sábado, 10 de noviembre de 2007

LA JIRAFA

LA JIRAFA



LA JIRAFA

El año 1827 fue en Francia “ el año de la jirafa”. El bajá de Egipto habia ofrecido al rey de Francia, Carlos X, una jirafa en testimonio de amistad. Era la primera vez que se vería en este país un animal semejante, por lo que su llegada provocó gran curiosidad.

El cónsul de Francia en Egipto preparó el viaje. La jirafa debía ir acompañada de un jefe de expedición, tres criados negros y tres vacas encargadas de proporcionarle leche fresca. Se alquiló un barco sólo para transportarla. Entonces se vio que las calas del barco eran demasiado bajas para que la jirafa estuviera de pie sin tener tortícolis. Por tanto, se practicó un agujero en el puente, a fin de que pudiera sacar la cabeza por él. Finalmente, para protegerla del sol y de la lluvia, se le hizo un pequeño techo.

El viaje se efectuó sin tropiezos y, el 23 de octubre de 1826, la jirafa llegó a Marsella. Como el invierno estaba próximo, se pensó que sería imprudente conducir el animal a París, estando como estaba acostumbrado al calor. Fue confiado al prefecto de Marsella, el cual mandó que se construyera una barraca para él, bien cubierta de paja, en el mismo patio de la prefectura. Durante todo el invierno recibió la visita de los marselleses, que lo miraban curiosos y asombrados. Cuando llegó el buen tiempo, el prefecto pensó que la jirafa le sentaría bien dar algunos paseos.

Se la sacó, pues por la calle, rodeada de sus guardianes negros, de sus vacas y de gendarmes a caballo. Otros gendarmes, a pie, contenían a la multitud en las aceras. El primer caballo que vio animal tan extraño se encabritó, se desbocó y acabó volcando el coche al que estaba enganchado… Después, todo volvió a su cauce.

Pero había que ir pensando en llevarla a París, donde era reclamada. Se decidió hacer viajes a pie o a pata, en etapas cortas. La Academia de Ciencias designó a uno de sus ilustres miembros para que la acompañara, y el gobierno encargó a los prefectos de los departamentos por que tenía que atravesar que prepararan el alojamiento de la célebre viajera. Se le hizo confeccionar un impermeable con un capuchón para protegerle el cuello y la cabeza. Una gran muchedumbre se agolpaba a todo lo largo de la carretera . Todos los periódicos daban cuenta del paso del cortejo. En París mismo se organizaban viajes para ir a ver a la jirafa, llamada ya “la bella africana”.

El sábado 30 de junio de 1827 llegó al Jardín Botánico, en el que se había construido una gran rotonda decorada como el salón de una princesa.

El lunes siguiente, el rey Carlos X y toda su corte la recibieron en el palacio de Saint-Cloud. A la cabeza de la procesión cabalgaban los generales; luego venían los miembros de diversas academias y los dignatarios de las universidades. El ejército aseguraba el orden a lo largo de las avenidas.

En menos de seis meses, más de seiscientos mil visitantes fueron a verla en el Jardín Botánico. Su imagen fue reproducida en los papeles pintados, en las cajas de bombones, en las petacas, en los platos, en los relojes e incluso en las planchas domésticas… Las mujeres se peinaban “a la jirafa”, con el pelo alto… Se pensó incluso, para iluminar las avenidas, en hacer farolas en forma de jirafa, con una linterna entre los dientes…

La jirafa fue la única que no perdió la cabeza. ¡Lo miraba todo desde tan alto! …

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