Magdalena
y la hormiga Catalina
A Magdalena
le habían crecido los pies y papá pensó que necesitaría
unos zapatos un poco más grandes.
- Compraremos
unos zapatos nuevos- dijo papá.
El padre
tomó de la mano a su hija y comenzaron a pasear fijándose
en todos los escaparates.
- Hay zapatos
de todos los colores; dijo el papá de Magdalena.
Pero papá
sabía cual era el color favorito de Magdalena. De
pronto Magdalena dio un grito:
- ¡Ahí
están!. ¡Qué bonitos son!.
En medio
del escaparate había unos bonitos zapatos de color rojo, con un
par de enormes lazos azules.
- Por favor
papá, ¿puedo probármelos?- preguntó la niña.
Entraron
en la zapatería y les atendió una señora.
- ¿Qué
zapatos quieren ver?- dijo.
- ¡Esos!,
los de color rojo- exclamó Magdalena entusiasmada.
Papá
levantó a Magdalena del suelo y la sentó en una silla que
tenía unas patas
muy largas.
-Tendrás
que aprender a atarte los cordones.
Papá
explicó a la niña cómo tenía que atarse los
cordones. A Magdalena
no le pareció nada fácil.
- No importa,
siempre habrá alguien que me los pueda atar; pensó.
A la mañana
siguiente Magdalena llamó a su papá para que le atase los
cordones de sus zapatos nuevos.
- Papá
¿podrías atarme los cordones?.
- Sabes que
debes intentarlo tú sola, sino nunca aprenderás.
- ¡Ay, ay!
Me duelen tanto las rodillas que no me puedo agachar se quejó
Magdalena.
Su padre
le ató los zapatos para que viera una vez más cómo
se hacía. Pasó
otro día y Magdalena pidió a su madre que le atase los zapatos.
-¡Ay, ay!
Me duele la barriga. Mamá ¿podrías atarme los cordones de
mis zapatitos rojos?.
- Mamá
se los ató pero le recordó que si quería aprender
debía intentarlo
ella sola.
Pasaron los
días y Magdalena seguía pidiendo que le atasen los cordones
diciendo que ella no podía porque le dolía algo. Aquella
tarde, mamá y papá estaban muy ocupados ordenando la casa
cuando Magdalena les hizo la misma pregunta de siempre.
- ¿Podríais
atarme los zapatos?, me duele . . .
Estaban tan
ocupados que ni siquiera la dejaron terminar de hablar.
- Magdalena,
siempre que tienes que atarte los zapatos dices que te duele
algo. Es hora de que aprendas a hacerlo tú sola; dijo papá
poniéndose serio.
Entonces
Magdalena empezó a llorar. Veía tan difícil atarse
los zapatos que no se
atrevía a intentarlo. Salió
al jardín y se sentó en la hierba. Lloró
y lloró hasta que se dio cuenta que debajo de una maceta que había
a su lado, estaba pasando algo.
-¡En fila!.
¡Fiiiiirmes!. ¡1,2,3,4,1,2,3,4!. ¡Cuánto hay que trabajar, no podemos
descansar ni un minuto!.
Todas las
hormigas trabajaban sin parar, unas traían miguitas de la cocina
de Magdalena, otros traían semillas del campo y las más
fuertes se encargaban
de sacar las piedras de la entrada del hormiguero.
- Hoy es
un día muy especial; les dijo la reina a todas las hormigas.
- Han nacido
hormiguitas y tenemos mucho trabajo.
Todas las
hormigas esperaban en fila a que la reina les dijera cuál era su
trabajo. Catalina, la
hormiga de zapatos rojos estaba un poco asustada porque no sabía
que trabajo le iba a mandar la reina.
-A ver si
me manda un trabajo fácil- pensó la hormiga Catalina mientras
esperaba su turno.
- Vosotras
cuatro os encargaréis de quitar las piedras del camino;
dijo la reina a las hormigas más fuertes de la fila.
- Las de las
patas más largas buscarán alimentos y tú enseñarás
a los bebés.
Catalina estaba
distraída pensando en que lo único que ella sabía
hacer era atarsse los cordones de sus hermosos zapatos y no se dio cuenta
de que la reina le estaba hablando a ella.
-¿Cómo
te llamas?- preguntó la reina rozando sus antenas con las de Catalina.
- Me llamo
Catalina majestad y no se cuidar bebés.
- Ya aprenderás;
exclamó la reina. Todas tenemos que ayudar en este hormiguero porque
pronto llegará el invierno.
- Catalina
subió las tres escaleras que conducían a la guardería.
-¿Cómo
voy a hacer? No se lo que tengo que hacer- pensó.
Al abrir
la puerta de piedra, vió las antenitas de los bebés hormigas
asomando por los barrotes
de las cunitas. Como
era la hora del desayuno, las hormiguitas se despertaron y empezaron a
llorar.
- Buaaaaa.......buaaaaaa............buaaaaaaaa.-
gritaban sin parar.
- ¿Qué
les pasará?, ¿por qué gritan tanto?.
Catalina
no entendía nada. Era por la mañana, acababan de despertarse
y querían . . .
-¡Claro,
su desayuno!. Tienen hambre, ¿qué les voy a dar?- se preguntó
entonces Catalina.
De pronto
llamaron a la puerta.
-Toc, toc
es la hora del desayuno, traigo los cereales .
Era la hormiga
Felipe que se encargaba de repartir la comida. Cuando
Catalina puso los cereales en la mesa, los bebés comenzaron a llorar
de nuevo porque no sabían comer.
- Calma,
calma, yo les ayudaré. Primero pondremos la mesa- dijo Catalina
a las hormiguitas.
- ¡Clis,
clas, pum!. ¿Qué ha sido eso?.
Una de las
hormiguitas había cogido todos los platos de una vez y con tanto
peso se le cayeron al suelo y se rompieron en mil pedazos. Entonces Catalina
comprendió que iba a tener que explicarles todo con mucha paciencia.
- Tendrás
que llevar los platos uno a uno- le explicó Catalina moviendo sus
antenas.
Una vez más
golpearon la puerta.
- Toc, toc,
es la hora de vestirse, traigo la ropa.
Era la hormiga
María que se encargaba de lavar y planchar la ropa.
- Es la hora
de vestirse, tomad vuestra ropa- dijo Catalina .
Mientras
se fijaba en los bebés vio que todos habían intentado vestirse
pero aquello era un
desastre. La hormiga
de los zapatos rojos movió sus antenas para enseñar a los
bebés a vestirse.
-¡Ja, ja,
ja, ja, ja!- Catalina y las hormiguitas se miraron y comenzaron a reírse,
porque aquello empezaba a ser muy divertido.
A la hora
de acostarse Catalina rozó sus antenas con las de las hormiguitas
bebés para darles las buenas noches y enseguida se quedaron dormidas.
-¡Uf, qué
cansada estoy!- exclamó Catalina.
Nuestra amiga
se desvistió, se desató los cordones de sus hermosos zapatos
rojos, se metió en la cama y se quedó dormida.
Al día
siguiente las hormiguitas no lloraron tanto y día tras día
fueron aprendiendo a
mover las antenitas cuando querían algo. Pasado
el tiempo la reina vino a visitar a Catalina y vio como las hormiguitas
estaban poniendo la mesa todas contentas, mientras otras se vestían
y ninguna lloraba sino que movían sus antenas cuando querían
hablar.
- Has hecho
un buen trabajo Catalina, les has enseñados muchas cosas a estas
hormigas. Creo que ha llegado el momento de que yo descanse y tú
ocupes mi lugar.
Entonces
la reina puso a Catalina su corona.
- No olvides
que es muy importante intentar hacer las cosas, ya ves que lo
has conseguido. Si alguna vez me necesitas aquí estaré-
dijo la reina rozando
sus antenas con las de Catalina.
Catalina
se dio la vuelta y tocó con sus antenas la nariz de la niña
y le dijo:
-¿Ves?. Pensé
que era difícil y al final lo he conseguido. Creo que tú
también puedes hacerlo.
Magdalena
se sentó en la escalera mirando sus zapatos. Cuando entró
en casa los cordones de sus zapatos estaban atados.
- ¡Enhorabuena,
lo has conseguido!- dijo su papá sonriendo.
Desde ese
día Catalina aprendió muchas más cosas y ya no tuvo
miedo de que al principio no le salieran bien.
INTRODUCCION.-
Este cuento
va dirigido a niños de cuatro a seis años. La protagonista
se encuentra ante un
problema común a niños de esta edad: saber o aprender a
realizar determinadas destrezas. El aprendizaje de algo nuevo siempre
trae consigo unos factores a tener en cuenta, como son la seguridad personal
que a esta edad todavía no está afianzada, los grados de
habilidades motrices del niño/-a y la motivación que da
lugar a la iniciativa a la hora de desempeñar nuevas tareas.
El cuento
trata de una situación cotidiana en la que un padre acompaña
a su hija de compras y posteriormente se presentan los roles familiares
en el hogar. La intención es tratar temas del entorno del niño
para hacer el relato interesante y principalmente significativo.
Magdalena,
la protagonista, es una niña de la misma edad a quien va dirigido.
Esta niña comparte con los lectores las mismas preocupaciones y
miedos a la hora de
aprender algo nuevo, por eso a los lectores no les resultará
difícil comprender el mensaje del relato.
La aparición
en el cuento de personajes animados hace que el niño sea capaz
de superar una dificultad de su mundo real por medio de la fantasía.
Nuevamente
aparecen en esta parte anécdotas y experiencias de la vida cotidiana
con las que resulta fácil identificarse.
El final
del cuento hace posible conectar el mundo real del niño con el
de la imaginación
de manera que el niño pierde ese miedo a realizar una tarea
nueva ayudado por su personaje de fantasía.
La intención
pues ha sido ésta, que el niño/-a aprenda a ser autónomo
siendo capaz de tomar
la iniciativa en cualquier experiencia nueva. Este cuento
pretende partir del entorno y de las experiencias cotidianas del niño/-a,
para conseguir mantener el interés en todo momento. La motivación
aparece ligada a la afectividad como paso imprescindible para llegar al
aprendizaje.
Mercedes
García Vázquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario