jueves, 14 de febrero de 2013

AVENTURAS DE LA ARAÑA MALOSPELOS Y EL SALTAMONTES TRIQUIÑUELAS



AVENTURAS DE LA ARAÑA MALOSPELOS
Y
EL SALTAMONTES TRIQUIÑUELAS


Había una vez, en el jardín de la rosaleda del bosque, una araña que se llamaba Malospelos que tenía como su mejor amigo al saltamontes Triquiñuelas. Aquel día toda la rosaleda estaba alborotada y muy especialmente la comunidad de las arañas porque el Rey de los Gladiolos casaba a su hija la princesa Pitiminí con el Jazmín Blanco que crecía en la esquina de la izquierda según se entraba a la rosaleda.

El Rey de los Gladiolos había dictado un Bando en el que se premiaría con el título de "Tejedora Mayor del Reino" a la araña que tejiera el velo nupcial más hermoso para que la princesa Pitiminí lo luciera el día de su boda por lo que todas las arañas habidas y por haber, se habían puesto a trabajar para ganar el título tan codiciado.

La araña Malospelos no se libraba de aquel alboroto y andaba de acá para allá en su casita que tenía fabricada entre dos tallos de rosas rojas pensando en cómo podía ganar el premio. Tengo que deciros, amiguitos, que la araña Malospelos era un poco llorona y también poco hábil y se pasaba el tiempo intentando tejer sus telas para que no tuvieran agujeros, pero como nunca lo conseguía, se pasaba el día llorando. Tanto es así que el saltamontes Triquiñuelas que vivía debajo de ella, estaba toooodo el día desaguando su casa inundada por las lágrimas de la llorona Malospelos y, aunque eran muy buenos amigos, algunas veces Triquiñuelas se enfadaba bastante con su amiga Malospelos porque ya estaba harto de oírla siempre llorar.

Aquella mañana, la verdad es que le dio un poco de pena porque sólo la oía decir:

-¡Ay, ay, ay! ¡Qué desgraciadita soy! ¡Qué desgraciadita soy!

-Pero Malospelos ¿por qué dices que eres tan desgraciada, qué es lo que te pasa?

-¡Ay, Triquiñuelas, que ya me estoy haciendo mayor y necesito tener un empleo que me permita pasar la vejez tranquila! ¡Ayúdame a conseguir el título de Tejedora Mayor del Reino si no me moriré de hambre!

-¡Pues ponte a trabajar!- le dijo el saltamontes Triquiñuelas un poquito enfadado de tanta queja.

-¡Pero es que a mi todas las telas me salen con agujeros!, ¿cómo voy a conseguir que el velo nupcial sea el más bonito? ¡nunca ganaré el título! ¡Buaaaaaa! ¡Buaaaaaa!

-¡Bueno! ¡Para ya de llorar!- dijo Triquiñuelas sacando su paraguas porque lo estaba empapando con tanta lágrima- Ya estudiaremos la situación, yo intentaré ayudarte. A ver. Tu tranquilízate y ponte a trabajar, despacito y poco a poco para que todo salga bien ¿vale?

-Vale- dijo Malospelos entre hipo e hipo. Y secándose las lágrimas con el pétalo de una rosa marchita que usaba de pañuelo, se fue al baúl donde tenía todos los ovillos de hilo y escogió uno de seda muy antiguo que le había dejado en herencia su abuela Maravillas, que la llamaron así porque hacía maravillas con los hilos.

Y Malospelos se puso a tejer despacito como le había dicho su amigo Triquiñuelas mientras él, de dos saltos y medio, se subió a un castaño y se puso a tocar el violín que era lo que más le gustaba hacer.

Cuando la araña Malospelos terminó de tejer la tela para el velo nupcial de la princesa Pitiminí, llamó al saltamontes Triquiñuelas para enseñárselo.

-Buenoooooo...-dijo Triquiñuelas, estirando sus cuernecillos - no está nada mal, te ha salido sin agujeros perooooo... le falta algo... está muy soso... le vendrían bien unas cuantas perlas.

Al oír esto Malospelos comenzó a llorar de nuevo y Triquiñuelas tuvo que escapar para que no lo volviera a mojar y desde lejos, le dijo:

-¡No llores Malospelos, voy a ayudarte, no te preocupes!- y se marchó a la casa del rocío de la noche.

Le abrió la puerta el mismo rocío que estaba preparando las bolsitas con las gotas de agua para esparcirlas por las hierbas y las flores en cuanto llegara la noche.

- Tengo que pedirte un favor- le dijo Triquiñuelas- cuando extiendas las gotas de rocío, echa unas cuantas por encima de la tela que ha tejido la araña Malospelos, ¡anda, porfa...! Yo a cambio, tocaré gratis el violín en todas tus fiestas.

¡Madre mía qué contenta se puso Malospelos cuando vio su tela cuajada de unas perlitas transparentes! Se puso a bailar con todas sus patas, tan alborotada que casi derrumba
su casa pero, Triquiñuelas le dijo:

-Hummmm!!! Aquí todavía falta algo- Malospelos al oírlo se quedó patidifusa con la boca abierta ¿qué podía faltar?- Sí. Le falta luz, mucha luz. ¡Ahora vuelvoooo!- Y en cuatro saltos el saltamontes Triquiñuelas se subió hasta el sol.

-Oye sol, la araña Malospelos necesita un poco de luminosidad para la tela que ha tejido porque quiere ganar el título de Tejedora Mayor del Reino ¿tú podrías ayudarla?

El sol, que aquel día estaba de buenas y más radiante que nunca, sacó del cuarto de los trastos un poco de purpurina dorada, la iluminó con uno de sus rayos y los dejó caer sobre la tela que había tejido Malospelos. ¡Madre, madreeeee!!! ¡Qué cosa más bonitaaaa!

El día de la boda de la princesa Pitiminí, todos los bichos de la Rosaleda estaban esperando con ansia ver el velo que había escogido la princesa pues aquel sería el ganador y cuando apareció en la sala nupcial luciendo el hermoso tul tejido por Malospelos, todos aplaudieron un montón, sobre todo, Triquiñuelas y naturalmente, la araña llorona Malospelos que consiguió el título de Tejedora Mayor del Reino y ya no lloró nunca más.

El saltamontes Triquiñuelas se pasó toda la fiesta tocando el violín y Malospelos bailó con todo el mundo, buenoooo, con todos no, porqueeeee... ¡chssss! no se lo digáis a nadie perooo... es que era un poco fea... por eso la llamaban Malospelos.

¿Qué os ha parecido la historieta? Para ser un cuento... ¡no está nada mal! ¿verdad?

1 comentario:

Magda R. Martín dijo...

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