domingo, 16 de junio de 2013

¡Qué calor!

¡Qué calor!
El camello Amador
pasa mucho calor.
Es que, entre duna y duna,
no hay corriente ninguna.
 
Está el pobre hasta el gorro
de sudar siempre a chorros,
y hasta la coronilla
de utilizar sombrilla.
 
Es que a cincuenta grados
no hay bebidas ni helados
que alivien el bochorno.
¡El desierto es un horno!
 
Se refresca el hocico
moviendo el abanico.
Y, cuando se le antoja,
se moja y se remoja.
 
Mas al atardecer,
sin saber ya qué hacer,
abre un libro que un día
le regaló su tía.
 
Y conoce a Manolo,
un pingüino del Polo
que patina en el hielo
con su hermano gemelo.
 
Se lo pasa genial,
porque un niño esquimal
a ver su iglú lo invita.
¡Qué casa tan bonita!
 
Descubre de repente
que puede, con su mente,
volar a Terranova
sin mover la joroba.
 
Divertido, Amador,
se olvida del calor.
Hace viajes librescos
a lugares muy frescos.
 
Se echa junto a un arbusto
y está la mar de a gusto
con un libro delante.
¡Leer es fascinante!

               (Carmen Gil, www.poemitas.com)

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