Alí Babá era un humilde y buen trabajador pero su hermano Kassim, por el contrario, era bastante avaricioso y desleal.
Una mañana, Alí Babá se encontraba paseando por el bosque con su mula, cuando de repente vio un grupo de cuarenta hombres montando a caballo. Eran ladrones que transportaban riquezas varias, y que súbitamente, se detuvieron frente a una roca gigantesca. El que parecía ser el líder se posicionó por delante del resto, y comenzó a vocear:
-¡Ábrete Sésamo!- hasta que finalmente la inmensa roca giró y dejó entrever una cueva por la que todos se adentraron.
Alí Babá, realmente asombrado ante lo que acababa de presenciar, siguió escondido y atento a la escena. Una vez que todos los hombres se encontraban dentro de la cueva, volvió a oír al jefe del grupo exclamar una vez más:
-¡Ciérrate Sésamo!- y la roca giró nuevamente hasta cubrir completamente lo que parecía la entrada a la gruta. Y así, como si nada raro hubiera pasado, la calma volvió de nuevo al bosque.
Poco después, la roca se movió de nuevo y reveló al grupo de bandidos que, ahora sin los tesoros, volvían a resurgir de la cueva. Cuando todos se encontraban fuera, la roca giró una última vez y la gruta quedó sellada y ocultada definitivamente. Los hombres huyeron finalmente a lomos de sus caballos.
El pobre Alí seguía sin creer el extraño comportamiento que acababa de observar. Parecía tratarse de una roca encantada de la que los bandidos hacían un uso deliberado y controlado. Su deseo era ahora precisamente poder adentrarse en la misteriosa cueva. Permaneció a la espera largo rato, hasta cerciorarse de que no había ninguna persona cercana a la roca mágica. Entonces, se situó al igual que el líder de los jinetes hiciera antes, y volvió a repetir:
-¡Ábrete Sésamo!- y, tal y como hiciera previamente, la roca se movió y dejó pasa a Alí Babá hacia el interior de la gruta.
El leñador se deslizó hacia el interior de la cueva, tras bloquear la salida nuevamente con la roca mágica. La gruta se encontraba completamente llena de fantásticas riquezas, así que Alí tomó algunos de los tesoros, pensando que podría llevar algunos hasta su hogar. Comenzó así a recoger lo que pudo y a guardarlo en su zurrón, hasta llenarlo completamente. Entonces, se fue de la cueva y dejando la roca en la misma posición exacta, confiaba que los bandidos no se dieran cuenta de que un intruso les había robado.
Al regresar a su hogar, compartió sus nuevas riquezas con Zulema, su esposa, pero ésta reaccionó tristemente, pensando que su marido trataba de darla el botín de un asalto. Finalmente, Alí se vio obligado a explicarla el origen de tan inmensa fortuna, con lo que su mujer quedo muy satisfecha y contenta.
El problema es que no sabían cómo podían ocultar tanta riqueza, y por eso decidieron esconder el tesoro bajo tierra. La mujer de Alí insistió en calcular primero el valor de todo lo obtenido, y pensaron que podían tomar prestada una balanza para poder pesarlo. Así, Zulema fue en busca de la balanza que Kassim tenía en su poder, ya que eran la única persona que conocían con tal artefacto, puesto que se trataba de alguien muy uraño. Sin embargo,Kassim sospechaba algo en el extraño comportamiento de su cuñada, y decidió untar de grasa la balanza, para descubrir qué tipo de sustancia ponían en ella.
Una vez que terminaron de medir el alcance de su fortuna, devolvieron la balanza al hermano de Alí. Kassim la observó detenidamente cuando la recuperó y quedó fascinado al descubrir un pequeño diamante. Sin dudarlo, fue en búsqueda de su hermano.
- ¡Desvergonzado!- le decía – ¿Dónde has encontrado tú una piedra preciosa, si eres de las personas más miserables que conozco!
Kassim se sentía muy molesto por la fortuna que su hermano parecía tener y por su lado, Alí Babá sabía que lo mejor que podía hacer era decir toda la verdad a su hermano, puesto que de lo contrario su cólera aumentaría. Y así hizo. Al enterarse Kassim de lo ocurrido, el más ruin de los hermanos decidió que necesitaba robar todo el tesoro para llevarlo a su casa.
Al día siguiente, Kassim volvió al lugar donde su hermano se había topado con el tesoro. Se paro frente a la , acompañado por varias mulas para ayudarle a transportar todas las riquezas que allí se guardaban. Tras meditarlo brevemente, pronunció las mismas palabras:
-¡Ábrete Sésamo!- y la roca cedió para él.
El avaro hermano se introdujo en la cueva y desde allí gritó de nuevo para que la gruta se cerrara. Maravillado por la cantidad de tesoros que allí lo esperaban, se detuvo a observarlos por unos momentos. Posteriormente, se dispuso a rellenar las alforjas, hasta cargar todas las mulas. Cuando estaba listo para marcharse cayó en la cuenta de que no conseguía acordarse de las palabras mágicas:
- ¡Ábrete avena! No, así no era.- se decía a sí mismo- ¡Ábrete Pistacho!
Pero por más y más que lo intentaba, era incapaz de recordar las palabras exactas que accionaban la roca mágica. Y así continuó durante un largo rato hasta que de repente escuchó un ruido y vio que la roca volvía a girar para abrirse. Sin embargo, no había sido Kassim el causante del movimiento, la razón de la apertura de la cueva era simplemente que los bandidos acababan de volver a su escondite. Al adentrarse en la cueva se encontraron con Kassim y sus mulas, así que rápidamente, le apresaron y le quitaron la vida, y después tomaron lo robado y lo colocaron nuevamente donde había estado. Tras terminar con sus quehaceres se marcharon de la cueva.
Cuando se hizo de noche y Kassim no estaba de vuelta, Alí Babá empezó a preocuparse, ya que presentía que algo terrible le había pasado. Entonces se trasladó hasta la cueva y cuando se introdujo en ella, descubrió el cuerpo inerte de su hermano en el suelo. Muy afligido, transportó el cadáver hasta su hogar, para poder darle honrada sepultura, aunque era consciente de que se ponía en peligro, puesto que los bandidos al no ver el cuerpo pensarían que había otro intruso que sabía cómo acceder a su gruta.
Y efectivamente, al descubrir los ladrones la ausencia del cuerpo de Kassim, intuyeron inmediatamente la existencia de otro extraño conocedor de su secreto.
El inteligente líder, trató de investigar hasta que consiguió saber que existía una familia que había tenido recientemente un funeral. Al localizar por fin la casa de Alí Babá, la marcó inmediatamente planeando regresar más tarde y llevar a cabo su plan vengativo.
Zulema pronto descubrió que su puerta había sido marcada y, temiendo lo peor, decidió por su cuenta marcar con la misma señal el resto de las casas de sus vecinos.
Esa noche, cuando los bandidos se acercaron, descubrieron que todo el pueblo estaba señalado con marcas idénticas, por lo que tuvieron que abandonar el lugar sin poder finalizar su misión.
Pero el jefe pronto tuvo otra idea para vengarse de los intrusos. Se dirigió directamente al hogar de Alí Babá, vestido como lo hacen los mercaderes, portando cuarenta y cinco tinajas de aceite, y anunciando ser un buen amigo de Kassim. Alí Babá dejó que pasara dentro de su casa y depositara su mercancía de aceite en el jardín. Después lo invitó a quedarse a comer.
Al llegar la noche, Zulema fue a recoger aceite de las vasijas, porque se había terminado y cuando llegó al jardín, escuchó una voz que provenía de dentro de las mismas, y decía:
- ¿Qué hora es? ¿Podemos salir ya?
- Espera, aún no es la hora.- contestó Zulema astutamente, ya que entendió que eran los bandidos los que se ocultaban dentro.
Comprobó entonces cuáles eran las tinajas que contenían aceite y se marchó a alertar a su esposo y al resto de su familia. Sin que el líder de éstos se enterará, Zulema hirvió el aceite que había guardado en algunas de las tinajas y lo vertió por encima de los ladrones camuflados, que murieron en el acto.
Cuando todo el mundo se había ido a sus habitaciones a dormir, el jefe de los ladrones se dirigió a encontrarse con sus compañeros. Sin embargo, no daba crédito a lo que descubrió dentro de las vasijas; todos sus compañeros habían muerto. Regresó al interior enfurecido, planeando matar a todos los habitantes de la casa, pero estos no dormía, estaban esperando que él llegara para apresarlo.
Al día siguiente, el líder de los bandidos fue llevado ante los jueces, donde quedó prisionero. Desde aquel momento, Alí Babá y toda su familia, vivió tranquila y feliz para siempre.
Clasificación
Autor : Richard Francis Burton
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