domingo, 16 de agosto de 2009

La lechera

http://www.todocuentos.es//images/wr_j.gifuanita, con su cantarillo de leche, bien puesto a la cabeza sobre el cojinete, pensaba llegar sin obstáculo a la ciudad.

Caminaba a paso largo, ligera y corta de saya, pues sólo se había puesto, para estar más ágil, el refajillo y las sandalias. Así equipada, revolvía en su imaginación lo que sacaría de la leche y la manera de emplearlo. Compraba un centenar de huevos, hacía tres polladas; con su asiduo cuidado todo iba bien. “Cosa fácil es, decía, criar los polluelos alrededor de la casa; por muy lista que ande la raposa, me dejará bastantes para comprar un cerdo. Lo engordó, es cuestión de un poco de salvado. Al comprarlo ya será bastante grande; Al revenderlo, me valdrá muy buen dinero. Y ¿Quién me impedirá, valiéndome tanto, meter en el establo una buena vaca con su becerrillo, y verlo triscar en medio del rebaño?” Al decir esto, Juanita brinca también, llena de gozo. Cae el cántaro y se derrama la leche. ¡Adiós vaca y becerro! ¡Adiós cochino! ¡Adiós polluelos! La dueña de tantos bienes, mirando con ojos afligidos su fortuna por los suelos.

¿Quién no se hace ilusiones? ¿Quién no construye castillos en el aire? Todos, desde el soberbio Piro hasta la Lechera; todos, lo mismo los sabios que los locos. Soñamos despiertos, y no hay nada más agradable; halagadoras fantasías se apoderan de nuestra alma; todos los bienes del mundo son nuestros entonces: riquezas, honores. Cuando estoy a mis solas, soy tan valiente que desafío al más bravo, y voy a destronar al Sultán de Persia. Elígenme rey; mi pueblo adora en mí; llueven coronas sobre mis sienes. Pero, a lo mejor, cualquier accidente me vuelve a la realidad, y soy un pobre Juan lo mismo que antes

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