Tomás, “el que siempre aprende” (para saber perder y ganar)
Aplausos,
abrazos, sonrisas, medallas y premios era lo que cada fin de semana
recibía Tomás por sus triunfos en todos los partidos de fútbol del
parque de su barrio.
Sus amigos y vecinos lo conocían como Tomás “el que nunca pierde”.
Siempre anotaba 10 goles por partido, sus jugadas eran las mejores:
tiro de esquina y ¡gol!, tiro libre y ¡gol!, corría de portería a
portería y ¡goooooooooooooooool! ¡golazo!
Cada vez que había partido de fútbol, Tomás “el que nunca pierde”
estaba presente como el jugador estrella. Todos los vecinos del barrio
se reunían alrededor de la cancha a disfrutar del juego y apenas salía
Tomás con su camiseta número 10, la multitud estallaba en aplausos y
gritos de alegría:
-“¡El mejor, Tomás es el mejor!”-.
Pero había algo que
ninguno de los vecinos sabía sobre Tomás, un secreto que a nadie le
había contado nunca: para ganar todos los partidos, para anotar todos
los goles
¡¡¡ hacía trampas !!!.
Tomás “el que nunca pierde” le decía al capitán del otro equipo que lo dejara ganar o si no dañaría el balón de fútbol para que nadie pudiera jugar.
-“¡Me dejas ganar y anotar todos los goles o rompo el balón, ya verás!” –decía justo antes de cada partido.
Los niños del barrio ya no aguantaban más, se sentían tristes y enojados porque Tomás “el que nunca pierde” recibía premios y regalos sin merecerlo, así que se les ocurrió una idea que no podía fallar para terminar con la injusticia.
Decidieron darle una cucharada de su propia medicina a Tomás “el que nunca pierde”,
le harían creer que de nuevo ganaría cuando en realidad jugarían de
manera justa con todas las habilidades que tenían así corrieran el
riesgo de que se enfadara y dañara el balón.
Así llegó el día del
partido que todos esperaban con emoción. Asistieron jueces con premios
sorpresa y un grupo musical para el final del juego.
Como siempre, Tomás “el que nunca pierde” se acerco al capitán del otro equipo y le dijo:
–“¡Me dejas ganar y anotar todos los goles o rompo el balón, ya verás!”-.
Todo estaba preparado,
los vecinos alrededor del parque gritaban y aplaudían de alegría, los
jugadores corrieron a la cancha y en tanto entró Tomás, escuchó a la
multitud:
- “ El mejor, Tomás es el mejor”
Los jugadores estaban en su posición, el arbitro hizo sonar el pito y empezó a rodar el balón.
Tomás “el que nunca pierde” esperaba que todos los delanteros, los defensas, el volante y el arquero le dieran paso para que pudiera anotar el gol.
Pero ninguno de ellos
hizo caso a sus amenazas y por el contrario jugaron usando las
habilidades que tenían pues sabían jugar muy bien aunque nadie se
hubiera dado cuenta.
Tomás no entendía por qué no lo estaban dejando ganar como las veces anteriores, por el contrario, le estaban ganando.
El partido iba 3 goles a
1 perdiendo el equipo de Tomás cuando el arbitro hizo sonar el pito de
nuevo, el partido había acabado, era la primera vez que Tomás perdía y
como él era Tomás “el que nunca pierde” se sentía muy mal.
Tenía tanto mal genio
que se le coloreo de rojo la cara, sintió que el corazón le saltaba como
pelota en el pecho y que el cuerpo se le calentaba de a poquito, el
pobre no soportó más y dio un grito que se escuchó hasta el Sol:
-“¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh!”-
-“¿Qué les pasa?, yo soy Tomás “el que nunca pierde, ¿No lo entienden?” –gritó Tomás con todas sus fuerzas.
Cogió el balón y lo
lanzó a la calle, con tan mala suerte que en ese instante iba pasando un
camión que le pasó por encima dejándolo como una hoja de papel sobre el
asfalto.
Los vecinos no entendían
lo que pasaba, Tomás estaba gritando y llorando mirando el balón que él
mismo había lanzado, los jueces estaban en silencio sin saber que hacer
y el grupo musical no decía ni una palabra.
Solo se escuchaba el llanto de Tomás hasta que el capitán del otro equipo le dijo:
-“Felicidades”-
-“¿Por qué me felicitas si perdí? ¿Te estás burlando de mí?” -
El capitán sonrió por un momento, respiró profundo y respondió:
-“No me burlo de ti, te felicito porque lo mereces,
es la primera vez que juegas sin hacer trampa, sin que te dejáramos
ganar y aún así anotaste un gol, eso es ganar, alcanzar lo que deseas
por tus propias capacidades”
Tomás dejó de llorar y dijo:
-“¡Es verdad! , ahora
entiendo que no necesito hacer trampas para ganar y que aunque me gusta
mucho ser el primero en los juegos, las veces que no gane el juego
siempre aprenderé, como hoy, que pude hacer el gol con mi esfuerzo y mi
trabajo”-
-“¡Así es! Las pequeñas derrotas siempre traen algo que aprender para que con cada aprendizaje podamos ganar solo en momentos importantes”–afirmó con alegría el capitán del otro equipo
-
“Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, se siente uno mejor al anotar 1 solo gol sin
trampa que 10 goles con trampa”-contestó Tomás bajando la mirada.
-“¿Qué te pasa Tomás, no estás contento por haber aprendido?”-preguntó uno de los jueces
-“Claro que estoy
contento, estoy feliz por haber aprendido pero ahora dañe el balón y no
podremos jugar, además no quiero que me llamen más Tomás “El que Nunca
Pierde” -dijo en voz baja.
Los jueces sonrieron y dijeron a los dos equipos de fútbol:
-“ Por dar una enseñanza tan importante para la vida, los niños de este barrio se merecen este premio sorpresa”.
Los dos equipos abrieron el premio sorpresa y empezaron a reír al darse cuenta que era: ¡un balón de fútbol nuevo!
Todos
se abrazaron de felicidad y Tomás dijo de corazón: “Ya no quiero que me
conozcan como Tomás “el que nunca pierde”, prefiero que de ahora en
adelante me llamen Tomás “el que siempre aprende”.
Los vecinos no podían
estar más orgullosos y felices, los jueces aplaudían, el grupo musical
tocaba una canción y los niños saltaban de alegría mientras gritaban al
mismo tiempo:
- ¡El mejor,Tomás es el mejor! ¡Nuestro equipo, nuestro equipo es el mejor”-
De: Luisa Fernanda Castillo Abella. (Psicóloga Universidad Católica de Colombia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario