viernes, 29 de marzo de 2013

La Grulla Agradecida

La Grulla Agradecida
Erase una vez había un joven que vivía solo en una casita al lado del
bosque. De regreso a casa durante un día de invierno bastante nevoso, oyó
un ruido extraño. Se puso a caminar hacia un campo lejano de donde
venía el sonido, y allí descubrió una grulla tumbada sobre la nieve llorando
de dolor. Una flecha incada en la ala tenía, pero el joven, muy cariñoso, se
la quitó con mucho cuidado. El pájaro, ya libre, voló hacia el cielo y
desapareció.
El hombre volvió a casa. Su vida era muy pobre. Nadie le visitaba, pero esa
noche a la puerta sonó un frap

. "¿Quién será, a esta hora y en tanta nieve?" pensó él. ¡Qué sorpresa al abrir la puerta y ver a una mujer joven y bonita! Ella le dijo que no podía encontrar su camino por la nieve, y le pidió dejarla descansar en su casa, para lo cual él fue muy dispuesto.
Se quedó hasta el amanecer, y también el día siguiente.
Tan dulce y humilde era la mujer que el joven se enamoró y le pidió ser su
esposa. Se casaron, y a pesar de su pobreza, se sentían alegres. Hasta los
vecinos se alegraban de verlos tan contentos. Pero el tiempo vuela y pronto
llegó otro invierno. Se quedaron sin dinero y comida, tan pobres como
siempre.
Un día, para poder ayudar un poco, la mujer joven decidió hacer un tejido
y su marido le construyó un telar detrás de la casa. Antes de empezar su
trabajo ella pi dió a su marido prometerla nunca entrar al cuarto. El lo
prometió. Tres días y tres noches trabajó ella sin parar y sin salir del
cuarto. Casi muerta parecía cuando la mujer joven por fin salió, pero a su
marido le presentó un tejido hermoso. El lo vendió y consiguió un buen
precio.
El dinero les duró bastante tiempo pero cuando se acabo todavía seguía el
invierno. Ya que, otra vez se puso a tejer la mujer joven, y otra vez su
marido le prometió no entrar al cuarto. Fueron no tres sino cuatro días
cuando ella, viéndose peor que la vez siguiente, salió del cuarto y le dio a
su marido un tejido de tan gran maravilla que, al venderlo en el pueblo,
consiguieron dinero suficiente para dos inviernos duros.
Mas seguros para el futuro que nunca, desafortunadamente el hombre se
hizo avaro. Tormentazo, tanto por el deseo de ser rico como por los vecinos
siempre preguntándole que cómo se podía tejer sin comprar hilo, el joven
le pidió a su señora hacer otro tejido. Ella pensaba que tenían bastante
dinero y que no había necesidad, pero el avaricioso no dejaba de insistir.
Puesto que, después de recordarle a su marido la promesa, la mujer se
metió en el cuarto a trabajar.
Esta vez la curiosidad no le dejaba al hombre en paz. Ignorando su
promesa, fue al cuarto donde su señora trabajaba y abrió un poquito la
puerta. La sorpresa de lo que vio le hizo escapar un grito. Manejando el
telar estaba no su señora sino un pájaro hermoso, cual de las plumas que
se iba arrancando de su propio cuerpo hacia un tejido igualmente
hermoso. Cuando el pájaro, al oírle gritar, se dio cuenta de que alguien la
miraba dejó de trabajar y de repente su forma se convirtió a la de la mujer
joven.
Entonces, ella le explicó su historia, que ella era esa grulla cual él ayudó y
que, agradecida, se convirtió a mujer, y que empezó a tejer para ayudarle
no ser pobre, esto a pesar del sacrificio que tejer con las plumas de su
propio cuerpo le costaba. Pero, ahora que él sabía su secreto, tendrían que
dejar de ser juntos. Al oír esto, el prometió que la quería más que todo el
dinero del mundo, pero ya no había remedio. Cuando acabó su historia,
ella se convirtió a grulla y voló hacia el cielo.
La Grulla Agradecida
Erase una vez había un joven que vivía solo en una casita al lado del
bosque. De regreso a casa durante un día de invierno bastante nevoso, oyó
un ruido extraño. Se puso a caminar hacia un campo lejano de donde
venía el sonido, y allí descubrió una grulla tumbada sobre la nieve llorando
de dolor. Una flecha incada en la ala tenía, pero el joven, muy cariñoso, se
la quitó con mucho cuidado. El pájaro, ya libre, voló hacia el cielo y
desapareció.
El hombre volvió a casa. Su vida era muy pobre. Nadie le visitaba, pero esa
noche a la puerta sonó un frap

. "¿Quién será, a esta hora y en tanta nieve?" pensó él. ¡Qué sorpresa al abrir la puerta y ver a una mujer joven y bonita! Ella le dijo que no podía encontrar su camino por la nieve, y le pidió dejarla descansar en su casa, para lo cual él fue muy dispuesto.
Se quedó hasta el amanecer, y también el día siguiente.
Tan dulce y humilde era la mujer que el joven se enamoró y le pidió ser su
esposa. Se casaron, y a pesar de su pobreza, se sentían alegres. Hasta los
vecinos se alegraban de verlos tan contentos. Pero el tiempo vuela y pronto
llegó otro invierno. Se quedaron sin dinero y comida, tan pobres como
siempre.
Un día, para poder ayudar un poco, la mujer joven decidió hacer un tejido
y su marido le construyó un telar detrás de la casa. Antes de empezar su
trabajo ella pi dió a su marido prometerla nunca entrar al cuarto. El lo
prometió. Tres días y tres noches trabajó ella sin parar y sin salir del
cuarto. Casi muerta parecía cuando la mujer joven por fin salió, pero a su
marido le presentó un tejido hermoso. El lo vendió y consiguió un buen
precio.
El dinero les duró bastante tiempo pero cuando se acabo todavía seguía el
invierno. Ya que, otra vez se puso a tejer la mujer joven, y otra vez su
marido le prometió no entrar al cuarto. Fueron no tres sino cuatro días
cuando ella, viéndose peor que la vez siguiente, salió del cuarto y le dio a
su marido un tejido de tan gran maravilla que, al venderlo en el pueblo,
consiguieron dinero suficiente para dos inviernos duros.
Mas seguros para el futuro que nunca, desafortunadamente el hombre se
hizo avaro. Tormentazo, tanto por el deseo de ser rico como por los vecinos
siempre preguntándole que cómo se podía tejer sin comprar hilo, el joven
le pidió a su señora hacer otro tejido. Ella pensaba que tenían bastante
dinero y que no había necesidad, pero el avaricioso no dejaba de insistir.
Puesto que, después de recordarle a su marido la promesa, la mujer se
metió en el cuarto a trabajar.
Esta vez la curiosidad no le dejaba al hombre en paz. Ignorando su
promesa, fue al cuarto donde su señora trabajaba y abrió un poquito la
puerta. La sorpresa de lo que vio le hizo escapar un grito. Manejando el
telar estaba no su señora sino un pájaro hermoso, cual de las plumas que
se iba arrancando de su propio cuerpo hacia un tejido igualmente
hermoso. Cuando el pájaro, al oírle gritar, se dio cuenta de que alguien la
miraba dejó de trabajar y de repente su forma se convirtió a la de la mujer
joven.
Entonces, ella le explicó su historia, que ella era esa grulla cual él ayudó y
que, agradecida, se convirtió a mujer, y que empezó a tejer para ayudarle
no ser pobre, esto a pesar del sacrificio que tejer con las plumas de su
propio cuerpo le costaba. Pero, ahora que él sabía su secreto, tendrían que
dejar de ser juntos. Al oír esto, el prometió que la quería más que todo el
dinero del mundo, pero ya no había remedio. Cuando acabó su historia,
ella se convirtió a grulla y voló hacia el cielo.

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