EL CAIMÁN MUECO
En
un lago, formado en uno de los caños del rió Amazonas, vivían entre los
lotos y las raíces de los árboles de
sus orillas, infinidad de seres acuáticos: delfines rosados,
manatíes, tortugas, caimanes y peces de muchos colores. Entre los peces
que de vez en cuando llegaban al lago, estaba el Pirahiba, un
pez más grande que un hombre adulto. A él llegaba también, oculta
entre los lotos, la anaconda, la culebra más grande del mundo.
Con
el transcurrir de las horas, de los días y de los años, un caimán
inmenso, al que llamaban Don Ramón, se
fue volviendo viejo, fue perdiendo sus habilidades para nadar y
también sus dientes.... se le veía triste y abandonado debajo de las
raíces del árbol llamado "Poma Rozo". El hambre se le
acentuaba cada vez más, y poco a poco iba consumiendo el alimento
que los caimanes guardan en sus colas en forma de grasa, pues ellos no
tienen que comer todos los días.
Para
sentirse mejor, le dio por tener abiertas sus mandíbulas, las cuales
eran muy largas y anchas, hasta que
se le olvidó cerrarlas. A los días, en sus pocos dientes, empezaron a
formarse racimos de lamas verdes de las cuales se alimentaban muchos
peces y tortugas.
Un día llegaron al lago cinco tortugas que venían de tierras lejanas, donde las aguas en un verano abrasador se
habían evaporado.
_
Triqueté... triquitón.... triquitá....-. Esta marcha se oían por el
fondo del lago... era las pisadas de
cinco tortuguitas hermanas que marchaban en fila buscando un refugio
donde vivir y poder esconderse de muchos animales grandes que se las
podían comer.
Sus nombres eran "Patá", "Paté", "Patí", "Pató" y "Patú".
_ Veo hacia la derecha- decía Patá.
_ Miro por la izquierda- gritaba Paté.
_ Observo hacia atrás- informaba Patí.
_ Lo que hay arriba lo diviso yo- indicaba Pató.
_ Y lo que hay delante me toca a mí- advirtió Patú en medio de una carcajada.
_ !Ja¡.... !Ja¡....!Ja¡....- Patú no pudo contener la risa.
La
marcha se desordenó, las otras tortugas se sentaron a su alrededor para
que les diera una explicación de tan
desordenado comportamiento.... Pasadas las risas y carcajadas de
Patú, que era la tortuga más loquita del grupo, ésta les explicó el
motivo de su risa a sus hermanas que eran muy
disciplinadas.
_ Las vocales se trocaron, la "U" va de última y a mi me tocó de primera.... ¡Ja!.... ¡Ja!....
¡Ja!
_ Patí, quien era la más sabia de las cinco, dijo: no siempre tenemos que estar en lo correcto; a veces lo
correcto cansa y lo incorrecto divierte.... !Ja¡.... !Ja¡....!Ja¡....
_!Ja¡.... !Ja¡....!Ja¡.... !Ja¡.... !Ja¡....!Ja¡.... !Ja¡.... !Ja¡....!Ja¡.... !Ja¡.... !Ja¡....!Ja¡....
soltaron las carcajadas todas las tortugas del grupo.
_ Un ¡Um!, ronco y fuerte, llegó de algún lugar de lago.... Era el caimán que ya se estaba volviendo mal
humorado, no le gustaba la bulla.
Las
tortuguitas asustadas, corrieron a refugiarse en una gran cueva,
profunda y llena de lamas, que estaba en
la orilla más cercana. Era la cueva formada por las mandíbulas del
caimán, que en adelante llamaremos <>. En
silencio y temerosas, se escondieron en lo mas profundo de la
cueva, con sus patas y cabezas dentro de sus caparazones, hacia
afuera las patas, y sus cabezas, que eran sus partes mas delicadas,
hacia el interior de la cueva, que resultó ser la entrada a la
garganta del Caimán.... Este, las sintió; pero como se quedaron
calladas, él siguió tranquilo.
Al
terminar aquella huída, las tortugas soltaron los trozos de camarón de
agua dulce que llevaban escondidos
entre su nuca y su caparazón; estos salieron flotando hacia el tubo
de la garganta del caimán. Ellas se quedaron en silencio, a la
expectativa de lo que pudiera suceder. Los trozos de camarón que
se desprendieron al esconder sus cabezas, óiganlo bien, al llegar al
estómago causaron en éste un retortijón, por lo cual empezó a
alimentarse de ellos.
El
placer de sentirse alimentado hizo que el caimán abriera sus sentidos
adormilados: la nariz con el olfato,
el gusto con la boca, el oído con las orejas, la vista con los ojos y
el tacto con la piel. Con mucha calma y prudencia fue colocando en
funcionamiento cada uno de ellos, evaluando los beneficios
y los problemas que podrían ocurrirle con este hecho tan asombroso
para él, pues llevaba varios meses sin comer.
_ La piel, la que siente el frío y el calor, la que toca, le dijo_ son cinco pequeños cuerpos que respiran, y
como fueron cinco los alimentos que entraron a tu estómago, quizás ellos te los dieron.
_ El Olfato_ ¡Ah!... ¡ah!... huele a camarón y a tortugas, el camarón entró a tu estomago, lo traían las
tortugas, pues sus picos huelen a ellos.
_
El Oído_ oigo sus respiraciones, sus estómagos están llenos, están
asustadas, las palpitaciones de sus
corazones apenas se están calmando. Los camarones que soltaron
seguramente los traían para guardarlos con el fin de tener alimento de
reserva.
_El gusto_ ¡Gum!.... ¡Guau!.... qué delicia, qué comida tan rica. Él no informaba, él sólo sentía y hacía su
escándalo a medida que el estómago trasformaba los camarones en alimento.
_La vista_ ¡Ah!...., de malas. Siendo yo el sentido más importante, estaba durmiendo y no puede ver lo que
entró a tu boca, de modo que pon buena atención a lo que dicen los otros.
Reunida
toda la información, el cerebro del caimán dio la orden a todas las
partes del cuerpo de quedarse
quietas y concluyó: lo mejor es invitar a estos nuevos amigos a que
se queden a vivir conmigo.... Por lo cual, el caimán esperó unos minutos
para hablarles amablemente:
_ ¡Hola, mis amigas!.... ¿Cómo están?.... no tengáis miedo.... yo os protegeré....
Sorprendidas por esta voz áspera y melodiosa, las tortugas se juntaron más, y aumentaron su silencio, mirando
para todas partes, tratando de ver de dónde provenían aquellas palabras....
_ No, no traten de encontrarme, ustedes están dentro de mí y me han hecho un gran favor al soltar sus
camarones, éstos entraron a mi estómago y aliviaron el hambre que tenía de varios meses....
_ ¡Ahí!... de ahí es de donde sale la voz_ exclamó Patí, señalando con una de sus patas delanteras el esófago
del caimán.
Las cinco trataron de salir corriendo al mismo tiempo, pero la presencia de una sombra negra gigante que pasaba
por las afueras de la boca del caimán las detuvo.
_ Cuidado, no salgáis, la sombra que ven es la de una culebra boa a quien le gustan mucho las tortugas. Ella
está de paso y como sabe quién soy yo, no se mete conmigo.
_ ¿Y quién es Usted? ¿Nosotras no lo vemos? _ preguntó Patí.
Don
Ramón les contó la larga historia de su vejez, la de sus dientes y la
de su hambre, y además, cómo estaba
de contento con su llegada. Luego les propuso que tuvieran por
refugio la cueva de su boca, y que de vez en cuando le llevaran comida.
Las
cinco tortugas aceptaron encantadas y tomaron como vivienda a
"Boca-caimán". A ellas se unieron varios
peces de colores que jugueteaban por entre los pocos dientes del
lagarto gigante alimentándose de las lamas adheridas a sus fauces.
Cuando salían de su refugio, peces o tortugas, el caimán se
colocaba en posición de alerta por si se aproximaba algún enemigo de
sus amigos.
Todo
transcurría sin novedades en los alrededores de las profundidades del
lago, a veces pasaban delfines
rosados saltando y jugando, mostrando sus bocas alargadas; uno que
otro Pirahiba buscando peces para alimentarse. También por entre los
lotos, entre días, se veía a una mamá manatí con su bebé
comiendo por montones lotos y más lotos.
La visión del caimán era muy aguda, y desde el día en que se quedaron las tortugas no volvió a cerrar sus ojos.
Siempre estaba alerta.
_ ¡Ojo! Se aproxima un Pirahiba.... gritaba don Ramón a sus amigos para que se refugiaran en su
boca.
_ ¡Garrrr! -gruñía el caimán avisando al Pirahiba de su presencia para que no se metiera con sus
amigos.
Pero
un día.... un día de esos que siempre ocurren, don Ramón observaba
entretenido las piruetas de una familia
de monos leones de cara dorada, que eran como veinte; los más
jóvenes brincando de rama en rama, las madres espulgando o despiojando a
sus crías sobre su regazo, encima de una rama del tronco
principal. Algunos adultos cogían frutos del pomo rozo, y otros
vigilaban los alrededores para dar la voz de huída en el caso de que
apareciera una culebra trepadora o un tigrillo
hambreados.
Más
abajo, oculta entre los lotos del lago, se encontraba una anaconda de
unos cinco metros de largo; hacía
poco había llegado y don Ramón no la vio.... Pero las tortugas y los
peces sí la vieron y corrieron a esconderse en "Boca-Caimán". La
anaconda miraba fijamente su próxima comida, peces y
tortugas, pero también miraba a don Ramón; ella sabía que el caimán
era peligroso, pero no sabía lo del pacto entre él y los habitantes de
la cueva. Realizó los cálculos entre la distancia que la
separaba de la boca y la velocidad con que podría huir de semejante
enemigo.
_ Todo correcto...... ¡al ataque!- se dijo para sí, sin que nadie la escuchara.
Y... ¡patapam, pataplum!..... Una boca abierta entró a Boca-Caimán.... se tragó las tortugas y los peces en un
abrir y cerrar de ojos, emprendiendo veloz huída.
Pero
de malas, cuando hizo sus cálculos no tuvo en cuenta la longitud de su
cuerpo. Mientras su largo cuerpo
recorría la boca del caimán, éste reaccionó cerrando con fuerza sus
mandíbulas, atrapando la anaconda por toda la mitad de su cuerpo. Ante
tal suceso inesperado, el ofidio reaccionó enroscándose
en la boca del caimán. Entonces ella gritaba:
_ ¡Suéltame!, yo que no tengo nada contra usted, don Ramón. ¡Auxilio, socorro! que me come el caimán_ seguía
gritando la anaconda.- ¡Que alguien venga y me quite este animalote de encima!
A cada grito de la culebra, don Ramón apretaba más sus mandíbulas.
_ Pero.... ¿y mis amigos?_ pensó asustado el caimán. _ Si sueltas a mis amigos: los peces y las tortugas, te
dejo ir... Exclamó apresurado don Ramón.
_ ¡Ah! Son tus amigos_ dijo la anaconda, mentirosamente.
_ Sí, son mis amigos y si ellos mueren tú también morirás junto conmigo, pues no volveré a abrir mi boca nunca
jamás.
_ ¡Ya!... ¡ya!... cálmate, espera me desenrosco y los suelto.
_ Más te vale que lo hagas... y rápido.
La
Anaconda desenroscó todo su cuerpo de boca-caimán colocando la suya
frente a los ojos de éste, expulsó los
cuerpos aún vivos de las tortugas y los peces que estaban en las
profundidades de su estómago. Al verlos, el caimán soltó la culebra y le
dijo:
_ No quiero verte nunca más por estos lugares que son mi territorio.
_ Ni más faltaba... querer volver donde no me quieren_ respondió toda petulante la anaconda, desarrugando las
marcas que habían dejado las mandíbulas del caimán sobre su vistosa y hermosa piel.
_ Y además, cuéntale a tus amigos lo que les puede ocurrir si se atreven a venir por este
lago.
_ Seguro que sí, no sólo a mi familia sino a todos los que comen peces y tortugas. El chisme que voy armar va a
ser muy grande.
Don Ramón emitió un gruñido tan espectacular, que todos los depredadores que andaban en esos momentos en el
lago salieron en desbandada; entre ellos el Pirahiba que apenas hacía su entrada.
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