RANITA QUITA
La
ranita Quita no era feliz, no se sentía satisfecha de sí misma. Siempre
enterrada en la arena del desierto.Todo lo que poseía le había sido
regalado. Cuándo llovía salía hacía acopio de agua desovaba sus
huevecillos, y a dormir al calor de la arena.
Un día, con andar cadencioso, marchó cabizbaja dejando un largo camino marcado por las dunas del desierto.
Un científico inquieto buscaba habitantes escondidos en las arenas.
Sentía fascinación por los desiertos. Parecen estériles y sin vida y
escondidos en la arena viven
cantidad de seres adaptados a su medio. Encontró el sendero marcado
por la ranita Quita y lo iba siguiendo. Ésta, se había escondido pára
descansar a la sombra de una duna en fórma de concha.
Aprovechó la ocasión la ranita y se colocó en
un bolsillo de su mochila. Procuró no dormir y tener los ojos bién
abiertos, tenía que vivir grandes aventuras; aprender, ¿Quién sabe?
¡Quizá su vida cambiara y le encontrara un sentido!
Viajó, primero en tren, luego en barco, y por fin en avión.
La
mochila fue depositada en el portal de una casa con jardín. Pensó que
era buén moménto pára cóntinuar ella sola su aventura.
Se oían voces extrañas. Ella nunca imaginó que cosas así se pudieran oír. Después de mucho intentarlo llegó a ésta conclusión:
Hacían sonar instrumentos con maestría adquirida con el trábajo constante de muchos áños.
-¡Qué
pena! -decía pára sí- ¡Cuantas cosas hay pára poder hácer y yo toda mi
vida durmiendo! Se metió dentro de un piano. Viajó a un lugar donde
instrumentos de diferentes formas sacaban acordes que le hicieron llorar
de emoción.
A un violín que sonaba de maravilla lo protegía la policía. Pensó que por delincuente; pero no, era por su antigüedad y su valor. Se llamaba "Stradivarius". Quizá tenia tendencia a extraviarse -pensó.
A un violín que sonaba de maravilla lo protegía la policía. Pensó que por delincuente; pero no, era por su antigüedad y su valor. Se llamaba "Stradivarius". Quizá tenia tendencia a extraviarse -pensó.
También
viajó dentro de una guitarra. Oyó una voz que decía: voy a echar una
siesta -¡vaya! -pensó- a éste le pasa cómo a mí le gusta vivir bien.
Lo
pasó genial. Andaba de fiesta en fiesta. ¡Qué trajes! ¡Qué colorido! A
veces, creía estar en el desierto por el calor que hacía.
Aprendió
que es saludable echar una siesta. Que no hay que avergonzarse por
ello. Cáda uno hace lo que le enseñan sus mayores. Sólo hay que intentar
mejorarlo y ser feliz, porque los que te quieren sólo pueden
ser felices si tú lo eres... y se dispuso a echar una siestecita.
Al
despertar, se sorprendió, no por los ruidos, sino por el silencio. Sacó
la cabeza con cuidado, y vio que estaban a la sombra de una duna en
fórma de concha. -¡Es mi destino!- Se dijo. Salió decidida con firme
determinación:
¡Haría
una orquesta con todas la ranas del desierto! Cuando venga la
lluvia, cantarán y llenarán el desierto de acordes musicales.
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