Cuando una mañana de domingo Marta se despertó, enseguida pensó en dar de comer a sus peces, la noche anterior estaba muy cansada y se fué a dormir enseguida. Con alegría se acercó a su pecera y con gran asombro descubrió que increíblemente se había metido un caracol en ella. Rápidamente llamó a su madre para que lo viera.
"Vaya qué pequeño es", dijo la mamá mientras miraba al pequeño caracol de agua. "Sólo un punto negro."
"Seguro que crece y se hace muy grande", dijo Marta y bajo corriendo a desayunar. Por la noche y antes de acostarse encendió la luz de su tanque de peces.
Vió los peces de colores naranja que eran grandes y gordos, que estaban dormitando en el interior del arco de piedra. Mandíbulas estaba despierto, y nadaba a lo largo de la parte delantera del depósito moviendo rápidamente la cola y haciendo que en el agua se formara espuma y muchas burbujas. Tardó Marta un tiempo en encontrar al pequeño caracol y lo encontró pegado en la parte inferior del acuario, justo al lado de la grava.
Cuando llegó al cole al día siguiente contó a todas sus amigas el descubrimiento del caracol y les dijo que era tan pequeño que se le podía confundir con un pedazo de grava. Todas se pusieron a reír y una de las chicas de su clase dijo que parecía una mascota ideal para ella, ya que Marta era un poco bajita.
Esa noche Marta encendió la luz para encontrarlo, y estaba aferrado a la punta de una pequeña banderita que salía de la maleza del acuario. Estaba cerca del filtro de agua y se balanceaba con las burbujas de aire que salían de este .
"Esto debe ser muy divertido", pensó. Trató de imaginar como debe ser el tener que aferrarse a las cosas todo el día y decidió que probablemente era muy agotador. Después de darles de comer, se sentó al lado para observar como los peces nadaban, se perseguían y jugaban entre ellos. Entonces observó como uno de los peces de color naranja estaba absorbiendo grava y volviendola a lanzar, cuando en una de esas se tragó al pobre caracol que estaba paseando tranquilamente por la grava. Marta saltó de su silla, pero de pronto lo vio salir escupido del pez. Así continuó haciendo el pez de color naranja, varias veces, hasta que el pobre caracol flotó hasta la parte inferior del tanque entre la grava de color. Marta no podía parar de reir.
"Creo que ha crecido un poco", le dijo a su mamá en el desayuno al día siguiente.
"Menos mal, sino se lo van a tragar todos los días varias veces", dijo su mamá, tratando de ponerse el abrigo y comer tostadas al mismo tiempo.
"Pero yo no quiero que sea demasiado grande o no será tan bonito. Las cosas pequeñas son más bonitas que las grandes, ¿no es así?".
"Sí lo son. Pero las cosas grandes también pueden ser muy bonitas. Ahora date prisa, voy a perder el tren."
En la escuela, ese día, Marta dibujó un elefante. Necesitaba dos pedazos de papel para hacer los colmillos pero a su maestra no le importaba porque estaba contenta con el dibujo y quería ponerlo en la pared de la clase. En la esquina del dibujo, Marta escribió su nombre completo, y dibujó pequeños caracoles sobre las “a” de su nombre. La maestra dijo que era muy creativa.
Ese fin de semana decidieron que había que limpiar el acuario. "Hay una gran cantidad de algas en los laterales", dijo mamá.
Se llevaron los peces con mucho cuidado y los pusieron en un bol muy grande que tenía mamá para cocinar mientras vaciaban un poco de agua. Mamá usaba una aspiradora especial para limpiar la grava, mientras que Marta recortaba la maleza del estanque para dejarla a un tamaño adecuado y frotó el arco y el tubo de filtro. Mamá vertió agua nueva en el acuario.
"¿Dónde está el pequeño caracol?" Preguntó Marta.
"En el lado", dijo mamá. Estaba ocupada concentrándose en echar el agua."No te preocupes he tenido mucho cuidado con él."
Marta miró por todos los lados del acuario. No había ni rastro del caracol de agua.
"Probablemente está en la grava", dijo su mamá. "Vamos a acabar el trabajo, que tengo que hacer la comida todavía." Saco todos los peces del bol y los dejó caer en el agua limpia del acuario. Los peces no dejaban de nadar y daban vueltas y vueltas, alegrandose de tener un agua tan limpia.
Esa noche, Marta volvió a comprobar el acuario. El agua se había instalado y se veía preciosa y clara, pero no había ni rastro del pequeño caracol. Se tumbó en la cama e hizo algunos ejercicios, estirando sus piernas y los pies apuntando al cielo. El estiramiento era bueno para los músculos y cuando Marta terminó, se arrodilló a mirar otra vez el acuario, pero seguía sin haber rastro del caracol.
Bajó las escaleras, su madre estaba en el estudio, rodeada de papeles. Tenía sus gafas puestas y el pelo todo revuelto en el lugar donde había estado pasando sus manos, se notaba muy concentrada. Marta le dijo que seguía sin ver al caracolito y que estaba muy preocupada.
"Ya aparecerá no te preocupes, es muy pequeño y se puede esconder en cualquier sitio." fue todo lo que dijo. "Ahora a la cama Marta. Tengo montañas de trabajo que hacer para ponerme al día."
"Lo has aspirado ¿verdad," dijo ella con un tono de voz y una cara que denotaban su enorme enfado.
"No lo he hecho. Tuve mucho cuidado. Pero es muy pequeño."
"¿Qué hay de malo en ser pequeño?"
"Nada en absoluto. Pero se hace más difícil de encontrar que si fuese grande."
Marta salió corriendo de la habitación y se fué a su cuarto con lágrimas en los ojos, tumbandose en la cama.
La puerta del dormitorio se abrió y la cara de mamá apareció. Marta trató de ignorarla, pero era difícil cuando se acercó a la cama y se sentó junto a ella. Estaba sosteniendo una enorme lupa en sus manos.
"He recordado que papa tiene esta lupa gigante para ver bien su colección de sellos", dijo. "Extra de gran alcance, para la caza del caracol". Marta sonrió a su madre y saltó de la cama rápidamente..
Se sentaron una junto a la otra y empezaron a mirar por todas las partes del acuario, en las esquinas entre las grandes piedras, en la grava y la espiga de agua.
"¡Ajá!" Mamá de repente gritó.
"¿Qué?" Marta cogió la lupa y miro donde su madre estaba señalando.
Allí, escondido en la curva del arco, perfectamente oculta en la piedra oscura, estaba sentado el pequeño caracol. Y sorprendentemente junto a él habia otro caracol de agua, incluso más pequeño que él.
"¿Pero de dónde ha salido?"
"Estoy empezando a sospechar que la hierba del acuario es buenisima ¿no crees?"
Los dos se rieron y se metieron en la cama de Marta juntas, abrazadas bajo el edredón. Era acogedor, pero un poco apretado.
"Muévete un poco," dijo mamá, dándole un empujón a Marta con su trasero.
"No puedo, estoy tocando la pared."
"¡Por Dios como has crecido entonces. ¿Cuándo ha ocurrido esto? Tenemos que apuntar en la pared tu altura y consultar cada poco tiempo, pues estas creciendo como un gigante."
Marta puso su cabeza en el pecho de su madre, sonrió y feliz se dispuso a dormir.
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