Inuk y el pez gigante
Texto por Beatriz Ramos Gómez
Ilustración por Brenda Figueroa
En un lugar no muy lejano, donde los coches son trineos, donde en los parques se patina y las casas son de hielo, vivía el pequeño Inuk. Alegre, como todas las noches, soñaba que por el día era un explorador que resbalaba con su trineo por pequeñas colinas y altas montañas. Ese día intentaría dar una sorpresa a su familia preparando él mismo una gran comida: ¡Un pez que él mismo pescaría!
Por la noche, soñando en silencio para no despertar a Ninit, su hermanita, salió rumbo al mar con su caña de pescar, un buen abrigo para espantar al frío y unos cuantos gusanitos para poder atrapar a los peces con más facilidad. Pero al llegar, el mar le tenía preparada una sorpresa a Inuk:
- ¡Oh! El invierno ha llegado y a los ríos, a los mares y a los estanques, ha congelado! - descubrió el pequeño, muy triste.
Pensó que podría pescar, con cuidado, bajo un suelo helado. Y pasito a pasito se adentró en medio del océano. Como los osos, poco a poco, consiguió hacer un agujerito y esperó durante mucho rato que algún pescado mordisqueara al gusanito. Y cuando Inuk comenzaba a aburrirse, la caña se movió y notó que algo grande, muy grande, intentaba escaparse:
- ¡Es un pez gigante! - gritaba mientras estiraba y estiraba. Y de tanto estirar, el hielo se rompió, el pez se escapó y Inuk al agua cayó.
No había pescado a un pez gigante. Era una familia de peces con una fuerza de mil elefantes:
- ¡Basta de trampas. No nos pescarás. Aquí somos felices, nadando en libertad! - le protestaron.
Inuk, algo asustado, intentaba escaparse pero tan sólo se hundía más y más hacia un hermoso lugar de corales y barcos perdidos, donde las focas danzaban con cangrejos y las ballenas jugaban con divertidos pingüinos. Un tiburón martillo, dos caracolas y tres orcas dormían sobre conchas vacías. Pero aunque todo era muy bonito, Inuk tenía mucho frío y deseaba volver a su lugar: donde los coches son trineos; donde en los parques se patina y las casas son de hielo.
Esa mañana al despertar, Inuk, le contó a Ninit la belleza del fondo del mar: un precioso rincón donde las focas; los cangrejos; las ballenas; los pingüinos; los tiburones y las orcas danzan, juegan y duermen sin parar.
Ilustración por Brenda Figueroa
En un lugar no muy lejano, donde los coches son trineos, donde en los parques se patina y las casas son de hielo, vivía el pequeño Inuk. Alegre, como todas las noches, soñaba que por el día era un explorador que resbalaba con su trineo por pequeñas colinas y altas montañas. Ese día intentaría dar una sorpresa a su familia preparando él mismo una gran comida: ¡Un pez que él mismo pescaría!
Por la noche, soñando en silencio para no despertar a Ninit, su hermanita, salió rumbo al mar con su caña de pescar, un buen abrigo para espantar al frío y unos cuantos gusanitos para poder atrapar a los peces con más facilidad. Pero al llegar, el mar le tenía preparada una sorpresa a Inuk:
- ¡Oh! El invierno ha llegado y a los ríos, a los mares y a los estanques, ha congelado! - descubrió el pequeño, muy triste.
Pensó que podría pescar, con cuidado, bajo un suelo helado. Y pasito a pasito se adentró en medio del océano. Como los osos, poco a poco, consiguió hacer un agujerito y esperó durante mucho rato que algún pescado mordisqueara al gusanito. Y cuando Inuk comenzaba a aburrirse, la caña se movió y notó que algo grande, muy grande, intentaba escaparse:
- ¡Es un pez gigante! - gritaba mientras estiraba y estiraba. Y de tanto estirar, el hielo se rompió, el pez se escapó y Inuk al agua cayó.
No había pescado a un pez gigante. Era una familia de peces con una fuerza de mil elefantes:
- ¡Basta de trampas. No nos pescarás. Aquí somos felices, nadando en libertad! - le protestaron.
Inuk, algo asustado, intentaba escaparse pero tan sólo se hundía más y más hacia un hermoso lugar de corales y barcos perdidos, donde las focas danzaban con cangrejos y las ballenas jugaban con divertidos pingüinos. Un tiburón martillo, dos caracolas y tres orcas dormían sobre conchas vacías. Pero aunque todo era muy bonito, Inuk tenía mucho frío y deseaba volver a su lugar: donde los coches son trineos; donde en los parques se patina y las casas son de hielo.
Esa mañana al despertar, Inuk, le contó a Ninit la belleza del fondo del mar: un precioso rincón donde las focas; los cangrejos; las ballenas; los pingüinos; los tiburones y las orcas danzan, juegan y duermen sin parar.
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