domingo, 27 de abril de 2014

RANITA QUITA

RANITA QUITA




 La ranita Quita no era feliz, no se sentía satisfecha de sí misma. Siempre enterrada en la arena del desierto.Todo lo que poseía le había sido regalado. Cuándo llovía salía hacía acopio de agua desovaba sus huevecillos, y a dormir al calor de la arena.

 Un día, con andar cadencioso, marchó cabizbaja dejando un largo camino marcado por las dunas del desierto.
  Un científico inquieto buscaba habitantes escondidos en las arenas. Sentía fascinación por los desiertos. Parecen estériles y sin  vida y escondidos en la arena viven cantidad de seres adaptados a su medio. Encontró  el sendero marcado por la ranita Quita y lo iba siguiendo. Ésta, se había escondido pára descansar a la sombra de una duna en fórma de concha.


 Cómo el sendero marcado terminaba allí, nuestro hombre  decidió tomarse un descanso y quedó dormido.
  Aprovechó la ocasión la ranita y  se colocó en un bolsillo de su mochila. Procuró no dormir y tener los ojos bién abiertos, tenía que vivir grandes aventuras; aprender, ¿Quién sabe? ¡Quizá su vida cambiara y le encontrara un sentido!

 Viajó, primero en tren, luego en barco, y por fin en avión.
La mochila fue depositada en el portal de una casa con jardín. Pensó que era buén moménto pára cóntinuar ella sola su aventura.  

 Marchó dando saltos a esconderse en el seto del jardín colindante, hásta que inspeccionara el terreno y se hiciera cargo de la situación.

 Se oían voces extrañas. Ella nunca imaginó que cosas así se pudieran oír. Después de mucho intentarlo llegó a ésta conclusión:
 Hacían sonar instrumentos con maestría adquirida con el trábajo constante de muchos áños.

-¡Qué pena! -decía pára sí- ¡Cuantas cosas hay pára poder hácer y yo toda mi vida durmiendo! Se metió dentro de un piano. Viajó a un lugar donde instrumentos de diferentes formas sacaban acordes que le hicieron llorar  de emoción. 

A un violín que sonaba de maravilla   lo protegía la policía.  Pensó que por delincuente; pero no, era por su antigüedad y su valor. Se llamaba "Stradivarius". Quizá tenia tendencia a extraviarse -pensó.
 También viajó dentro de una guitarra. Oyó una voz que decía: voy a echar una siesta -¡vaya! -pensó- a éste le pasa cómo a mí le gusta vivir bien.
  
Lo pasó genial. Andaba de fiesta en fiesta. ¡Qué trajes! ¡Qué colorido! A veces, creía estar en el desierto por el calor que hacía.

 Aprendió que es saludable echar una siesta. Que no hay que avergonzarse por ello. Cáda uno hace lo que le enseñan sus mayores. Sólo hay que intentar mejorarlo y ser feliz, porque los que  te quieren sólo pueden ser felices si tú lo eres... y se dispuso a echar una siestecita. 

 Al despertar, se sorprendió, no por los ruidos, sino por el silencio. Sacó la cabeza con cuidado, y vio que estaban a la sombra de una duna en fórma de concha. -¡Es mi destino!- Se dijo. Salió decidida con firme determinación:

¡Haría una orquesta con todas la ranas del desierto! Cuando venga la lluvia, cantarán y llenarán el desierto de acordes musicales. 

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