Diario de un perro
Hoy cumplí una semana de nacido. ¡Qué alegría haber llegado a este mundo!.
Un mes
Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.
Dos meses
Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba
muy inquieta y con sus ojos me dijo adiós. Espero que mi nueva familia
humana me cuide tan bien como ella me ha dicho que harán.
He crecido rápido, y todo me llama la
atención. Hay varios niños en la casa que para mí son como hermanitos.
Somos todos muy inquietos, ellos me tiran del rabo y yo les muerdo
jugando. Nos divertimos mucho.
Cinco meses
Hoy me regañaron. Mi ama se molestó
porque me hice pipí dentro de casa, pero nunca me habían dicho dónde
hacerlo. Además duermo en un cuartito… y ya no aguantaba más!
Ocho meses
Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar, y me siento tan seguro,
tan protegido… Mi familia humana me quiere y me deja hacer muchas
cosas. cuando están comiendo yo les pido algo y siempre me lo dan. Y el
jardín de la casa es estupendo, y puedo escarbar como mis antepasados
los lobos, escondiendo la comida. Creo que nunca hago nada mal porque
nunca me dicen nada…
Doce meses
Hoy cumplí un año. ¡Soy un perro adulto!
Mis amos dicen que crecí más de lo que ellos pensaban. Seguro que se
sienten más orgullosos de mí…
Qué mal me sentí hoy : Mi hermanito, uno
de los niños, me quitó la pelota. Yo nunca le quito sus juguetes! Así
que se la quité, pero mis mandíbulas se han hecho muy fuertes, y le hice
daño sin querer. Él gritó y lloró y yo me sentí muy triste. Después del
susto me encadenaron casi sin poder moverme, hacía mucho sol y tenía
mucho calor y no había agua cerca… Y les oí decir que van a tenerme en
observación o algo así, y que soy un desagradecido. ¡No entiendo nada!.
Quince meses
Ya nada es igual. Vivo en la azotea y me
siento muy solo. No sé por qué pero mi familia ya no me quiere. A veces
se les olvida que tengo hambre y sed, y cuando llueve no tengo ningún
techo para cobijarme.
Dieciséis meses
Hoy me bajaron de la azotea. Me puse muy
contento de que me perdonaran, y daba saltos de gusto, y movía el rabo
como nunca. Y además, ¡me van a llevar de paseo! Monto en el coche y
espero a ver a dónde me van a llevar,¡ tengo muchas ganas de correr y
jugar con mi familia!. Paramos, abrieron la puerta y yo me bajé feliz,
estábamos en una carretera al lado de un campo y pensé que pasaríamos un día estupendo. No entiendo por qué cerraron la puerta y se fueron.
-¡Esperadme! -les grité- ¡os olvidáis de mí!.
Corrí detrás del coche con todas mis
fuerzas, muy angustiado, iba viendo que no podría alcanzarles, que no
podía correr más y el coche se iba haciendo pequeñito. Me habían
olvidado.
Diecisiete meses
He intentado encontrar el camino para
volver a casa y no lo he conseguido. Estoy perdido. A veces me encuentro
con gente buena que me mira triste y me da algo de comer. Yo les doy
las gracias con la mirada, y les digo que querría que me adoptaran, que
les prometo ser leal como nadie… pero sólo dicen “pobre perrito, se debe
de haber perdido”. Y se van y me dejan solo otro vez.
Dieciocho meses
El otro día pasé por un colegio y vi a
muchos niños como mis antiguos hermanitos. Me acerqué y un grupo de
ellos, riéndose, me lanzó una lluvia de piedras, “a ver quién tiene
mejor puntería”, decían. Una de las piedras me dio en un ojo y ya no veo
con él.
Diecinueve meses
Ahora ya no se me acerca casi nadie, creo
que es porque ya no soy un perro bonito. Estoy muy flaco, perdí mi ojo,
tengo alguna herida de algún perro más fuerte que me mordió cuando
intentaba comer y hace mucho que nadie me cepilla el pelo. La gente no
me acaricia, últimamente lo que abundan son los escobazos que me dan
cuando intento dormir un poco a la sombra de alguno de sus porches.
Casi no puedo moverme. Hoy intenté cruzar
una calle por donde pasan coches y uno me atropelló. Aunque creo que yo
estaba en un lugar seguro… y no olvidaré la mirada de satisfacción del
conductor, que hasta se ladeó con tal de darme… ¡Si me hubiera matado! …
¡pero qué va!, ¡sólo me dislocó la cadera y el dolor es horrible!. Mis
patas traseras no se movían, así que con mucha dificultad me arrastré
hacia el borde del camino, donde había un poco de hierba.
Llevo diez días bajo el sol, la lluvia y
el frío, sin comer. Ya no me puedo mover nada, el dolor es
insoportable. Me siento muy mal, cuando llovió se hizo un charco donde
yo estaba y como no podía moverme estuve mojado muchísimo tiempo, y creo
que mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa sin verme, otros me
dicen “no te acerques”… pero si ni me puedo mover!!
Ya casi estoy inconsciente, pero una
fuerza extraña me hizo abrir los ojos. Alguien hablaba dulcemente,
“pobre perrito, cómo te han dejado…”, decía. Junto a ella venía un señor
con una bata blanca, aunque no veo apenas y no podría
asegurarlo, que empezó a tocarme y dijo “lo siento, señora, pero esto
ya no tiene solución, es mejor que deje de sufrir”. A la señora le
saltaron las lágrimas y asintió, y como pude, moví el rabo
agradeciéndole que me ayudara a descansar. Sentí un pinchazo de la
inyección y me dormí mientras me acariciaba la cabeza, pensando en por
qué me separaron de mi mamá que me quería, si ellos no lo hacían.
La
solución no es echar un perro a la calle, sino educarlo. No conviertas
una compañía tan agradable en un problema. Y sé consciente de que un
perro es un animal, una vida, NO UN JUGUETE.
No tengas uno si no vas a cumplir después tus responsabilidades con él.
Él nunca entenderá por qué pasaste de quererle cuando era un cachorro a
dejarle tirado en una carretera.
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