EL EPITAFIO DE MANEL
Aquí yace un gran hombre, cuyo altruismo y amor al prójimo, han sido sus herramientas para la paz.
2011-2100.
Manel
era un anciano venerable y murió con honores en su tierra natal, fue
enterrado junto al lecho de su amada y difunta esposa, despedido con
desconsuelo por su familia y amigos, con dolor por parte de su
comunidad.
En tiempos difíciles, donde la paz reinaba en
pocos edenes en el mundo, considerados oasis en un planeta desbastado
por la codicia, en tiempos donde la moral y los valores habían sido
devorados por el poder, Manel era un hombre sencillo, solidario. Un
hombre simple, humilde, austero y de enormes virtudes. Manel era
consciente que en una sociedad donde los modelos positivos resultaban
vitales para formar a los jóvenes y éstos valores y modelos no se
encontraban fácilmente, era necesario obrar. Dedicó gran parte de su
vida a la enseñanza, a educar en la cooperación y la paz. Consideraba
que la palabra y la acción eran las únicas herramientas para la
salvación. Había sido ejemplo de muchos jóvenes al límite de la
exclusión social, que gracias a su vocación, dedicación y empeño, se
habían convertido en adultos ejemplares y habían criado y educado hijos y
nietos ejemplares. Difundía su mensaje, creía en la educación y en la
cadena de favores, en el milagro de la vida y en las segundas
oportunidades. Su labor era simple, pero su mensaje se multiplicaba y
amplificaba. En tiempos difíciles, Manel era un referente para muchas
personas que habían perdido las esperanzas.
Él siempre
contaba la misma historia, en la que era él protagonista. Manel había
sido concebido por error, había sido víctima de un frustrado aborto y
posterior abandono. Sin ser consciente de ello, se había convertido en
un superviviente desde neonato. Educado con amor por sus padres
adoptivos, se había convertido en un hombre sabio, intelectual, humilde y
ante todo inmensamente humano. Él perdonaba a su madre biológica,
comprendía que el peor enemigo de una persona es la desesperación y el
miedo. Pero promulgaba como salvación del alma, el asumir con dignidad
las equivocaciones cometidas, comprendiendo que somos seres imperfectos y
que solo nuestros actos nos librarán del arrepentimiento y nos elevarán
a la plenitud como personas.
Su mensaje a los jóvenes era simple:
"No quieras enterrar las equivocaciones cometidas, hazte cargo de ellas
para crecer y evolucionar. No cojas los atajos, ni el camino más fácil
porque tarde o temprano te encontrarás a merced de tu conciencia". Su
mensaje de esperanza llegaba a todos aquellos que necesitaban oírlo. Su
mensaje era el de un sobreviviente que enseñaba que no había que ser un
súper héroe para salir adelante en la vida, que solo bastaba voluntad,
constancia y mucho amor. Que nuestros errores no debían ser el motivo
para quedarnos en la sombra o en olvido, sino el motor del cambio. Una
vez muerto, el mensaje de Manel seguía difundiéndose a favor de la vida.
El pilar de su lucha era la infancia. Su mayor dedicación consistía en
erradicar el trabajo infantil, el infanticidio y la esclavitud sexual.
Él sostenía que una persona digna no podía vivir ajeno al dolor de sus
prójimos. Una de sus luchas era perseguir a los pederastas hipócritas
que gracias a su perversidad y poder económico, convertían el mercado
sexual infantil en un negocio rentable. Se comprometía con las miles de
mujeres que se amparaban en sus brazos para escapar del sometimiento
sexual. Luchaba para erradicar la violencia de género y la
discriminación. Nunca desistía en su lucha, porque se consideraba un
superviviente por naturaleza y estaba agradecido de serlo. Ese era
Manel, un simple educador social, un humilde y amoroso padre de familia,
un ciudadano común. un hombre que se diferenciaba del resto por su
implicación y amor a la vida.
¿Y tú?....Has pensado en el epitafio que te gustaría tener.
Autora: Florencia Moragas.
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