viernes, 18 de enero de 2008

El que quería convertir al cristianismo a un judío

El que quería convertir al cristianismo a un judío

El judio Abraham, incitado por Giannotto de Civigni, va a la corte de roma y, al ver la maldad de los clerigos, vuelve a Paris y se hace cristiano.

Hubo en París un gran mercader y hombre bueno, a quien llamaban Giannotto de Civigni y que era leal y recto y traficaba mucho en paños. Tenía singular amistad con un riquísimo judío llamado Abraham, tambien comerciante y también hombre recto y leal. Y viendo Giannotto esa lealtad y rectitud, comenzó a compadecerse de que el alma de hombre tan bueno, sabio y de tal valía fuese a la perdición por falta de fe. Y así, amistosamente, principió a rogarle que, dejando los errores de la fe judaica, viniese a la verdad cristiana, la cual le cabía ver, como santa y buena, prosperar y aumentar siempre, mientras que la de Abraham, como este podía discernir, disminuía; y se anulaba. Respondía el judío que para él ninguna doctrina era santa ni buena fuera de la judeaica, y que en ella había nacido y en ella pensaba vivir y morir, sin que nada le apartase de esto. Pero Giannotto, pasados unos días, replicó a semejantes palabras mostrandole, con razones de mercader, por qué nuestra religión era mejor que la judía. Y aunque el judío era en la ley hebrea gran maestro, no obstante ( o movido por mucha amistad con Giannotto, o porque el Espiritu Santo pone palabras acertadas aun en la lengua del idiota), a Abraham empezaron a complacerle las exhortaciones de Giannotto. Cierto que obstinado en su creencia, se obstinaba en no abjurar. Pero , como él persistiera en su tenacidad, Giannotto no dejaba de insistirle, hasta que el judío, vencido por tantas instancias, le dijo:

- Ea Giannotto, pues a tí te agrada que me haga cristiano, dispuesto estoy a cumplirlo; y tanto, que quiero primero ir a Roma y ver allí al que tú dices es vicario de Dios en la tierra, para considerar sus maneras y costumbres y la de los cardenales, sus hermanos. Y si ellas me parecen tales que yo pueda, entre eso y tus palabras comprender que vuestra fe es mejor que la mía, según te has ingeniado en demostrarme, haré aquello que te dicho. Mas si no fuese así, seguiré judío como hasta ahora.

Oyendo esto Giannotto, sintiose sobremanera apenado y decíase para sí: <<>>. Y hablando a Abraham le dijo:

-¿ Por qué amigo mio, quieres tomarte tanta fatiga y tan gande gasto como te irrogaría el ir a aquí a Roma ? A más de que, por mar y tierra, todo abunda en peligros para un hombre rico como tú. ¿ No crees encontrar aquí quien te administre el bautismo? Y si alguna duda abrigas sobre la fe que te expongo, ¿dónde hay mayores maestros y hombres más sabios que aquí, todos los cuales podrán esclarecerte cuanto quieras o preguntes? Por todo lo cual me parece que tu marcha es superflua. Piensa que los prelados son allí como los que tú aquí has podido ver, y aun mucho mejores por estar mas cerca del Pastor principal. De tal manera, que te aconsejo que te evites esta fatiga, que puedes otra vez tomarte para alguna indulgencia, en cuyo caso yo quizá te haga compañía.

A lo que repuso:

- Bien creo, Giannotto,que sea como tú dices, pero, hablandotelo todo en una sola palabra, digo que (si quieres que haga lo que tanto me ruegas) estoy dispuesto a irme, y , si no nada haré.

Viendo la voluntad de su amigo, dijo Giannotto:

- Buena ventura lleves.

Y pensó que Abraham nunca se haría cristiano cuando viese la Corte de Roma, pero como él nada perdía en ello, lo dejó.

El judío montó a caballo y tan pronto como pudo se encaminó a la Corte de Roma, donde al llegar, fue recibido con honor por los judíos. Y, mientras estaba allí, sin decir a nadie para lo que había ido, cautelosamente comenzó a observar la conducta del Papa, los cardenales, de los otros prelados, y de todos los cortesanos. Y entre lo que él advirtió, como hombre agudo que era, y lo que otros le contaron, halló, que del mayor al menor todos allí, generalmente, pecaban con gran deshonestidad en cosas de lujuria, y no sólo en la natural, sino en la sodomítica, sin freno alguno de remordimiento o vergüenza, al punto de que sin la mucha influencia de las meretrices y los efebos no se podía conseguir nunca nada. Además de esto, conoció claramente que los que observaba eran universalmente comilones, bebedores, ebrios y más servidores de su vientre, como animales irracionales, y de la lujuria, que ninguna otra cuestión. Y, ahondando más, tan avaros y ansiosos de dinero los vió, que tanto la humana sangre, incluso la cristiana , como las cosas divinas, y a los sacrifícios y benefíos perteneciente, por dinero vendían y compraban, haciendo mayor mercadería y más ganancias teniendo, que cuanto pudiera encontrarse en París con ventas de pañerías u otras cosas. Habían a la sintonía descarada puesto el nombre de procuradoría, y llamaban a la gula sustentamiento, como si Dios, prescindiendo del significado de los vocablos, la intención de los pésimos ánimos no conociese y, a semejanza de los hombres, se dejara engañar por los nombres de las cosas.

Las cuales junto con muchas otras, que conviene callar, desagradaron sumamente al judío, como sobrio y modesto que era; y así, pareciendole haber visto bastante, resolviose a volver a París. Y así lo hizo. Y cuando Giannotto supo que había llegado, fue a él y, aunque lo que menos esperaba era que se hiciese cristiano, hízole, y el otro a él gran fiesta. Y en cuanto Abraham hubo descansado algunos dias, Giannotto le preguntó que le parecía el Santo Padre, y de los cardenales y los demás cortesanos. A lo que el judío respondió prontamente:

-¡ Así Dios los confunda a todos! Y te digo, que si juzgo bien, no me pareció ver allí santidad alguna, ni devoción, ni obra buena, ni ejemplo de vida ni de nada, en nadie que clérigo fuese. Pero la lujuría, la avaricia, la gula y cosas semejantes y peores ( si peores se pueden encontrar en alguien) parecióme hallarlas más por una sede de obras diabólicas que divinas. Y, a lo que estimo, se ve con toda solicitud, ingenio y arte se aplican a vuestro Pastor, y entiendo que todos los demás, a reducir a la nada y a arrojar del mundo la cristiana religión , aun cuando debieran ser fundamento y sustentáculo de ella. Mas, puesto, a lo que se me alcanza , no sucede lo que procuran, sino que continuamente vuestra religión aumenta y más lúcida y clara se torna, con razón me parece discernir entre que el Espiritu Santo es su fundamento y sostén, como más santa y verdadera que otra. Por lo cuál mientras me mantuve rígido y duro a tus exhortaciones y no quise hacerme cristiano, ahora abiertamente te digo que por nada del mundo dejaré de hacerme cristiano. Vamos, pues, a la iglesia y, allí, según debida costumbre de vuestra fe, me haré bautizar.

Giannotto, que esperaba una conclusión totalmente opuesta a aquella, sintióse, cuando así le oyó hablar, más contento que ningún hombre jamás lo fuera. Y fuese con él a Nuestra Señora de París y pidió a los clérigos de ella que diesen a Abraham el bautismo. Ellos, oyendo que así lo quería, apresuráronse a atenderle. Y Giannotto sacóle de la pila, llamándole Juan; y en breve a muchos hombres de valía hízoles este instruir adecuadamente en nuestra fe, que a muy deprisa aprendió; y fue luego hombre bueno y meritorio de santa vida.


EL Decameron.Giovanni Boccaccio. Día uno, narración tercera.

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