Doña Jeringuilla
Eran
las 12 de la noche. El hospital estaba en silencio. Pablo se encontraba
medio dormido en su habitación del hospital. De repente oyó algo:
Pablo se levantó corriendo de la cama y miró a Laura, que era la niña que dormía en la cama de al lado.
–¡ Laura, Laura!, ¿has oído eso? –le dijo Pablo.
Pero Laura estaba profundamente dormida y
no le contestó. Pablo, al ver que no se despertaba, se levantó y
cogiendo su mano la despertó.
Una vez levantada, los dos juntos se fueron a investigar. Parecía que el ruido procedía del despacho del Dr. Jiménez.
–¿Hay alguien ahí? –preguntó Laura.
Pero nadie contestaba y cuando los dos se iban a marchar, volvieron a oír:
–¡Ay, ay! ¡No me quiere ningún niño!
Pablo y Laura miraron a la mesa del Dr. Jiménez y ante su asombro vieron que una jeringuilla estaba llorando.
–¿Cómo te llamas? ¿Por qué lloras?
–Me llamo Doña Jeringuilla y lloro porque
no me quiere nadie, los niños no se dan cuenta de que cuando yo les
pincho es para que se pongan buenos. Yo intento calmarles, pero ellos
solo lloran y gritan tanto que no pueden oírme.
–No te preocupes, dijeron Pablo y Laura,
vamos a decírselo a unos amigos para que se lo cuenten a todos los niños
del hospital y así cuando te vean siempre te escucharán.
Pablo y Laura fueron a buscar a María y
Rodrigo y estos a su vez avisaron a Chemita, Gonzalo, Jaime y Sonsoles,
que eran los niños de las habitaciones de al
lado.
lado.
Todos juntos fueron a ver a Doña
Jeringuilla, para demostrarle que siempre serían sus amigos y que nunca
más se sentiría tan sola.
A la mañana siguiente cuando Pablo se
despertó vio que Laura ya se había levantado. Estaba en la habitación de
Rodrigo y María y se encontraban consolando
a un niño, llamado Enrique, que gritaba: ¡no quiero que me pinchen, me van a hacer mucho daño!
a un niño, llamado Enrique, que gritaba: ¡no quiero que me pinchen, me van a hacer mucho daño!
–No te preocupes –le dijo Pablo, ya verás
como casi no te vas a enterar y gracias a lo que la jeringuilla te da,
te vas a poner bueno; ven con nosotros, vamos a hablar con la
jeringuilla y verás cómo es verdad.
Llegaron al despacho del Dr. Jiménez y
allí estaba ella, esperándoles. Cuando le dijeron lo que le pasaba a
Enrique empezó a susurrarle al oído. De repente, Enrique
se levantó y comenzó a sonreír.
se levantó y comenzó a sonreír.
- Gracias, no volveré a tener miedo, me has demostrado que eres una gran amiga.
A partir de entonces en ese hospital
ningún niño volvió a llorar, porque todos sabían que las jeringuillas
son nuestras amigas y sólo quieren que nos pongamos buenos y seamos
siempre felices.
De: Dr. José María Jiménez Bustos
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