Cuentos para dormir. El duende y el Ratón Pérez
Generalmente, cuando en las noches
despertamos sin ningún motivo aparente, es que uno de ellos a pasado
corriendo por la almohada muy cerca de nuestra cabeza, haciendo sonar
sus calzas con cascabelitos.
Son bastantes traviesos y bromistas,
muchas veces se sientan al lado de nuestras orejas y nos susurran los
sueños que más tarde tendremos. En otras ocasiones participan
directamente de ellos, pero el placer más grande entre sus bromas es
despertarnos justo en el momento culminante de un bonito sueño. ¿Y como
lo hacen?; pues bien, nos pegan con la punta de su farolillo en la nariz
y salen arrancando.
Bien esta es la historia de uno de ellos. Que por buen duendecillo
que se precie, también tenía su farolillo y sus calzas de cascabel,
signo inequivo de ser un experimentado duende de los sueños. El nombre
de este duendecillo era Plis-Plin y se jactaba de ser
muy conocido en la comunidad nocturna de las flores de los jardines y
bosques; donde también habitan otros seres algunos de luz como
pequeñitas hadas o suspiros del viento; este duendecillo era muy famoso
por sus bromas algunas de ellas muy pesadas.
Plis-Plin como todas las noches, salía a inventar
sueños entre los niñitos que dormían desde temprano en sus camas
abrigaditos. Saltaba de almohada en almohada, susurrando sueños en los oídos de los niños,
cuando se encontró de sorpresa con otro trabajador nocturno y también
paseador de las cabeceras infantiles. Era Don Ratón Pérez; Plis-Plin
había escuchado muchas veces en las reuniones de duendecillos de los
sueños; sobre este señor Ratón, toda una autoridad nocturna ya que él se
dedicaba a retirar de debajo de las almohadas todos los dientes de
leche que se caían de las boquitas de los niñitos y niñitas, a cambio
les dejaba una moneda de chocolate. Su labor era muy importante y
respetada.
Cuentos para leer por la noche con los niños
Nuestro duendecito lo miraba intrigado sentado sobre un libro de cuentos. El Señor Ratón lo miró y lo invitó a acercarse para que conversaran un rato.
El Ratón Pérez era viejito usaba
anteojos y bufanda, además cargaba dos maletitas, una con las monedas de
chocolate y otra con los dientecitos de leche que retiraba de las
almohadas.
Estuvieron charlando largo rato mientras comían
algunas monedas de chocolate. Se rieron bastante contándose las
anécdotas que solían ocurrirles a ambos en las noches de trabajo. Y ya
que se habían llevado también decidieron continuar juntos esa noche
trabajando; mientras el duendecillo susurraba los sueños al oído de los
niños, el Señor Ratón Pérez revisaba bajo las almohadas en busca de
algún dientecito de leche para cambiar por una moneda de chocolate. Así
estuvieron toda la noche hasta que llegó el amanecer y también llego la
hora de despedirse. Pero el duendecillo Plis-Plin tenía una gran duda y
era ¿qué hacía el Señor Ratón Pérez con todos los dientecitos que
recolectaba durante la noche?.
El Señor Ratón le explica a nuestro curioso
duendecillo que todos los dientecitos, se llevan a una gran fábrica en
donde se lavan en rica leche de vaca recién ordeñada y se los pinta con
una capita de dulce de calcio, se les deja secar y después el Señor
Ratón Regala Sonrisas; que era un ratón blanco de orejas rosadas y
también de anteojos; los va colocando en las almohadas de los bebitos
para que la Señora Hada de La Luz Azul, pase y con un
toquecito de su varita mágica, el dientecito aparezca en la boquita de
los chiquitos como el primer regalo de los seres de la noche.
Después que Plis-Plin dio por satisfecha su
curiosidad se despidió del Señor Ratón Dentista y partió corriendo a
saltitos hacia su mullida camita de hojitas y pétalos que tenía dentro
de un alerce. Había sido una noche muy interesante y se prometió a sí
mismo volver a encontrarse con el Señor Ratón Pérez pero esta vez le iba
a llevar como regalo un dedal de néctar tibio y un rico trozo de queso
FIN
Cuento de Mauricio Cabrera A.
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