domingo, 19 de diciembre de 2010

GARA Y JONAY

En la isla de la Gomera, existían siete lugares que emanaban agua. Estos siete chorros eran virtuosas para quienes la bebían, y al reflejarse en sus aguas predecían si ibas a encontrar o no pareja: si era clara, el amor estaba asegurado; si se mostraba turbia no se encontraría pareja.

Con las fiestas de Beñesmén (juegos de competiciones), un grupo de mujeres gomeras acudieron a los chorros mágicos. Entre estas, se encontraba la princesa Gara; al asomarse, en un principio se reflejó una imagen clara, que al tiempo se fue difuminando hasta empezar a agitarse. Ante esto, el sabio Gerián le dijo: “Lo que ha de suceder, sucederá. Huye del fuego o este te consumirá”.

En las vísperas del Beñesmén, llegaron de Chinet (Tenerife), los menceyes guanches (monarcas de Tenerife) acompañados de su corte. El mencey de Adeje, traía a su hijo Jonay un joven vigoroso y diestro en competiciones.

Gara al verlo quedó prendada, no podía dejar de mirarlo y su corazón latía fuertemente. Al encontrarse sus miradas, ocurrió lo irremediable: Gara y Jonay se enamoraron perdidamente.

Poco después, su compromiso se hizo público. En estos momentos, el majestuoso Echeyde (volcán Teide) comenzó a escupir fuego, lava y piedras; tan fuerte que desde la Gomera era un espectáculo aterrador. En ese momento, se hizo patente el presagio de Gara.

Aquello era un amor imposible, los padres de los jóvenes ordenaron tajantemente que se separaran y nunca más se vieran. Por lo que terminado el Beñesmén, regresaron a Chinet (Tenerife) y Jonay con su corazón destrozado y su alma vacía.

Jonay al no soportar la ausencia de Gara, no se rindió. Escapó y nadó una larga travesía hasta la Gomera sobre unas pieles de cabra infladas de aire. Sacó fuerzas desde lo más profundo, con el único propósito de encontrarse con su amada.

Al encontrarse, Gara y Jonay, se abrazaron apasionadamente y escaparon a las cumbres gomeras, escapando por los bosques de El Cedro.

El padre de Gara al enterarse de su huída, no tardó en salir en su busca. Tras una larga búsqueda, los amantes son encontrados fundidos en besos y abrazos. Al darse cuenta Gara y Jonay, tomaron la única alternativa que consideraron posible: una vara de cedro afilada atravesó sus cuerpos, uniendo sus corazones, hasta quedarse sin aliento.

Decidieron morir juntos y quedar unidos para siempre.

Sus nombres han quedado inmortalizados en la cumbre más alta de la isla de la Gomera y lo que es el Parque Nacional de Garajonay.

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