domingo, 28 de abril de 2013

MARÍA, madre, mujer valiente

MARÍA, madre, mujer valiente
por Olimpia Colón Aponte  


María de niña fue muy juguetona pero formal y seria. Esto les suena contradictorio. ¿Qué cómo se puede ser juguetona y a su vez formal y seria? Pues sí se puede, porque ella era alegre por naturaleza, le gustaba correr por los campos y hacia el río cuando iba en busca de agua.
Para María la vida era reír y correr y de paso hacer sus tareas. Desde pequeña se le había enseñado que la vida es alegre. Eso no quiere decir que María no sabía que había problemas alrededor de ella. Sí los había pero ella sabía que todos tenían solución. Ella sabía que eran eventos malos que pasarían, situaciones que podrían arreglarse. Como otros niños esperaba que las personas mayores resolvieran todos los problemas en paz, sin peleas entre si y con mucho amor sentarse a comer.
Así fue la vida de María y todos los niños de esa época. Solo que María desde joven notaba que había que ayudar más a las personas de mayor edad como los abuelos, y los enfermos, en estos casos ella era formal y seria, por que estas eran situaciones de seriedad.
Un día que ella corría hacia el río, con su cántaro a buscar agua se encontró con una anciana que apenas podía recoger el agua del río, menos iba a poder cargar el cántaro con agua. María se detuvo y le preguntó; -¿no tiene hijos o hijas que le puedan ayudar ya usted no está para estos trabajos? La señora que se llamaba Arlyn le dijo que solo vivía con su esposo enfermo y que sus hijos estaban en aldeas lejanas. Como María tenía tiempo le lleno el cántaro de agua, como era una joven fuerte llevo el cántaro de doña Arlyn con el suyo y fue a la casa de doña Arlyn. Tuvo que parar muchas veces por el camino porque doña Arlyn no podía andar tan ligero, se fatigaba. Pero en cada parada María le cantaba una canción o le narraba un suceso jocoso para que a doña Arlyn se le hiciera el camino menos penoso y más corto. Una de las canciones que más cantaba María era la siguiente:
Oye mi sol... como corre el río...,
Oye mis flores... como cantan los pajaritos...,
Oye mi viento... como suenan las hojas...,
No olviden todos que Dios nos ama.
Oye mi sol… Oye mis flores… Oye mi viento
No olviden todos que Dios nos ama, dulce amor.

Así pausaba y oía cada nota de la naturaleza, por que sabía que Dios estaba en todos los lugares tan hermosos que ella recorría.
Cuando llegaron a casa de doña Arlyn ella notó con el cariño que ésta trató a su esposo enfermo y la alegría en sus ojos cuando la vio. Parecía que para don Carlos había entrado un rayo del sol al llegar a su lado doña Arlyn. María los contempló por un rato y pensó que el amor en el matrimonio debería ser siempre así. Sacrificio, ternura y unión de seres que se necesitan pero se aman como un rayo de luz en la naturaleza, que a la vez que la calienta, le da la energía para vivir.
María se despidió de doña Arlyn y don Carlos pensando seriamente que algún día sería mujer y quería amar así y cuidar o ayudar a todos los enfermos y personas necesitadas. Que bueno era sentir la paz del amor correspondido.
A pocos días después de ese encuentro María fue escogida para ser la madre del niñito Jesús. Ya María era toda una mujer, sabía hacer las cosas del hogar, ayudaba en las compras, lavaba la ropa, ayudaba en la crianza de algunos niños en la aldea y del cuidado de los animales.
Estaba con su prima Isabel cuando el ángel Gabriel le anunció que sería madre. Fue una revelación hermosa, pero le preocupaba a su familia, ¿quién sería el padre? fue escogido José, el carpintero de Nazaret.
María sabía que su hijo sería el rey entre los hombres, y sabía que su hijo sería hijo de Dios en la tierra. Se fue con José porque temían por la vida del niñito que iba a nacer.
A los pocos días de viaje José se dio cuenta de lo valiente que era María. Pasaron por desiertos y tormentas de arena, no fue fácil protegerla. Solo andaban con una mula. Hubo momentos que se les enfrentaron animales peligrosos como una serpiente, pero María nunca perdió la calma.
María y José iban de aldea en aldea cantando por el camino, admirando los pequeños insectos en la arena, las aves grandes que de vez en cuando pasaban sobre ellos. ¡Qué mucho disfrutaban cuando encontraban un oasis, en medio del desierto !
María, ya con la carga de un niño por nacer, recordaba su infancia y corría por el oasis, cantaba dando gracias a Dios por cada estadía que habían tenido en el camino. Ella cantaba y cantaba dando vueltas con las manos en el aire:
Gracias, Dios mío por el sol, por el aire,
Gracias, Dios mío por la luna y las estrellas
que de noche nos guía y nos mece.
Gracias, Dios mío por su amor
que me cuida y me protege.
Gracias, Dios mío. Gracias…

De momento se le acercaron dos niños, Francisco y Daniela, la cogieron de la mano y siguieron cantando.
Gracias, Dios mío por el amor de mis padres,
Gracias, Dios mío por los amigos que tengo y el
lugar que ocupan en mi vida.
Gracias, Dios mío por su luz
de protección que nos guía.
Gracias, Dios mío. Gracias…

Cogieron a María de la mano y la llevaron a conocer a su madre que también esperaba un bebé. Bayana, su madre se alegró de verlos venir, había que tener cuidado con las personas que se conocían en los oasis, pero de verla Bayana noto que María era una mujer especial. Francisco era un niño de seis años y Daniela tenía cuatro años, los dos jugaban continuamente uno con el otro. Los dos niños ayudaban a sus padres y más aún a su madre. Los dos querían un hermanito pero sabían que había que cuidar a la madre que esperaba un bebé y por eso se sentían más importantes ayudando al padre a coger el agua para el viaje. Cuando vieron a María tan contenta cantando y esperando un bebé sabían que su madre le gustaría conocerla y así fue.
Bayana le preguntó su nombre y vio como José ya había conocido a Marcos el padre de Daniela. José se dio cuenta que al joven aún le faltaba experiencia en el manejo de los animales que llevaba y en la preparación de los alimentos. Fue un intercambio de conocimientos entre dos familias que se acababan de conocer pero en el cual reinaba una gran alegría por la llegada de los nuevos bebés.
María aprovechó para preguntar a Bayana sobre algunas dudas que tenía del comportamiento que debía tener en el momento del nacimiento del niño. Bayana le contestó como una madre que se encontraba con una amiga de la infancia y le dijo:
- Como madre lo más importante que debes tener en tu
momento cuando llega el aviso es orar, Dios siempre nos
acompaña en estos momentos y se que será más la ayuda
contigo.
- Ser madre es el momento más importante en la vida
de cada mujer que pueda serlo, no todas podemos
tenerlos como tú o yo, hay otras que son madres de
crianza, pero son madres.
- Madre es, alimentar, cuidar, proteger y sobre todo darles
amor en cada sonrisa en cada gesto de ternura, en cada
momento importante del niño estar aquí, como cuando
están enfermos o no pueden dormir por que también ellas
se preocupan y tienen sus problemas.
- Madre es ser comprensiva sin esperar nada a cambio.
La madre perdona y ayuda a sus hijos en ese camino tan
difícil del crecimiento, en una etapa de su vida que no
entienden por que los adultos se comportan de tal o cual
manera.
- La madre debe comprender que los niños quieren jugar
pero también quieren ser escuchados y tomados
en cuenta cuando se decide algo sobre ellos. Es siempre
bueno oír lo que opinan, hay niños que les es indiferente
las decisiones de sus padres otros no.
-¡Escucha siempre, saca tiempo!
- Especialmente en el momento de dormirlos, ora con
ellos, enseñarles a reclamar a Dios y al ángel de la
guarda.
- Tiernamente arrópalos y bendecidlos, siempre recordaran
ese momento en su vida. Es el verdadero momento de
amor entre la madre y sus hijos, luego con ese recuerdo
criaran a los suyos.
María y Bayana se abrazaron como si se hubieran conocido toda una vida. Se despidieron por que era la hora de cenar y al otro día muy temprano cada una iba por caminos diferentes.
María le contó a José sobre la experiencia tan bonita que había tenido. María se sintió más fuerte aunque José nunca dudo de la valentía de su joven esposa. No era fácil para una mujer embarazada recorrer el desierto, y a veces caminar a pie para dejar descansar a la mula, pero María era una mujer valiente que trataba de ir con José a la par por el camino y no quejarse de dolores ni otros malestares que son propios de la mujer que espera un bebé. Ella sabía que si preocupaba a José se tardarían más.
Cuando llegaron a Belén, María sintió que el bebé quería nacer. Fueron de posada en posada pidiendo albergue pero no había cabida. Hasta que llegaron a la Posada de don Ildefonso, él tampoco tenía cabida en su posada, él noto que María estaba en espera de un bebé y que estaba a punto de nacer. Don Ildefonso les ofreció un lugar en su pesebre. Así sola entre la mula y el buey a la medianoche, nació el niñito Jesús. José con el niñito en los brazos le dijo María ahora eres madre y como lo había pensado Dios te escogió por ser mujer valiente.
Terminando de decir estas palabras, en el silencio de la noche, una estrella que estaba sobre el pesebre brillo con tanta intensidad que un rayo cubrió a los tres recibiendo así la bendición de Dios esta sagrada familia.



¡GLORIA EN LAS ALTURAS HA
NACIDO EL NIÑO REY!

Gracias le doy a mi madre María Aponte
y a mis hijos Héctor y Nelson López Colón,
a Arleen y Chiro mis compadres,
a mi sobrina Barbara y Francisco Rivera por éste
hermoso regalo.

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