martes, 4 de agosto de 2009

El mago travieso

El mago travieso

Cuento de Carmen Ramos

El mago travieso

Había en un pueblo pequeño y alegre, un brujo gracioso y divertido que se dedicaba a hacer encantos traviesos. Se llamaba Segundito.
Un día, a doña liebre Sara, que pasaba por delante de su casa, le hizo una travesura de lo más peluda, pues sabiendo que a doña Sara le gustaba pintar, le convirtió el rabo en una brocha. Y, ¡ale!, se puso a girar. Giraba, bailaba y a todo el mundo pintaba, pintaba.
Segundito se reía corriendo por las calles del pueblo. Bajaba y subía como un tranvía, diciendo:

“Pinte pinte doña liebre
pinte pinte sin parar
el pueblo estará más alegre
pintado de color verde mar”.

Cuando a doña Sara se le pasó el conjuro travieso, estaba enfadada, toda despeinada y con su hermosa cola mareada.
Pero ahí no quedó la cosa, pues mientras doña ardilla le contaba a doña hormiga lo que le había sucedido, Segundito tramaba otra de las suyas. Se fue al hormiguero y lo llenó todo de granitos de pan casero.
-¡Oh! –exclamó la hormiga Gloria–¿dónde me sentaré ahora?

“Coma coma doña hormiga
coma coma sin parar
mientras más coma
antes se podrá sentar”.

La risa de Segundito se podía oír por todo el pueblo.
El alcalde oyó todas las quejas de los habitantes de aquel simpático lugar:
–Queremos a Segundito, no sabríamos vivir sin él, pero hay que decirle que un poquito menos travieso tiene que ser.
Segundito oyó en silencio aquella regañuza cariñosa y prometió ser un mago divertido, prometió que sus hechizos serían otra cosa.
Al día siguiente todos los habitantes del pueblo se levantaron de buen humor pues todos en sus puertas, encontraron carteles escritos por Segundito con palabras de color.
“Doña liebre, perdone usted, otro día yo pintaré”.
“Doña Gloria, es usted bella como una estrella”.
–¡Qué felices somos todos! –decían en el pueblo–, pues tenemos a Segundito, un mago de lo más encantador y además embrujador.

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