domingo, 12 de septiembre de 2010

Abeja Negra Canaria

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Abeja Negra Canaria

La Abeja Negra Canaria, escindida hace unos 200 mil años de un brazo comun que la emparenta con las abejas africanas y que ha desarrollado unas características genéticas que la hacen única.



Originalidad de las mieles de Canarias

Por Yuri Millares

Los antiguos pobladores del archipiélago fueron los primeros en apreciar las propiedades de la miel como alimento. No practicaban la apicultura, pero sí recolectaban y guardaban la que podían extraer de colmenas silvestres que localizaban en oquedades de paredes rocosas o en árboles. Los isleños posteriores a la conquista sí han practicado la apicultura, criando sus propios enjambres que primero instalaron en corchos (troncos de árboles huecos) y ahora en colmenas normalizadas propias del sector.

La variada floración según las épocas del año y la altitud, explican la existencia de una práctica común a muchos apicultores de las islas: la trashumancia, para acudir a donde abundan las flores más interesantes, desde el punto de vista de la calidad de la miel, y que las abejas trabajen en ellas fabricando su preciado alimento. Aunque, tradicionalmente, la comercialización de la miel, casi siempre en mercados locales y de modo directo por el productor, se ha hecho sin distinguir entre las distintas monoflorales y el etiquetado indica “milflores”. Sólo en los últimos años ha comenzado a distinguirse las mieles monoflorales en su etiquetado.

El traslado de las colmenas, con su población dentro, se realiza por la noche. “La abeja se orienta por el sol y el magnetismo terrestre. Al atardecer sabes que están dentro y las colmenas están preparadas, tienen unos cierres, unas asas, se les pone una rejilla de ventilación para que no se asfixien durante el trayecto, una cincha grande y al hombro”, explica el apicultor Elías González San Juan. “El problema aquí, en las islas”, añade, “es la dificultad para los asentamientos”, por la orografía y lo reducido del territorio están en barrancos o en laderas.

Las condiciones climáticas más duras y una flora insuficiente para alimentarlas, hace que la apicultura sea casi inexistente en las islas más orientales (Lanzarote y Fuerteventura). En el resto, por el contrario, se practica desde hace siglos y la actividad ocupa en la actualidad a unos 600 productores. Según la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación del Gobierno de Canarias, la producción por provincias es de unos 52.000 kilos en Las Palmas (cifra que hay que atribuir a Gran Canaria) y 270.000 kilos en Santa Cruz de Tenerife (suma de las islas de Tenerife, La Gomera, La Palma y El Hierro).

“Es una miel única”, explica Elías González, “porque procede de plantas que sólo hay aquí, en su gran mayoría. Son mieles muy equilibradas, de una calidad gustativa muy alta. Para el que viene de fuera es un contraste enorme, acostumbrado a mieles de grandes zonas que son monótonas. Aquí hay una diversidad enorme, lo cual también es un problema a la hora de comercializar, porque el cliente a veces se pierde: Puede encontrar una miel monofloral que es casi blanca y otra que es casi negra”.

Y la calidad de la miel, confirma, “el entorno la produce. Una papa de aquí no se parece en nada a la de la Península, por el suelo volcánico que está lleno de minerales y de otros nutrientes, por ejemplo; eso va también al néctar y el néctar a la colmena. Son mieles muy aromáticas, muy personales si esa palabra se pudiera emplear en una miel. Va en el clima y en el buen manejo de las colmenas”.

Elías González en una colmena de cría de reinas en Barlovento. La Palma es la única isla del archipiélago canario donde se mantiene la pureza de la raza de abeja negra canaria, una de las 24 subespecies del mundo./ foto Y. M.

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