lunes, 7 de enero de 2013

Navegamos rumbo... Rusia - Las dudas de Trioska



 

Texto por Rebeca Amado
Ilustración por Raquel Blázquez

Ahora que ha llegado el otoño y estamos instalados en la rutina es el mejor momento para viajar desde las aulas o desde el sofá de casa con la imaginación. Desde este pequeño rincón del gran océano Internet os propondremos cada semana un país al que viajar con la mente para aprender un poco más de cualquier parte del mundo. A través de leyendas, personajes inventados, y grandes aventuras crearemos la excusa perfecta para explorar la geografía, cocina, cultura y, por supuesto la literatura, de los cinco continentes. 
 
Nos embarcamos en este gran viaje para despertar en los más pequeños una curiosidad imparable por ver conocer y comprender por sí mismos todo lo que nos rodea. Todo el mundo a bordo porque zarpamos ya ¡a la conquista de la libertad de pensamiento!


Esta semana rumbo a Rusia:  “Las dudas de Trioska”
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La pequeña tienda de antigüedades que estaba junto a la Plaza Roja de Moscú pasaba desapercibida entre los transeúntes, excepto para aquellos turistas que sentían la curiosidad por llevarse un pedacito del antiguo Imperio Ruso. Cierto era que, al abrir su puerta, sus muebles de madera, su iluminación tenue, y la música de gramófono te transportaban a otra época. Una colección de muñecas tan antigua como la propia tienda presidía la estancia. 
Una familia de madera que había llegado a manos de la abuela de la dueña, Doña Anastasia, en su décimo cumpleaños. La figura más pequeña de la colección se llamaba Trioska hija de Oska, y Ka y nieta de Matrioska; la gran figura madre que reinaba en la estantería, y que cada domingo por la tarde, cuando Doña Anastasia cerraba la tienda, les contaba la historia de su linaje.

“El invierno de 1890, uno de los más fríos que se recuerdan, el carpintero Serguei  salió al bosque a recoger madera como de costumbre. La nieve cubría gran parte del suelo lo que dificultó mucho su tarea, pero justo antes de darse por vencido y volver a casa sin una sola pieza, se fijó en un montón de nieve que sobresalía en el llano. Se acercó pensando que se trataría de un animal agazapado y al agacharse vio el más hermoso de los troncos que nunca antes había recogido. La madera, blanquecina, parecía brillar bajo los primeros rayos, y del grueso del tronco surgía un halo de vida. Serguei cogió con todas sus fuerzas el tronco en sus manos y lo llevó a casa. El maese carpintero quedó fascinado con la energía que desprendía de aquel tronco, tanto que no supo qué fabricar con él. Una madera tan especial debía convertirse en algo único.

Serguei no pudo ni comer ni dormir durante varios días, la obsesión por aquel tronco lo perseguía día y noche. Finalmente cayó rendido por el cansancio y al despertar vio con claridad que de aquella pieza de madera saldría la más preciosa de las muñecas. 
Una semana después tras horas y horas de trabajo de manos de Serguei nació Matrioska, la primera muñeca rusa. La belleza de la muñeca impidió a Serguei ponerla en venta. Cada mañana al despertar el creador daba los buenos días a su obra maestra hasta que, un buen día, Matrioska le devolvió el saludo. Serguei se sintió feliz por tener a alguien con quien hablar pero no pudo evitar darse cuenta de que Matrioska estaba triste.

Matrioska, un poco avergonzada, le explicó a Serguei que ella veía cada día por la ventana a los pájaros con sus crías, a los osos con sus oseznos, y hasta a las orugas que parecían verse perseguidas por millones de oruguitas que se enganchaban unas a otras, y ella sentía que querría tener una hija.
 
- Pero entonces -respondió Serguei- tendría que abrirte y sacar la madera de dentro de ti, y sería doloroso y nada fácil.

- Ya sabes que en la vida las cosas importantes siempre suponen pequeños sacrificios - respondió la dulce Matrioska.

Y así fue como el viejo Serguei abrió a Matrioska y extrajo cuidadosamente la madera de su interior para hacer una muñeca, casi gemela, pero un poco más pequeña, a la que llamó Trioska. Al cabo del tiempo Trioska sintió la misma necesidad de ser madre, y así fue como nació Oska. Cuando Oska pidió a Serguei que crease a su hija solo quedaba un pequeño trozo de madera y solo una muñeca más podría fabricarse. Entonces Serguei fabricó un pequeño muñeco, y antes de terminarlo, le dibujó unos enormes bigotes y lo puso ante el espejo diciéndole:

- Mira Ka,... tú tienes bigotes. Eres un hombre, o sea, recuerda que no puedes tener un hijo de dentro de ti. Y la familia quedó completa."
 Y así fue como nos convertimos en el símbolo de Maternidad - finalizó la abuela Matrioska.

Acto seguido el abuelo Ka, siempre atento a la narración, apostillaba:
– No solo un símbolo de maternidad, sino un símbolo ruso tan internacional como la Plaza Roja, o tan imprescindible como el mismísimo Volga. ¡Un pilar de esta gran nación! - exclamaba.

Pero la pequeña Trioska había escuchado la historia demasiadas veces y para cuando la abuela Matrioska terminaba, su imaginación ya había volado a cientos de kilómetros de la tienda.

Un buen día Trioska escuchó desde la estantería cómo un turista le explicaba a su acompañante que el origen real de aquellas muñecas no era ruso, sino japonés. En un primer momento Trioska no daba crédito a lo que acababa de escuchar:
- ¡Cómo se atreve ese señor a contar semejante mentira! - pensó.

Al cabo del rato, tras reflexionar detenidamente, le asaltaron las dudas:
- ¿Cómo puedo estar tan segura de que aquel chico mentía? - se dijo. - Después de todo la historia de mi abuela es la única que he oído, nunca he salido de esta tienda, y ella tampoco. La historia de aquel chico de tierras lejanas puede ser tan cierta como la de mi abuela ¡vaya lío!

Las dudas no le dejaban pensar con claridad - No quiero disgustar a mi abuela ni a mis padres pero tengo que salir de aquí. Necesito ver otros lugares, conocer a más gente y algún día volver para contar mis propias historias - exclamó.

De repente,sin pensarlo dos veces, Trioska saltó hasta el bolso de aquel joven turista, rumbo a cualquier parte.

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