viernes, 5 de octubre de 2012

LA MIEL DE LOS ELOKOS

En un tranquilo pueblo vivían un hombre y una mujer, pero un día decidieron correr nuevas aventuras y se marcharon a vivir a la selva. Allí podían encontrar o fabricar todo lo que necesitaban: alimentos, vestidos, enseres, utensilios, etc. Pero también existían otros peligros desconocidos para ellos: animales salvajes, enanos, plantas venenosas, duendes, diablos...
Dibujo realizado por GabrielUna mañana, el hombre salió temprano a cazar algún animal para usar su piel en invierno y alimentarse durante semanas. La mujer se quedó preparando la cena. De repente, miró por la ventana al jardín y allí vio a un enano con cara de diablo que la observaba fijamente. Era un "eloko".
Se asustó mucho y, como tenía miedo de que el enano le hiciera daño, se armó de valor y dijo:

- Imagino que tienes hambre, así que siéntate ahí y, en cuanto termine de preparar esta sopa que estoy haciendo, te daré de comer lo que quieras.

Algo sorprendido, el eloko se sentó a esperar, tal como la mujer le había dicho. Pasaron algunos minutos y apareció otro eloko en el jardín de la casa. La mujer repitió que esperara hasta que la comida estuviese hecha.
Al poco rato vino otro eloko y otro y otro. Así llegaron un total de cuarenta enanos al jardín de la casa de la mujer. Ella, sin perder la calma, les decía a todos que se sentaran y esperasen a que la comida estuviese preparada.
Cuando acabó de cocinar la sopa, la mujer la sirvió en una calabaza muy grande. Los elokos lo devoraron todo con rapidez. No quedó resto alguno de sopa pero aquellos enanos seguían teniendo hambre y le dijeron a la mujer:

- Como no tienes más comida, te comeremos a ti.

Al oír esto, la mujer, muy asustada, comenzó a llorar desconsoladamente. Entonces se le acercó una tórtola y le dijo:

- Si los humanos no fueseis tan desagradecidos y egoístas yo volaría a avisar a tu marido para que te ayudase.

La mujer, sin parar de llorar, le dijo a la tórtola: "Si me ayudas, te juro por lo más sagrado que te lo agradeceré siempre".
La tórtola salió volando para buscar en el interior de la selva a su marido. No tardó en encontrarlo. El hombre cargaba con una cierva que había cazado y con una pequeña calabaza llena de rica miel. La tórtola empezó a gritarle fuertemente: "¡A tu casa, a tu casa!".
Él reaccionó con sorpresa, pero enseguida comprendió el mensaje del pájaro: "su mujer estaba en peligro".

Dibujado por CatalinaTan deprisa como le era posible, echó a correr y al poco rato llegó a su casa.
Se quedó perplejo al ver a los elokos afilando sus cuchillos. Estaban colocados en un corro, dispuestos a dar muerte a la mujer que se encontraba en el centro.
El hombre gritó angustiado a los malvados enanos:

- No matéis a mi mujer, esperad. Yo os daré una comida mucho más sabrosa que la carne humana.
Entonces repartió entre ellos la calabaza llena de miel que había traído. Los elokos devoraron aquel manjar. Cuando acabaron le dijeron:

- Ciertamente, nos has dado algo muy sabroso, pero si no nos das más, te mataremos a ti y a tu mujer y después os comeremos a los dos.

- De acuerdo -les contestó el hombre- pero dadme algo de tiempo para que vaya al interior de la selva a buscar más miel.

Rápidamente, el hombre fue hasta la colmena donde había cogido antes el dulce y en una calabaza enorme metió la colmena entera llena de miel y de todas las abejas que en ella habitaban.
Llegó al jardín de la casa y les dijo a los elokos:

- Os he traído esta calabaza enorme llena del manjar que tanto os gusta y además os he traído una sorpresa, pero no podéis mirar mientras os la preparo para que comáis.
Dibujao por Laura RobledoCuando los enanos estuvieron de espaldas, el marido y la mujer cogieron unas piedras y las lanzaron con todas sus fuerzas contra la calabaza para romperla. Hecho esto, los dos salieron corriendo y se metieron en el interior de su casa, cerrando puertas y ventanas.
De la calabaza rota comenzaron a salir miles de abejas furiosas que se lanzaron sobre los enanos para acribillarlos con sus aguijones venenosos.
Los elokos salieron huyendo despavoridos y nunca más volvieron a aquel lugar. Desde entonces el hombre y la mujer continuaron viviendo felizmente en la selva.
 

Ilustrado por:
Gabi  6 años
Catalina  5 años
Laura  6 años
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