jueves, 14 de febrero de 2013

LA SEÑORITA PRISCILLA




Milagrtos pasaba el tiempo dándole vueltas a la cabeza para poder contratar una profesora de inglés que diera clases en el Colegio del Jardín. Primero habló con el Caracol Tadeo que se enfadó un poquito porque le dijo que le iba a meter en un lío si el Director del Colegio el Erizo Don Huberto le pedía que le subieran la subvención, pero luego, cuando vio que por ese lado no iba a conseguir nada, fue direcamente a hablar con el Erizo que se quedó muy sorprendido cuando la vio en su despacho, toda emperifollada, con el sombrero de los domingos y zapatos de tacón.
-¡Doña Milagritos, qué sorpresa verla por aquí! ¿Qué? ¿Ya está preparando las clases para cuando vengan sus hijos a estudiar? Pues todavía le falta un poco de tiempo...
-¡Uy, Don Huberto! El tiempo pasa muy deprisa- le dijo Milagritos con su mejor sonrisa- y algo quería hablar con usted sobre clases, sí. Bueno... la verdad es que me gustaría que todos los niños de este jardín tengan los mejores porofesores y los estudios mas amplios que se puedan dar.
Y por ahí empezó a charlar con el Erizo Don Huberto que cada vez que la oía se le ponían las púas un poquito de punta. Cuando, después de un rato de charlar de unas cosas y otras, Milagritos se decidió a explicarle su idea de traer una profesora de Inglaterra para que diera las clases de inglés, el Director se quedó pensativo y le expuso los inconvenientes que veía. Además de darle un sueldo, necesitaba una vivienda gratuita claro y de todo eso tenía que hacerse cargo el Ayuntamiento.
Así que Milagritos tuvo que convencer a Tadeo de lo necesaria que era una profesora de inglés y que si patatín y que si patatán. Bueno, al fin el caracol Tadeo ya mareado de tanta charla, le dijo que bueno, que ya sacarían el dinero de algún sitio y que la profesora de inglés podía ocupar la casa que había dejado vacía en el tronco del ciruelo, la comadreja que se había mudado a otra urbanización hacía poco tiempo.
Y ya veis a Milagritos buscando en las páginas de Internet profesoras nativas de Inglaterra que quisieran venir a trabajar a España. Puso anuncios en todas las Agencias y con eso de que en España siempre hace sol y sólo llueve de Pascuas a Ramos, consiguió varias candidatas. La que más le gustó fue una que se llamaba Priscilla y, además de que era de Oxford, cuando le ofreció un sueldo un poco más alto de lo que era verdad sin que nadie lo supiera y le dijo que tenía una casa preciosa gratuita en uno de los mejores ambientes del Jardín, la señorita Priscilla aceptó encantada el puesto de profesora de inglés. Y allá que se presentó un buen día la tal señorita Priscilla en el Jardín de Milagritos.
¡Las ganas que tenía Milagritos de conocer a la profesora, no podéis imaginaros! Llamó a la lagartija Trapisondas para que hiciera las fotos de bienvenida, a Tadeo lo hizo ir con Don Buho de Noche al que había nombrado Concejal porque era muy inteligente y, por supuesto, también estaba en el comité de recepción, el Director del Colegio, el Erizo Don Huberto que apareció acompañado de la Banda de dicho Colegio “Los grillos enloquecidos”, y que estaba formada por los mejores músicos de toda la urbanización.
La señorita Priscilla apareció en un taxi cargado de maletas, con un vestido de manga corta aunque el tiempo la verdad es que era bastante fresco, pero aun así y todo estaba sudorosa como si fuera pleno verano. Y Milagritos cuando la vio, se llevó la sorpresa de su vida, porque no se le había ocurrido pensar que clase de animalito era y allí plantada delante de ella con un sombrero ¡fabuloso! que la llenó de envidia, se encontraba una conejita blanca con unos ojos coloraditos y una cara de despistada que los dejó a todos patidifusos. La verdad es que no era muy guapa, un poco vieja aunque todavía estirada pero muy puesta ella, y saludando a todos con un “jauaryu” que nadie se atrevía a responder, fue saludando a todos los que habían ido a recibirla.
Pronto Milagritos se hizo amiga de la señorita Priscilla y como la consideraba muy elegante y sabia, comenzó a imitarla en todo lo que veía. Como vio que la conejita Priscilla no se quitaba el sombrero ni para dormir, pues ella se lo ponía desde que se despertaba hasta que se acostaba por la noche y esto a Tadeo lo traía frito porque se dio cuenta de que casi comenzaba a olvidarse de como era la cara de Milagritos.
Otra cosa que imitó fue tomar el té de las cinco. Bueno... Unos días iba ella a la casita del ciruelo donde vivía la profesora y otras, la invitaba Milagritos a que fuera a su casa pero como llegó un momento en que las dos se aburrían como momias porque apenas se entendían, decidieron invitar a todas las señoras del Jardin y cada Jueves en casa de una o de otra, había una reunión a las cinco de la tarde para tomar el té. Poco a poco, todas las señoras fueron cambiando el café por el té y aunque a muchas no les gustaba, era igual, se lo tragaban con una sonrisa y cuando llegaban a casa se lavaban los dientes y la lengua para que se les quitara el sabor.
Milagritos se propuso aprender inglés y enseñar español a la señorita Priscilla y no es que consiguiera mucho pero, algo, hizo. Ella acabó chapurreando un jauduyudu que nadie sabía que quería decir y a la señorita Priscilla a la que Milagritos se empeñó en enseñarle a decir: “quiero un pincho de tortilla”, todavía se le entendía menos porque lo que todos comprendían cuando lo decía, era algo así como..”pelopinchoretortija...” y claro aquello era la risa. Total que acabaron hablándose por señas y así fue la única manera de conseguir algo.
Y entonces fue cuado formaron el Club angloespañol de las defensoras del té. Pidieron permiso para poner cada domingo por la mañana, un tenderete en la puerta del Ayuntamiento para vender tarritos con té que se encargaban de decorar las señoras del Club, y el Caracol Tadeo que porque le dejaran tranquilo era capaz de aceptar cualquier cosa, se lo concedió. Y así fue la forma en que Milagritos, naturalmente, se hizo con la Presidencia del Club. Claro que la Vicepresidenta era la señorita Priscilla y como querían darle mucha fuerza a la Asociación, uno de los primeros puntos del Estatuto era que todas los miembros debían llevar sombrero todos los día.
Bueno...La verdad es que quien más salió ganando con la llegada al Jardín de Milagritos de la profesora inglesa fue el Topillo Pitymy que se puso las botas (como se dice), vendiendo sombreros..... ¡Hasta pronto amiguitos...!

1 comentario:

Magda R. Martín dijo...

Otro más de mis cuentos registrados. Denunciable.