María de niña fue muy juguetona
pero formal y seria. Esto les suena contradictorio. ¿Qué cómo
se puede ser juguetona y a su vez formal y
seria? Pues sí se puede, porque ella
era alegre por naturaleza, le gustaba correr
por los campos y hacia el río cuando
iba en busca de agua.
Para María la vida era reír y correr y de paso hacer
sus tareas. Desde pequeña se le había enseñado
que la vida es alegre. Eso no quiere decir que María no
sabía que había problemas alrededor de ella. Sí los
había pero ella sabía que todos tenían solución.
Ella sabía que eran eventos malos que pasarían, situaciones
que podrían arreglarse. Como otros niños esperaba
que las personas mayores resolvieran todos los problemas en paz,
sin peleas entre si y con mucho amor sentarse a comer.
Así fue la vida de María y todos los niños
de esa época. Solo que María desde joven notaba que
había que ayudar más a las personas de mayor edad
como los abuelos, y los enfermos, en estos casos ella era formal
y seria, por que estas eran situaciones de seriedad.
Un día que ella corría hacia el río, con su
cántaro a buscar agua se encontró con una anciana
que apenas podía recoger el agua del río, menos iba
a poder cargar el cántaro con agua. María se detuvo
y le preguntó; -¿no tiene hijos o hijas que le puedan
ayudar ya usted no está para estos trabajos? La señora
que se llamaba Arlyn le dijo que solo vivía con su esposo
enfermo y que sus hijos estaban en aldeas lejanas.
Como
María tenía tiempo le lleno el cántaro de
agua, como era una joven fuerte llevo el cántaro de doña
Arlyn con el suyo y fue a la casa de doña Arlyn. Tuvo que
parar muchas veces por el camino porque doña Arlyn no podía
andar tan ligero, se fatigaba. Pero en cada parada María
le cantaba una canción o le narraba un suceso jocoso para
que a doña Arlyn se le hiciera el camino menos penoso y
más corto. Una de las canciones que más cantaba María
era la siguiente:
Oye mi sol... como corre el río...,
Oye mis flores... como cantan los pajaritos...,
Oye mi viento... como suenan las hojas...,
No olviden todos que Dios nos ama.
Oye mi sol… Oye mis flores… Oye mi viento
No olviden todos que Dios nos ama, dulce amor.
Así pausaba y oía cada nota de la naturaleza, por
que sabía que Dios estaba en todos los lugares tan hermosos
que ella recorría.
Cuando llegaron a casa de doña Arlyn ella notó con
el cariño que ésta trató a su esposo enfermo
y la alegría en sus ojos cuando la vio. Parecía que
para don Carlos había entrado un rayo del sol al llegar
a su lado doña Arlyn. María los contempló por
un rato y pensó que el amor en el matrimonio debería
ser siempre así. Sacrificio, ternura y unión de seres
que se necesitan pero se aman como un rayo de luz en la naturaleza,
que a la vez que la calienta, le da la energía para vivir.
María se despidió de doña Arlyn y don Carlos
pensando seriamente que algún día sería mujer
y quería amar así y cuidar o ayudar a todos los enfermos
y personas necesitadas. Que bueno era sentir la paz del amor correspondido.
A pocos días después de ese encuentro María
fue escogida para ser la madre del niñito Jesús.
Ya María era toda una mujer, sabía hacer las cosas
del hogar, ayudaba en las compras, lavaba la ropa, ayudaba en la
crianza de algunos niños en la aldea y del cuidado de los
animales.
Estaba con su prima Isabel cuando el ángel Gabriel le anunció que
sería madre. Fue una revelación hermosa, pero le
preocupaba a su familia, ¿quién sería el padre?
fue escogido José, el carpintero de Nazaret.
María sabía que su hijo sería el rey entre
los hombres, y sabía que su hijo sería hijo de Dios
en la tierra. Se fue con José porque temían por la
vida del niñito que iba a nacer.
A los pocos días de viaje José se dio cuenta de lo
valiente que era María. Pasaron por desiertos y tormentas
de arena, no fue fácil protegerla. Solo andaban con una
mula. Hubo momentos que se les enfrentaron animales peligrosos
como una serpiente, pero María nunca perdió la calma.
María y José iban de aldea en aldea cantando por
el camino, admirando los pequeños insectos en la arena,
las aves grandes que de vez en cuando pasaban sobre ellos. ¡Qué mucho
disfrutaban cuando encontraban un oasis, en medio del desierto
!
María, ya con la carga de un niño por nacer, recordaba
su infancia y corría por el oasis, cantaba dando gracias
a Dios por cada estadía que habían tenido en el camino.
Ella cantaba y cantaba dando vueltas con las manos en el aire:
Gracias, Dios mío por el sol, por
el aire,
Gracias, Dios mío por la luna y las estrellas
que de noche nos guía y nos mece.
Gracias, Dios mío por su amor
que me cuida y me protege.
Gracias, Dios mío. Gracias…
De momento se le acercaron dos niños, Francisco y Daniela,
la cogieron de la mano y siguieron cantando.
Gracias, Dios mío por el amor de mis
padres,
Gracias, Dios mío por los amigos que tengo
y el
lugar que ocupan en mi vida.
Gracias, Dios mío por su luz
de protección que nos guía.
Gracias, Dios mío. Gracias…
Cogieron a María de la mano y la llevaron a conocer a su
madre que también esperaba un bebé. Bayana, su madre
se alegró de verlos venir, había que tener cuidado
con las personas que se conocían en los oasis, pero de verla
Bayana noto que María era una mujer especial. Francisco
era un niño de seis años y Daniela tenía cuatro
años, los dos jugaban continuamente uno con el otro. Los
dos niños ayudaban a sus padres y más aún
a su madre. Los dos querían un hermanito pero sabían
que había que cuidar a la madre que esperaba un bebé y
por eso se sentían más importantes ayudando al padre
a coger el agua para el viaje. Cuando vieron a María tan
contenta cantando y esperando un bebé sabían que
su madre le gustaría conocerla y así fue.
Bayana le preguntó su nombre y vio como José ya había
conocido a Marcos el padre de Daniela. José se dio cuenta
que al joven aún le faltaba experiencia en el manejo de
los animales que llevaba y en la preparación de los alimentos.
Fue un intercambio de conocimientos entre dos familias que se acababan
de conocer pero en el cual reinaba una gran alegría por
la llegada de los nuevos bebés.
María aprovechó para preguntar a Bayana sobre algunas
dudas que tenía del comportamiento que debía tener
en el momento del nacimiento del niño. Bayana le contestó como
una madre que se encontraba con una amiga de la infancia y le dijo:
- Como madre lo más importante que debes tener en tu
momento cuando llega el aviso es orar, Dios siempre nos
acompaña en estos momentos y se que será más
la ayuda
contigo.
- Ser madre es el momento más importante en la vida
de cada mujer que pueda serlo, no todas podemos
tenerlos como tú o yo, hay otras que son madres de
crianza, pero son madres.
- Madre es, alimentar, cuidar, proteger y sobre todo darles
amor en cada sonrisa en cada gesto de ternura, en cada
momento importante del niño estar aquí, como cuando
están enfermos o no pueden dormir por que también
ellas
se preocupan y tienen sus problemas.
- Madre es ser comprensiva sin esperar nada a cambio.
La madre perdona y ayuda a sus hijos en ese camino tan
difícil del crecimiento, en una etapa de su vida que no
entienden por que los adultos se comportan de tal o cual
manera.
- La madre debe comprender que los niños quieren jugar
pero también quieren ser escuchados y tomados
en cuenta cuando se decide algo sobre ellos. Es siempre
bueno oír lo que opinan, hay niños que les es indiferente
las decisiones de sus padres otros no.
-¡Escucha siempre, saca tiempo!
- Especialmente en el momento de dormirlos, ora con
ellos, enseñarles a reclamar a Dios y al ángel de
la
guarda.
- Tiernamente arrópalos y bendecidlos, siempre recordaran
ese momento en su vida. Es el verdadero momento de
amor entre la madre y sus hijos, luego con ese recuerdo
criaran a los suyos.
María y Bayana se abrazaron como si se hubieran conocido
toda una vida. Se despidieron por que era la hora de cenar y al
otro día muy temprano cada una iba por caminos diferentes.
María le contó a José sobre la experiencia
tan bonita que había tenido. María se sintió más
fuerte aunque José nunca dudo de la valentía de su
joven esposa. No era fácil para una mujer embarazada recorrer
el desierto, y a veces caminar a pie para dejar descansar a la
mula, pero María era una mujer valiente que trataba de ir
con José a la par por el camino y no quejarse de dolores
ni otros malestares que son propios de la mujer que espera un bebé.
Ella sabía que si preocupaba a José se tardarían
más.
Cuando llegaron a Belén, María sintió que
el bebé quería nacer. Fueron de posada en posada
pidiendo albergue pero no había cabida. Hasta que llegaron
a la Posada de don Ildefonso, él tampoco tenía cabida
en su posada, él noto que María estaba en espera
de un bebé y que estaba a punto de nacer. Don Ildefonso
les ofreció un lugar en su pesebre. Así sola entre
la mula y el buey a la medianoche, nació el niñito
Jesús. José con el niñito en los brazos le
dijo María ahora eres madre y como lo había pensado
Dios te escogió por ser mujer valiente.
Terminando de decir estas palabras, en el silencio de la noche,
una estrella que estaba sobre el pesebre brillo con tanta intensidad
que un rayo cubrió a los tres recibiendo así la bendición
de Dios esta sagrada familia.
¡GLORIA EN LAS ALTURAS HA
NACIDO EL NIÑO REY!