Paralelo entre el ñandú y el avestruz africano
Excelencia de aquél en velocidad y fortaleza.
Pretende M. Buffon que ambas especies se asemejan en la pequeñez de la cabeza, en lo aplanado del pico y en el largo del cuello; pero que en las demás partes el ñandú se parece al Casoar. M. Cuvier, en la obra citada, dice exactamente lo mismo, y hasta usa de las mismas palabras de Buffon.
Semejantes, en verdad, por esos signos las dos especies, presentan todavía algunas relaciones más de uniformidad exterior ya en la forma de los ojos, y en el corte del cuerpo en forma de huevo superiormente y horizontal por debajo, ya en la colocación y texturas de las plumas, en varios de sus hábitos, etc.
Los caracteres externos que, entre otros, los diversifican consisten, en ser pénita o con cola la Africana, cuando la de la América carece absolutamente de ella; en la desnudez del cuello y de los muslos de aquélla, siendo en la última de estas partes, aunque diga M. Buffon lo contrario, perfectamente emplumada. A más, la placa que resguarda el cráneo del Avestruz de Africa, no tiene el otro.
Pero el signo diferencial más importante y sobresaliente entre ellas resulta, de la desigualdad numérica de dedos. Esta circunstancia a más de ser distintiva, ejerce una influencia trascendental sobre la más extraordinaria propiedad de estas especies, la velocidad en la carrera. En efecto el Avestruz de las tórridas arenas del Africa, bisulcado o con dos dedos, se muestra por esta sola causa menos resistente, presto y seguro en el ejercicio de aquella facultad que el ñandú trífido o parecido por la peculiaridad de sus tres dedos a las aves no trepadoras, o a los gallináceos, si fuera permitido contar por uno de más el tubérculo calloso de sus patas.
La adaptabilidad o adherencia con la superficie es la misma en las dos especies siendo plantígrados o que asientan toda la pata. La diferencia proviene del distinto apoyo que prestan en la carrera tres dedos contra dos. En efecto, una especie esencialmente corredora y velocísima, que modifica de mil modos sus peligrosas evoluciones, principalmente en la carrera de costado, en la cual efectúa cambios los más rápidos y excéntricos, es indudable, que encuentre una más firme sustentación, si proporciona en lo que es dable, esa indefinida volubilidad de pies con el mayor diámetro transversal que éstos tuvieran. Como la abscripción de un dedo en el ñandú dilata la línea transversal de ese miembro con notable ventaja sobre el de Africa, como es de suponer, por robusto que él se suponga en ésta, resulta, siguiendo la ley que proporciona a los cuerpos en movimiento un mayor apoyo en razón del crecimiento de la base de sustentación, no sólo mayor seguridad en el aplomo del cuerpo cuando vertical, sino también, y con necesidad absoluta, en las distintas inclinaciones que él adoptara en sus indescriptibles movimientos.
Aquella base representada en la carrera del ñandú por la pata entera, o sólo posada sobre las últimas falanges, como en el hombre cuando corre, es en cualquier caso más extensa y mucho más firme en él que en el otro, descansado el centro de gravedad sobre un basamento más lato. Este mayor ensanche es de una alta importancia para un bípedo, cuya disposición corpórea es horizontal y no vertical como lo es en el hombre. Este, por esa razón, en su estación y aún corriendo permanece naturalmente aplomado sobre sus pies, el ñandú, de cuerpo horizontal como los cuadrúpedos, tiende por el contrario a desequilibrarse en las multiplicadas evoluciones de su carrera. Y al considerar la velocidad y tortuosidad con que la ejecuta, la pesantez y volumen de su cuerpo, la prolongación, sin igual en la clase entera de su línea horizontal, no puede desconocerse la sabia liberalidad de la naturaleza, en esa ampliación de base con que la agració, sin mengua de la celeridad que le fue acordada como primer dote, y como único medio de defensa.
Quizá sea cierto que la pata del Avestruz bidígito puede en un riguroso cálculo mecánico, ofrecer un momento de ligereza, suponiéndole una más pronta separación del suelo, que la del tridígito o de tres dedos. Pero esta ventaja, si lo fuera, sería casi efímera en sí misma, encontrándose disminuída por un menor diámetro latitudinal que expone a vacilaciones en la carrera, o a perder el equilibrio al menor vaivén de un cuerpo más pesado y voluminoso que el del Ñandú, y empujado por potencias cuyo ejercicio es tan rápido.
Por otra parte, la excelencia de un par de músculos en cada extremidad del Ñandú, le proporciona un nuevo grado de agilidad y de resistencia en la carrera, y le hace superior al de los eriales y tostados desiertos del Africa, deficiente de ese poderoso resorte de progresión. La adición de un tercer dedo supone la existencia de una otra polea en la extremidad inferior del tarso. El de Africa sólo tiene dos para recibir igual número de dedos. Este aumento de poleas influye en la extensión del tarso y en la robustez consiguiente al ensanche de
Excelencia de aquél en velocidad y fortaleza.
Pretende M. Buffon que ambas especies se asemejan en la pequeñez de la cabeza, en lo aplanado del pico y en el largo del cuello; pero que en las demás partes el ñandú se parece al Casoar. M. Cuvier, en la obra citada, dice exactamente lo mismo, y hasta usa de las mismas palabras de Buffon.
Semejantes, en verdad, por esos signos las dos especies, presentan todavía algunas relaciones más de uniformidad exterior ya en la forma de los ojos, y en el corte del cuerpo en forma de huevo superiormente y horizontal por debajo, ya en la colocación y texturas de las plumas, en varios de sus hábitos, etc.
Los caracteres externos que, entre otros, los diversifican consisten, en ser pénita o con cola la Africana, cuando la de la América carece absolutamente de ella; en la desnudez del cuello y de los muslos de aquélla, siendo en la última de estas partes, aunque diga M. Buffon lo contrario, perfectamente emplumada. A más, la placa que resguarda el cráneo del Avestruz de Africa, no tiene el otro.
Pero el signo diferencial más importante y sobresaliente entre ellas resulta, de la desigualdad numérica de dedos. Esta circunstancia a más de ser distintiva, ejerce una influencia trascendental sobre la más extraordinaria propiedad de estas especies, la velocidad en la carrera. En efecto el Avestruz de las tórridas arenas del Africa, bisulcado o con dos dedos, se muestra por esta sola causa menos resistente, presto y seguro en el ejercicio de aquella facultad que el ñandú trífido o parecido por la peculiaridad de sus tres dedos a las aves no trepadoras, o a los gallináceos, si fuera permitido contar por uno de más el tubérculo calloso de sus patas.
La adaptabilidad o adherencia con la superficie es la misma en las dos especies siendo plantígrados o que asientan toda la pata. La diferencia proviene del distinto apoyo que prestan en la carrera tres dedos contra dos. En efecto, una especie esencialmente corredora y velocísima, que modifica de mil modos sus peligrosas evoluciones, principalmente en la carrera de costado, en la cual efectúa cambios los más rápidos y excéntricos, es indudable, que encuentre una más firme sustentación, si proporciona en lo que es dable, esa indefinida volubilidad de pies con el mayor diámetro transversal que éstos tuvieran. Como la abscripción de un dedo en el ñandú dilata la línea transversal de ese miembro con notable ventaja sobre el de Africa, como es de suponer, por robusto que él se suponga en ésta, resulta, siguiendo la ley que proporciona a los cuerpos en movimiento un mayor apoyo en razón del crecimiento de la base de sustentación, no sólo mayor seguridad en el aplomo del cuerpo cuando vertical, sino también, y con necesidad absoluta, en las distintas inclinaciones que él adoptara en sus indescriptibles movimientos.
Aquella base representada en la carrera del ñandú por la pata entera, o sólo posada sobre las últimas falanges, como en el hombre cuando corre, es en cualquier caso más extensa y mucho más firme en él que en el otro, descansado el centro de gravedad sobre un basamento más lato. Este mayor ensanche es de una alta importancia para un bípedo, cuya disposición corpórea es horizontal y no vertical como lo es en el hombre. Este, por esa razón, en su estación y aún corriendo permanece naturalmente aplomado sobre sus pies, el ñandú, de cuerpo horizontal como los cuadrúpedos, tiende por el contrario a desequilibrarse en las multiplicadas evoluciones de su carrera. Y al considerar la velocidad y tortuosidad con que la ejecuta, la pesantez y volumen de su cuerpo, la prolongación, sin igual en la clase entera de su línea horizontal, no puede desconocerse la sabia liberalidad de la naturaleza, en esa ampliación de base con que la agració, sin mengua de la celeridad que le fue acordada como primer dote, y como único medio de defensa.
Quizá sea cierto que la pata del Avestruz bidígito puede en un riguroso cálculo mecánico, ofrecer un momento de ligereza, suponiéndole una más pronta separación del suelo, que la del tridígito o de tres dedos. Pero esta ventaja, si lo fuera, sería casi efímera en sí misma, encontrándose disminuída por un menor diámetro latitudinal que expone a vacilaciones en la carrera, o a perder el equilibrio al menor vaivén de un cuerpo más pesado y voluminoso que el del Ñandú, y empujado por potencias cuyo ejercicio es tan rápido.
Por otra parte, la excelencia de un par de músculos en cada extremidad del Ñandú, le proporciona un nuevo grado de agilidad y de resistencia en la carrera, y le hace superior al de los eriales y tostados desiertos del Africa, deficiente de ese poderoso resorte de progresión. La adición de un tercer dedo supone la existencia de una otra polea en la extremidad inferior del tarso. El de Africa sólo tiene dos para recibir igual número de dedos. Este aumento de poleas influye en la extensión del tarso y en la robustez consiguiente al ensanche de
Fuente(s):
biblioteca de clarin
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