miércoles, 24 de octubre de 2012

Vida e impresiones de un peluche

Vida e impresiones de un peluche

 

Xusy era una koala cualquiera, con su pelo gris, sus grandes orejas, su hocico negro como el azabache y sus grandes ojos. Permanecía inmóvil con la mirada fija en su reflejo o, mejor dicho, en todos ellos, pues se encontraba rodeada de otros compañeros y compañeras idénticos a ella.
Xusy pasaba así hora tras hora, día tras día, con la vista fija en cuantos la rodeaban, hasta ese momento. Un gran temblor anunció el mal presagio, ninguno de ellos se imaginaba lo que ocurría a su alrededor, simplemente se limitaban a esperar como siempre, expectantes a que ante sus ojos apareciera el motivo de aquel gran movimiento y de ese estruendoso ruido. De repente, frente a sus ojos apareció una inmensa bestia. Xusy quedó paralizada al instante por el terror cuando la bestia clavó sus gigantescos ojos azules en ella y sus compañeros. Intentaba gritar, pedir ayuda o simplemente huir de aquel lugar, pero su cuerpecito no le respondía.
Así quedó, completamente inmóvil, observando cómo la gran bestia que superaba en más de 20 veces su tamaño, cogía a cada uno de sus compañeros con su brutal garra y los alzaba hacia las alturas, observándolos con minucioso cuidado y dejándolos caer ante la horrorizada vista de sus compañeros cuando su presa no le agradaba. Continuaba con su ritual de coger a uno de sus compañeros, acercárselos a su extraño rostro y dejándolos caer, hasta que le tocó el turno a Xusy.
Los ojos de Xusy permanecían completamente abiertos, no se atrevía ni a respirar ni a pestañear siquiera, la gran bestia se acercó a su rostro y la observó durante un tiempo que pareció una eternidad.
Xusy esperaba el momento en el que la bestia la dejaría caer al vacío como había hecho con muchos de sus compañeros hasta que, de pronto, para su sorpresa y horror, la gran bestia mostró sus inmensos dientes y la sujetó con firmeza entre sus zarpas.
La gran bestia se llevó consigo a Xusy para su desagrado y horror, Xusy continuaba sin poder moverse, presa de una tensión en su cuerpo proveniente de la espera de qué iba a ser de ella. El tiempo pasó hasta que llegaron a la gran cueva de la bestia, en ese lugar había monstruos aún más gigantescos que la que atrapó a Xusy. Tenía ganas de llorar, pero sus ojos no producían el transparente líquido, no tenía fuerzas ni para eso.
La gran bestia abrió una enorme jaula donde dejó caer a Xusy y a continuación cerró su inmensa puerta dejándola atrapada en su interior. Allí la aterrorizada koala se encontró con otros animales, todos tan asustados que ninguno se movió ni lo mas mínimo.
Así pasó el tiempo, dentro de esa oscura jaula. De vez en cuando la gran bestia abría la jaula y cogía a alguno de los desdichados compañeros de Xusy, a veces volvían, otras veces no, nadie sabía qué era de ellos...
Uno de esos días Xusy tenía una extraña sensación, algo en su cuerpo le decía había llegado su turno. Efectivamente así sucedió, la puerta de la oscura jaula se abrió y la gran bestia alargó su horrenda zarpa, agarró a la pobre Xusy y la sacó de allí.
Xusy se vio zarandeada de un lado a otro en una frenética carrera, en varias ocasiones estuvo a punto de caer desde las alturas, pero la zarpa se cerraba una y otra vez sobre su cuerpo blandito. Xusy pensaba que no podría continuar así, necesitaba escapar, hasta que de pronto resbaló entre los dedos del monstruo. La caída era larga, muy larga hasta que se vio frenada cuando chocó contra el suelo… Xusy rebotó, gracias a su cuerpo blandito y relleno de algodón. Nada le sucedió excepto ensuciarse un poco en el suelo, y así se repitió la historua día tras día, hora tras hora durante el resto de su vida.
Por cierto, ¿os he contado que la gran bestia era una niña de tres años? ¿No? Error mío.
Jero Rodenas

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