lunes, 22 de julio de 2013

Heracles-Hercules

Heracles

Heracles, también conocido en Roma como Hércules, era hijo de Zeus y Almecna, una princesa de Tebas.
Hera, la esposa de Zeus, enojada por la infidelidad envió a dos serpientes para matarlo cuando todavía era un bebé. Pero Heracles, que era muy fuerte, tomó a las serpientes entre sus dedos fuertes como tenazas y las estranguló.
El niño fue creciendo, haciéndose cada vez más y más fuerte.
Años más tarde, Supo que el rey de Grecia, Euristeo, quería destronar al rey de Tebas, Anfitrión, que era su padrastro.
Heracles le ofreció a Euristeo ser su esclavo durante doce años, si permitía que su padrastro, Anfitrión, permaneciera en el trono durante ese tiempo.
Euristeo, al verlo tan fuerte, temió que lo destronara y consultó al oráculo de Apolo y este le dijo:-Accede al pedido, pero durante ese tiempo envíalo a hacer los trabajos más difíciles y peligrosos que puedas imaginar.

1-Heracles y el León de Nemea

El primer trabajo que Euristeo le encomendó fue que trajera la piel del León de Nemea.
Heracles salió en su búsqueda muy bien armado.
Cuando encontró al León, le disparó todas sus flechas, pero la piel era tan gruesa que no logró atravesarlo.
Entonces recurrió a su enorme maza y le pegó con ella en la cabeza mientras profería toda clase de gritos.
El León, confundido, se metió en su cueva. Esta cueva, cavada en la montaña tenía dos entradas. Heracles, juntó muchas rocas y las amontonó sobre una de las entradas hasta taparla totalmente y luego entró a la cueva armado de una flecha de acero afilada y su potente maza.
Cuando el león lo vio, abrió su enorme boca, mostrando sus afilados dientes, con las crines de su espalda de punta.
Heracles, entonces, se abalanzó descargando la maza sobre la cabeza del león dejándolo mal herido pero todavía vivo. Luego se trenzó en una lucha cuerpo a cuerpo. Con sus potentes brazos, lo apretó hasta asfixiarlo por completo.
Una vez muerto el león, le arrancó la piel y se la colocó sobre sus hombros como si fuera una coraza y volvió ante la presencia de Euristeo.















2-Heracles y la Hidra de Lerna

Esta vez Euristeo le pidió a Heracles que matase la Hidra de Lerna.
Para lograr esta difícil tarea, Heracles le pidió ayuda a su fiel compañero Yolao.
Cuando llegaron a la laguna de Lerna, Heracles disparo sus flechas para obligarla a salir del agua.
Cuando la temible Hidra finalmente apareció, Herácles le aplastó la cabeza con su maza. Pero de cada gota caída de la sangre de la hidra, renacían dos nuevas cabezas de pequeñas hidras que crecían a gran velocidad.
Como la lucha era feroz y se volvía interminable por la rápida reproducción de las hidras, le pidió a Yolao:-¡Pronto, Ayúdame! Arma una Tea con la rama de un árbol de ese bosque y quema las cabezas de hidra apenas nacen.
Yolao, hizo lo que Heracles le dijo y así fue quemando las cabezas una por una, impidiendo que se desarrollaran.
Cuando a la hidra le quedó solo una cabeza, Heracles la cercenó y luego la cortó en muchos pedazos que luego enterró.
Heracles, antes de retirarse, sumergió sus flechas en la sangre ponzoñosa de la hidra. Ahora contaba con flechas envenenadas.

3-Heracles y la Cierva de Cerineo

Apenas terminó con la hidra, el rey Euristeo lo mandó a traer viva a la cierva del monte Cerineo, que estaba consagrada a la diosa Artemisa.
Esta cierva, tenía cuernos de oro y patas de bronce. Nadie logró alcanzarla ya que nunca se cansaba de correr.
Heracles estuvo todo un año persiguiéndola, hasta que un día la siguió hasta un río. Como estaba muy crecido, la cierva no se animó a cruzarlo. Entonces, Heracles la tomó por sorpresa, la agarró por los cuernos, le ató las patas, la cargó sobre sus hombros y la llevó sana y salva ante Euristeo.

4-Heracles y el Jabali de Erimanto

Euristeo le ordenó que fuera en busca del jabalí de Erimanto y lo trajera vivo.
Heracles partió a buscarlo con sus armas habituales.
Lo más difícil era encontrarlo, ya que la temible bestia se escondía muy bien, y solo salía de su escondite para sembrar el pánico entre los habitantes de Arcadia.
Heracles revisó uno por uno cada arbusto y revolvió las malezas hasta que lo encontró. El jabalí huyó y Heracles fue tras él atravesando valles y montañas sin descansar.
Heracles vió un desfiladero sin salida y logró que el jabalí, ya agotado se internase para reposar . Heracles aprovechó ese momento para capturarlo, le sujetó las fauces de afilados colmillos, le ató las patas y lo cargó sobre su ancha espalda para depositarlo a los pies de Euristeo.

5-Heracles y los Pájaros de Estinfalo

Euristeo le ordeno luego a Heracles que exterminara los pájaros del pantano de Estinfalo.
Estos Pájaros tenían el pico y las patas de bronces y sus plumas exteriores eran como dardos de acero. Destrozaban todas las cosechas y comían carne de humanos y rebaños. Eran el terror de la región.
Cuando Heracles intentó cazarlos lanzando sus afiladas flechas, estas rebotaban en las plumas de acero exteriores que hacían las veces de una armadura. Solo eran vulnerables en su parte interna, o sea en su pecho.
Heracles no podía atravesar el pantano nadando porque estaba lleno de barro y tampoco podía caminar sobre él porque se hundía en el barro por su propio peso.
La diosa Atenea, viendo su desesperación y con la intención de ayudarlo le entregó un címbalo, luego le dijo: -¡Sacúdelo!
Heracles entonces, sacudió el címbalo y los pájaros se echaron a volar, descubriendo el pecho vulnerable.
Allí Heracles que era un magnífico arquero, disparo sus flechas y los exterminó a todos.

6-Heracles y el Toro de Creta

Euristeo, rapidamente le encomendó otro trabajo a nuestro héroe, Heracles.
Esta vez le pidió que acorralara, capturara y trajera a Mecenas al temible Toro de Creta. Una empresa nada fácil.
Heracles se embarcó rumbo a la isla de Creta.
Una vez allí, buscó al toro hasta encontrarlo. Luego lo persiguió hasta introducirlo en un bosque.
Heracles trepó a un árbol y espero que el toro pasara y se arrojó sobre el lomo del animal. Después de una fuerte lucha cuerpo a cuerpo, logró colocarle un anillo en la nariz y arrastralo a traves del agua hasta depositarlo frente a Euristeo.

7-Heracles y los Establos de Augías

El Rey de la Elida, Augías tenía unos establos muy sucios.
Tenía muchísimos rebaños de bueyes y nadie los había limpiado en treinta años. El estiércol se había acumulado y despedía un olor nauseabundo que se propagaba a toda la región.
Hercles vió que la tarea era muy difícil de cumplir porque los establos eran enormes ya que había más de treinta mil animales.
Entonces tuvo una idea brillante.
Abrió un boquete en uno de los muros laterales del enorme establo, luego fue hasta un río cercano, el río Alfio y con la ayuda de una pala y su fuerza, desvió el curso del río para hacer pasar el torrente por dentro del establo.
Las aguas del río atravesaron el establo, barriendo el estiércol acumulado, quedando impecable.

8-Heracles y los Caballos de Diomedes

Euristeo, le encargó otra difícil tarea a Heracles. Esta vez debía traerle los caballos de Diomedes.
Diomedes, era hijo de Ares, era muy sanguinario. El tenía un establo con una manda de caballos que escupían fuego por la boca. Diomedes, los alimentaba con los extranjeros náufragos que llegaban a las playas de la isla.
Heracles se embarcó a Tracia con un grupo de amigos.
Cuando llegaron, se dirigieron inmediatamente a los establos de Diomedes, Atacaron a los sirvientes que cuidaban el establo y luego fue en busca de Diomedes para arrojarlo en medio del pesebre de bronce donde comían los caballos. De esa manera sufriría en carne propia el mismo castigo que empleaba con los pobres náufragos. Los caballos lo devoraron al instante.
Mas tarde, los condujo con la ayuda de sus amigos hasta el palacio de Euristeo.

9-Heracles y las Amazonas

Euristeo tenía una hija llamada Admeta, que siempre anheló tener el cinturón de Hipólita, reina de las amazonas.
Euristeo, le encargó a Heracles que lo buscara y lo trajera para su hija.
Heracles partió con un grupo de amigos hacia el país de las amazonas.
Al llegar, Heracles pudo comprobar que las amazonas conformaban un pueblo de guerreras. Todas ellas sabían combatir a caballo y eran diestras en el uso de las armas.
Hipólita lo recibió muy bien y cuando le preguntó cual era el motivo de su visita, Heracles le comentó –El rey Euristeo me encargó que le lleve tu cinturón, ya que su hija Admeta, desea tenerlo.
Hipólita le respondió- Yo misma te lo obsequiaré con mis respetos para el rey.
Rea, la esposa de Zeus, que siempre estaba atenta tratando de perjudicar a Heracles por ser hijo ilegítimo de su marido, se disfrazó de amazona y comenzó a sembrar sospechas entre las amazonas. Les dijo: -No confíen en Heracles, es muy traicionero. Lo único que desea es capturar a Hipólita.
Las amazonas comenzaron a sospechar y luego se alzaron en terrible lucha, muriendo hasta la misma Hipólita en la sangrienta batalla.
Heracles le quitó el cinturón y pudo volver ante Euristeo con el encargo cumplido.

10-Heracles y los Toros de Gerión

Euristeo decidió esta vez, enviar a Heracles a buscar los Toros Rojos de Gerión.
Gerión era un terrible gigante con tres cuerpos. Vivía en una isla lejana de occidente, cruzando el océano y tenía un rebaño de hermosos toros rojos, custodiados por un boyero y un temible perro con tres cabezas.
Para llegar a tan remoto lugar, Heracles tuvo que recorrer la costa de Africa. Al llegar al estrecho que separa Europa de Africa, levantó dos columnas, una en cada continente para conmemorar su paso por ese territorio.
En ese lugar, el sol brillaba con tanta fuerza, y la temperatura era tan agobiante, que Heracles, enfurecido, le arrojó dos flechas al sol.
El sol sorprendido por esa actitud tan audaz, con el deseo de apaciguarlo le dio una copa de oro que al descender del cielo podía transportarlo a través del cielo, cruzando el océano hasta la costa del horizonte lejano donde el sol sale para iluminar al mundo.
Heracles trepó a la copa y se trasladó volando hasta la lejana isla de Gerión.
Cuando llegó a su destino lo esperaban el terrible perro de tres cabezas que no bien lo vio comenzó a ladrarle y a mostrarle sus afilados colmillos. Heracles tomó su maza y le partió las tres cabezas.
Luego apareció el boyero-¿Qué pasa? ¿Quién anda por ahí? Preguntó.
Heracles lo sorprendió y también descargó su maza dejándolo inconsciente. Cuando apareció el terrible gigante Gerión, Heracles lo atacó con sus afiladas flechas hasta darle muerte.
Luego, Tomo el rebaño de toros rojos que hizo subir a la copa y volvió a volar en ella haciendo el recorrido inverso atravesando la noche sobre el océano.
Luego condujo el rebaño de toros a pié. Pero al llegar al Ródano, sus habitantes se enamoraron de esos hermosos bueyes rojos y le presentaron una feroz batalla. Tan cruel fue la pelea que Heracles quedó mal herido en la contienda.
Heracles pensó que estaba perdido y pidió ayuda a su padre, Zeus a los gritos-¡Por favor, Padre Zeus, ayúdame!
Zeus lo escuchó y para ayudarlo envió una gran tormenta de granizo sobre el enemigo.
Las piedras de hielo eran enormes y los enemigos de Heracles huyeron despavoridos.
Luego de atravesar numerosas regiones, y estando ya cerca de su meta, Hera, que siempre estaba atenta para causarle problemas a Heracles, envió un tábano que volvió loco al rebaño con sus picaduras.
Los toros corrieron enloquecidos y el rebaño se dispersó en las montañas.
Heracles perdió mucho tiempo tratando de agrupar nuevamente a los toros, recuperó la mayor parte y luego se dirigió a Micenas ante Euristeo, que no podía creer que Heracles, nuevamente, resultara victorioso en tan difícil tarea.

11-Heracles en el Jardín de las Hespérides

Euristeo, esta vez le encargó a Heracles que le traiga las manzanas de oro, que la diosa Gea le había regalado a Hera como regalo de casamiento y, que Hera, había plantado en un jardín lejano de occidente custodiado por las Ninfas de la tarde, conocidas como Hespérides y un dragón de cien cabezas llamado Ladón.
El recorrido que hizo Heracles para llegar al misterioso jardín es muy complicado ya que nadie conocía bien su ubicación.
Primero Heracles fue a visitar unas Ninfas para que lo orientaran, pero las Ninfas le dijeron que tenía que buscar al dios Nereo, ya que era el único que conocía la ubicación precisa.
Heracles buscó a Nereo y lo capturó para obligarlo a revelar el secreto. Nereo no quería decir ni media palabra. Heracles lo encadenó y Nereo que era un dios, se transformó en león, luego en serpiente y más tarde en llamas. Pero Heracles se mantuvo firme sin asustarse y Nereo finalmente confesó el sitio secreto del famoso jardín.
Para llegar, Heracles tuvo que atravesar África. Caminó y caminó hasta llegar al punto más alejado del mundo occidental y allí vio las puertas del jardín.
También vio a Atlas, un gigante enorme que en su destierro fue obligado a cargar sobre sus espaldas el peso de la bóveda celeste.
Heracles conocía bien la existencia del temible dragón Ladón. Entonces le propuso al gigante que si iba en busca de las manzanas de oro, el sostendría el firmamento en su lugar.
Atlas aceptó porque ya estaba cansado de tener tanto peso sobre sus hombros. Entró al jardín y arrancó los frutos dorados, pero al regresarle dijo a Heracles que quería ir en persona a entregar el preciado botín a Euristeo.
Heracles tuvo que pensar rápidamente una respuesta.: - Me parece bien. Dijo,- Pero antes, permíteme buscar algo que sirva de almohadilla y me acomode el cabello para que amortigüe el peso de tanta carga.- Sostiene unos minutos el cielo hasta que resuelva este problema.
El gigante no se dio cuenta del engaño y cargó nuevamente sobre sus espaldas todo el peso de la bóveda celeste.
Heracles, tomó las manzanas de oro y salió corriendo hasta llegar ante Euristeo.

12-Heracles y el Can Cerbero

Euristeo pensó y pensó tratando de encontrar otro trabajo difícil.
Luego le dijo-Hércules, Debes traerme el temible can Cerbero.
Hércules, entonces descendió en compañía de Hermes al abismo de los muertos.
Llego hasta el mismo trono de Hades, el dios de las tinieblas y le explicó el motivo de su visita.
Hades le respondió.-Puedes llevarte a Cerbero a plena luz del día. Pero con una sola condición. No debes usar armas contra él.
Hércules, se cubrió con la piel del león de Nemea que hacía las veces de escudo protector, luego tomó al can por el cuello de donde confluían las tres cabezas y aunque el perro logró morderlo con sus afilados colmillos, Hércules lo apretó con tal fuerza que casi lo asfixia.
El animal, sintiendo que estaba dominado se tranquilizó y lo siguió como un manso cachorrito.
Cuando se lo llevó a Euristeo, este se asustó tanto de ver el aspecto horroroso del animal que le pidió que lo devolviera urgentemente al Tártaro

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