Dormirse en los laureles.
Hoy en día es complicado hacer amigos duraderos. ¿Será por la falta de tiempo o porque nos hemos vuelto egoístas?
Un mono y una tortuga que eran amigos inseparables encontraron dos plataneros en el suelo. A la tortuga se le ocurrió volver a plantarlos para tener comida todo el año. Al mono le pareció buena idea. Y sellaron el trato con un choque de patas. Pero cuando los plátanos maduraron, el mono se encaramó a los árboles y comenzó a devorarlos. La hambrienta tortuga, que no podía trepar a los árboles, le suplicó que le dejase algo.
«No te preocupes, hay de sobra para los dos», dijo el mono. La tortuga confió en su amigo y se durmió a pie de árbol. Cuando despertó, vio al mono con la panza repleta y ni un solo plátano a la vista. Y le espetó: «Eres un egoísta glotón y no me has dejado nada, de modo que te reto a una carrera. El que gane se quedará con los dos plataneros y el que pierda se marchará del bosque». El mono se burló de su lentitud y le dijo que no tenía nada que hacer.
La carrera comenzó y el mono dejó atrás a la tortuga en pocos minutos. Pero como le pesaba la panza, se tumbó y se quedó dormido. Cuando despertó, la tortuga estaba a punto de cruzar la meta, y esto le dio tanta rabia que la tiró al río. Pero como la tortuga es más rápida en el agua, pronto llegó a la meta y se hizo con el triunfo.
Saber apreciar las cualidades y defectos de los amigos no nos da ventaja sobre ellos, pero sí nos ayuda a conocerlos mejor.
Publicados bajo licencia CC por el periódico 20 minutos.
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