domingo, 28 de abril de 2013

LA DULCE HISTORIA DE UGUETTO Y ADALGISA

LA DULCE HISTORIA DE UGUETTO Y ADALGISA
Prof. Graciela Pacheco de Balbastro

Corría el siglo XVII y la ciudad de Milán, siempre bella y aristocrática, comenzaba a prepararse para la Natividad del Señor en ese frío diciembre.
A pesar de la intensa nevada, los parroquianos hacían ya las primeras compras y los negocios del ramo ofrecían las confituras tradicionales.
Pero en la panadería del viejo Tone, al contrario de años anteriores, ese ambiente de fiesta allí no se vivía. Las ventas habían declinado, los clientes frecuentaban ahora otras confiterías y la familia estaba realmente preocupada.
Hasta para Uguetto, el más pobre de los empleados, y que sólo tenía ojos para Adalgisa, la hija del patrón, eso no pasó inadvertido. Contagiósele la preocupación que vio en los ojos de su amada y saliendo del ensoñamiento que le producía el sólo mirarla, pensó y repensó en la manera de ayudarla.
Uguetto era de muy humilde condición. Huérfano de padre y madre, había entrado al servicio de los Tone cuando sólo tenía diez años. Era tres años mayor que Adalgisa, así que la había visto crecer y transformarse en una joven bellísima a la que asediaban buenos pretendientes. De la boca de Uguetto jamás había escapado una palabra de amor. Sólo de sus ojos, que tenían por brújula la silueta de la joven.
Así las cosas, mientras limpiaba los moldes, acarreaba harina y apilaba la leña, pensó una vez más que él tendría que ayudar a su patrón y que si de atraer clientes se trataba, él encontraría la solución.
Esa noche, cuando quedó solo en la cuadra, entró en acción.
Buscó harina, a la que agitó suavemente, como si los trigales de los que provenía se meciesen. Preparó levadura y mientras canturreaba canciones inventadas, endulzó la preparación.
Pensando en la tentadora boca de su amada incorporó fruta a la preparación. Recordó sus cabellos y agregó avellanas, . . . soñó con su boda con Adalgisa y escanció agua de azahar. Y soñando y canturreando amasó y amasó.
El frío y la oscuridad quedaron afuera. Adentro, el horno y el corazón de Uguetto chisporroteaban calentitos.
Rendido por el sueño, pero más para soñar que para dormir, dejó bollitos de masa reposando. Y mientras su cabeza adormilada se llenaba de ensueños, los bollitos crecían y crecían. Dentro de ellos jugaban las burbujas.
Cuando Uguetto despertó, una fragancia nueva invadía la cuadra.
Sin dilación horneó los pancitos livianos, dulces, frutados. El perfume de azahares, de brindis, de amor, inundó el barrio. Tan apetitoso era, que la gente comenzó a llegar.
Todos pedían ese “pane de Tone”. Día tras día, con la misma fórmula (su amor por levadura), Uguetto, ascendido a socio, preparaba ese pan de Navidad.
En poco tiempo más se casó con Adalgisa, vivieron muy felices y todos los años, cuando llega la Navidad, ponemos sobre nuestra mesa una esperanza renacida, un retorno del gran milagro del amor y un “panettone”.

Esta historia se la escuché a mi abuela piamontesa y por aquello que dijo Todorov de que “la literatura es una palabra que no necesita demostración”, me atrevo a contarla. De todas maneras “se non è vero, e ben trovato”.

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