EL INMENSO AMOR DE MAMA GALLINA
El inmenso amor de Mama Gallina
n
una noche de tormenta, tan intensa que ni los animales de la granja
podían salir a buscar sus alimentos, todos se reunieron alrededor de las
vacas para recibir su calor. Mientras ellas respiraban todos se
calentaban con su aliento, pero para que permanecieran tranquilas debían
amenizarles con suculentas historias, de lo que en la granja sucedía. Y
cuando las conversaciones perdían interés, las vacas se incomodaban y a
cada movimiento todos salían despavoridos a buscar otro cobijo por
miedo a morir aplastados.
Esa
noche, que ahora quiero mencionaros, las conversaciones se movían entre
los coqueteos de la nueva oca ante los patos que hacía que las patas la
odiaran hasta el punto de querer convertirla en paté; el brioso
crecimiento de los potrillos de la yegua mayor, que no paraban de hacer
cabriolas en el aire como locos, haciendo la delicia de todas las
madres; y como, ahora, el gallo Kiriquillo cantaba como nunca antes lo
había hecho y había conseguido además, ser feliz.
El
tiempo había pasado rápidamente entre tanta conversación y ahora la
mayoría de los animales habían empezado a aquietarse y llevados por el
calorcito empezaban a quedarse dormidos, cuando la vaca Paca prestó
atención a la conversación de tres gallinas. Comentaban acaloradamente
cual de las tres era mas eficientes con la educación de sus pequeños.
- Yo,
siempre tengo a mi pequeño pollito debajo del ala.- dijo la primera
gallina- Le doy todo lo que necesita, para que no tenga que exponerse a
los enormes peligros de la vida. El no necesita ir a picotear entre las
piedras en busca de gusanitos, porque podía ser pisado por las altas
yeguas. No necesita ir a beber al abrevadero pues podría desaparecer
entre las fauces de los hambrientos cerdos. Y acabaré diciendo que el no
necesita nada, absolutamente nada, que yo no pueda ofrecerle. Así me
aseguraré que llegue sano y feliz a la edad adulta.- Hizo un gesto
inflando su buche y agregó- Y se que no me equivoco.
- No
comparto tu opinión – aseveró la segunda gallina- llegará un momento en
que tu no estés a su lado y entonces el no sabrá valerse por si mismo.
Yo, por el contrario pienso que cada cual debe ser un ser independiente
por eso desde que mis pollitos salieron del cascaron, le dejé solos en
la granja para que aprendieran a buscar ellos mismos su propio alimento,
que salieran por si solos de los problemas que la vida les ponga y
además no solo he conseguido que sean independientes para conseguir sus
necesidades, además han aprendido a no necesitar nunca de nadie
emocionalmente. ¿O acaso les habéis visto alguna vez acercarse a algún
animal de la granja? – ahuecó las alas orgullosamente y añadió- Por eso
puedo asegurar que la que está en lo cierto soy yo.
- ¿Y
tu?- le dijo la primera gallina; a la que pacientemente había estado
escuchando.- ¿Y tú que opinas? Dinos! ¿cual de las dos tiene razón?,
dinos cual de las dos conseguirá que su pequeño retoño llegue sano y
feliz a la edad adulta.
- Yo,
no se que será lo mejor. – dijo pacientemente la gallina Angelina, con
la tranquilidad que da la sabiduría.- Yo nunca me pregunté como debía
educar a mis tres pequeños.
- Yo
os lo voy a decir - dijo la vaca Paca. Ella les animó a que buscaran su
alimento, y los observó de cerca hasta que lo hicieron por si solos,
esquivando las largas patas de las yeguas y las bocas de los cerdos. Les
escuchó, cuando algo les preocupó y les invitó a que buscaran la
respuesta en su corazón. No se la dio ella, pues sabía que la mejor
respuesta habita siempre en tu interior y la debes encontrar tu solo.
Unas veces sus pequeños se equivocaron y ella siempre le apoyó en el
acierto o en la equivocación. Y les escuchó sus consejos cuando la
equivocada fue ella, pues se permitía con amor reconocerse equivocada
cuando lo estaba.
- No
se si lo hice bien o mal – apuntó Angelina - ellos volaron cuando
necesitaron volar y volvieron cuando alguno de nosotros, necesito del
otro.
- ¿Y tu porque estás tan segura que eso es lo mejor? –Preguntó enojada una de las orgullosas gallinas a la entrometida vaca.
- Yo
no lo digo, lo deduje de la conversación que tenían vuestros propios
pollitos al otro lado de mi enorme barriga. Al preguntarse que era lo
que más deseaban. Tu pequeño retoño dijo, quisiera poder tener las alas
de un cisne para volar lejos, muy lejos, donde nadie me vigile. El
segundo dijo, yo desearía ser huevo otra vez, para tener siempre el
calor de mi madre y no tener tanta responsabilidad sobre mi pequeña
espalda. La pequeña hija de
Angelina, dijo que su mayor deseo seria, que su madre supiese, cuanto
valoraba todo lo que había hecho por ella y sus hermanos, sin que ella
le diera importancia. Deseaba que supiera cuanto había aprendido de su
madre en la vida y que se había convertido en el mejor espejo donde
verse reflejada. Y que aunque no fuese capaz de decírselo con palabras,
deseaba que algún día ella lo supiera, de alguna forma, de algún modo.
Dedicado a Angelina la mama gallina
Dedicado a ti mama, y a todas las mamás
En el día de la madre
Porque mi mayor deseo es que sepas
Lo que siento por ti
Autora: Nuria L. Yágüez
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