martes, 11 de diciembre de 2012

LA PRINCESA PALABRITA



Hace muchos años en un planeta no muy alejado de la tierra nació una princesa muy bonita a la que sus padres pusieron por nombre Cristalita.
Desde que era bebé siempre fue muy inquieta y cuando aprendió a hablar nunca más dejó de hacerlo. Se la pasaba hablando y hablando. Nunca dejaba hablar a nadie. Sus padres llegaron a pensar que tenía alguna enfermedad, pero los médicos del reino les dijeron que era normal y que con el tiempo se le pasaría.
Sin embargo no fue así. Cristalita hablaba y hablaba cada vez más. Finalmente sus padres y toda la gente del reino terminaron acostumbrándose a eso.
A pesar de hablar tanto, Cristalita era muy simpática. Por eso toda la gente que la conocía la dejaba hablar y hablar. Sólo la miraban divertidos.
Ni sus padres ni la gente lo sabían, pero Cristalita tenía un don muy grande. Podía hablar con el viento, con la lluvia y con el sol. Eran sus mejores amigos. A ellos les encantaba escucharla y que Cristalita los tuviera en cuenta, que los saludara, que les platicara sus cosas y que les preguntara como se sentían.
-Todo mundo da por hecho que existen, pero nadie se ocupa de ustedes- les decía Cristalita. - A mí sí me importan. Además ustedes no me interrumpen cuando hablo.
Eso era lo que más le gustaba. Que ellos no hablaban. Con su apariencia le comentaban todo. Ella sólo preguntaba como les había ido. El sol con sus rayos le platicaba lo que había visto en otros mundos. El viento, con su soplido, le contaba como le había ido en otras partes de la tierra. Incluso la lluvia le tenía tanta confianza, que un día le contó que se había enamorado de un trueno y por eso había habido tantas tormentas eléctricas.
Cristalita, como todas las niñas, creció y se convirtió en una hermosa señorita princesa que continuaba hablando y hablando. Y como es común en estos cuentos, un día apareció un príncipe en su vida.
Ese príncipe venía de muy lejos. Había oído hablar de la belleza de la princesa y de su costumbre de hablar y hablar y desde que la vio por primera vez se enamoró de ella.
Sin embargo había un problema. Cada vez que el príncipe intentaba platicar con ella no podía. Cristalita hablaba y hablaba y no lo dejaba pronunciar una palabra. Así que él se conformaba con estar con ella y sólo mirarla.
A Cristalita también le gustaba el príncipe, pero no podía dejar de hablar. Estaba tan acostumbrada a hacerlo, que no sabía como. También se conformaba con estar un rato con él, aunque ella fuera la única que hablara.
El sol, el viento y la lluvia se dieron cuenta de esta situación y decidieron ayudarla.
Un día que el príncipe caminaba solo por el bosque escuchó al viento decirle que Cristalita lo amaba.
- ¿De verdad?- preguntó el príncipe asombrado- Yo también la amo y quiero pedirle que sea mi esposa, pero no sé como hacerlo.
El viento le dijo que no se preocupara.
El sol, usando sus mejores rayos, fue el encargado de darle esta noticia a Cristalita. Al enterarse, Cristalita saltó y gritó de felicidad.
-¡Dile que yo también quiero que sea mi esposo!- contestó emocionada.
La lluvia, con una gran tormenta, fue la que dio la respuesta al príncipe, quien totalmente empapado bailó de felicidad.
Después de que se casaron, el príncipe construyó un hermoso castillo con enormes ventanas, grandes puertas y amplios patios para que el sol, el viento y la lluvia siempre estuvieran presentes ayudándoles a platicar. Vivieron muy felices y tuvieron dos hijas, que no se la pasaban hablando todo el tiempo y que cuando crecieron también aprendieron a platicar con el sol, con el viento y con la lluvia, como lo hacía su madre.

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