miércoles, 24 de octubre de 2012

Con los ojos cerrados

Con los ojos cerrados

 

Era un día de verano, como otro cualquiera. No corría ni pizca de brisa y, como era costumbre mi mamá me dejó solita en mi "bitacion" para echar una forzosa y aburrida siesta. Sólo se oía acercarse y alejarse un zumbido de una mosquita que a pesar de ser un poco pesada, era lo único divertido que encontraba en mi cuna. Me puse de pie y, guiada por la barandilla, comencé a dar una vuelta de reconocimiento pero todo era igual, hasta que recordé las palabras que una amiguita de la “guarde” me dijo a escondidas: "Cuando estés aburrida y no sepas qué hacer, cierra los ojos muy fuerte y veras cómo al abrirlos te encontrarás en un mundo lleno de aventuras."
Entonces me dispuse a cerrarlos, total, no tenía nada que perder. Los cerré muy fuerte, y cuál fue mi sorpresa, que al abrirlos me encontré vestida de exploradora, con un magnífico gorro marrón y unos prismáticos de colores. "¡Guau!", grité sorprendida, no sabía ni dónde me encontraba ni lo que tenía que hacer, pero mi instinto me decía que debía seguir hacia delante.
Todo estaba muy frondoso y había unos árboles muy altos que daba ganas de escalar. De pronto, entre las ramas de un árbol, vi un bonito peluche colgado y me recordó al peluche de koala, que me regaló mi tía Petunia, que tengo puesto en la estantería de mis juguetes, y al que no le hago caso. Me dispuse a trepar al árbol para cogerlo pero el peluche se movió y, al acercarme a él, me di cuenta que mi pequeño peluche de koala ¡había cobrado vida!
De pronto y sin salir de mi asombro el koala, todavía con la boca llena de hojas, me dijo:"Hola, pequeña Carlita, ¿estás dispuesta a vivir mil aventuras conmigo y mis amigos de la selva?” Yo no lo podía creer, con lo aburrido que parecía este peluche encima de la estantería. Todavía un poco incrédula, le dije: “¡Sí! ¡Me encantaría! Llevo toda la tarde aburrida en mi cuna y esto era lo que estaba esperando, pero ¿de qué amigos me hablas?”
Señaló al suelo y allí estaban todos los peluches que tenía puestos por todos los rincones de mi "bitacion". Estaba el león, con sus grandes melenas, la pequeña mariquita de color rojo, mi peluche de jirafa... Todos, absolutamente todos, hasta el oso polar, con un abanico, porque el pobre tenía mucho calor. Todos me miraban felices y me dijeron: "Estamos aquí para hacerte feliz." Todos querían jugar conmigo, y me enseñaron mil y un rincones inexplorados de esa selva espesa a la que todos denominaron i-ma-gi-na-cion, que palabra tan rara y larga, y jamás la olvidaré.
Poco a poco el bosque se hizo cada vez más borroso, y mi amigo el koala me dijoque teníamos que despedirnos rápido, pero cada vez que quiera verlos y vivir un sinfín de aventuras, tendría que cerrar los ojos y apretarlos con fuerza...
Yo me despedí y les dije que me lo había pasado en grande jugando con todos, ya nunca vería esos peluches de la misma forma. Cuando desperté, llamé a mi mamá, y le señalé los peluches, ella se asombró, pero me los dio, y les di un abrazo enorme, especialmente a mi koala, y me pasé toda la tarde jugando con ellos, y viviendo de nuevo todas las aventuras.
Desde entonces ningún día de verano volvió a ser igual de aburrido.
Un consejo, amiguitos, si queréis divertiros, cerrad los ojos...
Inés García Écija

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