Cricri el Saltamontes
Cricri el Saltamontes
El Jardín de las Margaritas, se convirtió en un hermoso lugar, en donde
vivían en paz, todo tipo de insectos... muchas mariposas, saltamontes,
abejas, escarabajos y caracoles. La vida en ese lugar, era feliz y
tranquila.
Pero tanta alegría, se veía interrumpida con la presencia
de la señora Arañacota, que desde el tiempo en que Colín quedó atrapada
en su red, seguía tejiendo sus peligrosas telas por todos lados.
En este jardín, vivía Cricrí y su familia. El era un pequeño
saltamontes muy alegre y travieso, pero también, muy desobediente. Eso
le traía siempre, muchos problemas y por eso, sus padres estaban muy
preocupados, ya que no conseguían que Cricrí les obedeciera.
En una ocasión, siguió a Don Escarabajo Pelotero hasta su guarida, a
pesar de que su papá le tenía prohibido acercarse a él, puesto que todos
sabían, que este escarabajo tenía un terrible carácter y hasta
resultaba peligroso cuando se enojaba.
Pero a Cricrí eso no le importaba, pues estaba decidido a averiguar, que hacía el escarabajo con las pelotas.
Para su desgracia, el escarabajo lo sorprendió espiando y se enojó
tanto, que enterró a Cricrí de cabeza en una de estas malolientes
pelotas. Sacarlo de ahí no fue problema, pero si quitarle el mal olor,
ya que después de una semana, aun se le olía venir desde muy lejos.
Cierto día, se le ocurrió seguir a unas abejas obreras hasta su
colmena, pues le habían dicho, que estas tenían una piscina llena de
miel y Cricrí quería ser el primero en bañarse en ella.
Por desgracia, fue sorprendido por la segunda guardia del panal y estas
abejas lo picaron, antes de que pudiera huir. Pobre Cricrí, el dolor
tardaría mucho en pasar y lo peor de todo, era que aún no comprendía el
peligro de tanta desobediencia.
Días después, Cricrí fue
invitado por su papá, a la recolección de tallos que se haría cerca del
charco y después, disfrutarían de un agradable día de campo.
Esa tarde, Cricrí y los demás saltamontes jugaban a “brinco
adelante”... Este juego lo ganaba el saltamontes que más lejos llegaba
al saltar y todos se estaban divirtiendo mucho.
Cuando era el
turno de Cricrí, este tomó mucho impulso para que su brinco fuera el
mejor y en el momento que se disponía a saltar, escuchó un fuerte grito
de su papá que le decía: ¡No saltes! Cricrí sin saber porqué, obedeció
de inmediato.
Cual sería su sorpresa al ver que su papá se
acercaba a mostrarle una de las muchas redes que había dejado la fea
Arañacota ¡¡Justo en donde hubiese caído al saltar!! Su papá estaba
feliz, pues se daba cuenta de que al fin su hijo estaba aprendiendo a
obedecer.
Cricrí también se sentía feliz, ya que ahora
comprendía la importancia de obedecer, pues le había salvado de morir en
las invencibles redes de la Arañacota.
Tú te preguntaras ¿Qué
ocurrió con la fea Arañacota? Pues te contaré que un mal día, la atrapó
un niño muy travieso y le quitó dos de sus ocho patas.
Como no pudo volver a tejer redes, los bichos del jardín, comenzaron a
alimentarla de granos y hojas... Con el tiempo, la señora Arañacota se
volvió vegetariana y de esta forma, dejo de ser una amenaza para todos.
Te contaré también, qué Cricrí llegó a ser uno de sus mejores amigos,
pues, le agradecía en parte, el ayudarle a comprender la importancia de
la obediencia.
FIN
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