martes, 1 de enero de 2013

Una leyenda indu


Un pobre campesino, llamado Dhanna, trabajaba en su campo, cuando llegó a su noria un sacerdote brahmán, para lavar unas piedras sagradas.

Después de lavarlas devotamente, puso un poco de comida delante de ellas.

El sencillo campesino preguntó al brahmán por que ponía comida delante de las piedras.

El sacerdote le explicó que aquellas piedras eran dioses y les daba de comer, pues eran muy poderosos.

Dhanna, dentro de su simplicidad, pensó inteligentemente que si tenía uno de aquellos dioses, no tendría que trabajar. Y le pidió uno al brahmán. Este se negó al principio pero ante la insistencia del campesino, lo llevó consigo y le dio una piedra representante de un dios secundario.

Dhanna se la llevó a su casa, la lavó y le puso comida.

Sorprendido, vio cómo de la piedra salía una mano que tomaba la comida. Pero Dhanna exigió al dios que saliera todo él entero para que comieran juntos.

El dios, viendo su fe, salió y comió con el campesino.

Cuando el dios iba a volver a su piedra, el campesino le increpó: "No, no. Ahora que has comido debes trabajar conmigo".

El dios, vencido por la fe del sencillo campesino, se puso a arar con los bueyes de Dhanna.

Cuando fue a casa y le contó a su mujer que tenía un dios que le araba el campo, ella le pidió que fuera al sacerdote brahmán a pedirle una diosa para ella, pues tenía demasiado trabajo en el hogar.

Así lo hizo Dhanna. Cuando llegó a la casa del sacerdote y le contó lo que estaba sucediendo con su dios, el sacerdote brahmán no podía creerlo, por lo que fue al campo con Dhanna a comprobarlo.

Cuando estuvo allí, vio los bueyes con el arado y nada más.

Dhana le dijo: "¿Lo ve?. Ahí está el dios arando con mis bueyes".

El sacerdote creía que le hablaba en broma. Pero "¿dónde está el dios?", le preguntó.

"Acaso no le ve? Está llevando el arado que arrastran los bueyes". Como Dhanna se dio cuenta de que el brahmán no veía al dios, fue hacia él y le preguntó. "¿Por qué yo te veo y el sacerdote en cambio no?".

Entonces el dios, mirándolo compasivo, le dijo: "Tú me ves porque tienes fe. El sacerdote habla de mí, pero no tiene fe. Por eso no me ve".

Los rituales, para algunos, son un negocio. Para otros una rutina.

Para los sencillos de corazón son la expresión de su fe verdadera, que no es ritual ni rutinaria.

La fe sincera y profunda es muy distinta de la que se habla, se predica o se quiere imponer a otros, sin sentirla de verdad.

La verdadera fe hace lo que llamamos milagros que, en realidad no son sino la expresión del poder que tiene la fe, por su propia naturaleza.


Respondiendo Jesús, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que aun si decís a este monte: ``Quítate y échate al mar, así sucederá

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