Un día, el dueño, viendo que a ese ritmo se quedaba sin animales, decidió sacar de allí las gallinas y meter un cochino jabalí que habían engordado en el cortijo. Cuando la zorra entró en el corral, se puso a dar vueltas y vueltas buscando algo que llevarse a la boca y, como estaba muertecita de hambre, le tiró un bocado al cochino, que estaba acostado. ¡Para qué se lo tiró! El animal se levantó como lo que era, como un verraco, y se puso a perseguir a la zorra y a pisotearla sin parar.
Al ruido se levantaron los del cortijo y el hombre cogió a la zorra, que parecía ya muerta, y le dijo:
Anda, bicho malino,
que te hartaste de gallinas
y no pudiste con el cochino.
Y se la llevó arrastrando. La puso encima de una piedra y allí la dejó para que se la comieran los buitres. Pero la zorra se levantó y, en cuanto vio el camino libre, salió pitando que se las pelaba. ¡Anda que no se hizo bien la muerta ni ná!
INFORMANTE: Gabriel el guarda (El Cobre, Algeciras, Cádiz)
RECOGIDO POR: Juan Ignacio Pérez
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