Una rana caballeros, soy una rana con ojos saltones como todas las de
mi especie y con una lengua larga que uso sólo para alimentarme y no
para burlarme de nadie.
Muy dolido CUCU se fue a su agujerito,
aunque ahora le costaba más entrar porque estaba mucho más gordo por
todos los mosquitos que se había comido. Todos los animalitos quedaron
en silencio. Sabían que habían actuado mal. También sabían que si se
hubiesen presentado ante CUCU el día que ella llegó, jamás hubieran
pensado que se burlaba de nadie. Hubiera sido tan fácil, sin embargo no
lo hicieron. Ahora, ante el dolor de CUCU, se daban cuenta del daño
que habían hecho. Sin necesidad de decir una palabra, uno a uno, otra
vez en filita se acercaron al agujerito de la rana. No hizo falta
ponerse de acuerdo, pues todos querían hacer lo mismo.
- CUCU se nos olvidó algo. Dijo Quesito con voz un poco temblorosa
- Pedirle perdón. Agregó el Pinzón y Celeste.
Con
esta esa última palabra, simple pero muy grande, CUCU salió de su
agujerito dispuesto a darles a sus vecinos una nueva oportunidad. Al
cabo de un tiempo, los dueños de casa trajeron una lagartija. Los
animalitos del jardín nuevamente veían un espécimen que no conocían.
Sólo que esta vez actuaron diferente. Y una vez más, todos en filita, CUCU incluido, se acercaron al nuevo habitante, pero en esta ocasión
para presentarse y darle la bienvenida.
Colorín Colorado, continuaremos
Armando Torres Fuentes
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